El cardenal Felipe Arizmendi Esquivel, obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas y responsable de la Doctrina de la Fe en la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), ofrece a los lectores de Exaudi su artículo semanal titulado “Otro país, con buenos gobernantes”.
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Quienes gobiernan en muchos de nuestros pueblos no son las autoridades constituidas, sino grupos de extorsionadores que explotan a todo el que ellos deciden. Como amenazan con armas de alto poder a quien se resista, imponen su ley. Ellos son los que gobiernan. Nadie se atreve a poner una denuncia formal ante las instancias judiciales, porque con ello firmaría su sentencia de muerte. Y si se les informa a éstas extraoficialmente, no se nota que hagan algo para remediar la situación. Parece que se sienten impotentes y están rebasados, pues el dominio de esos grupos se extiende más y más. No quisiera pensar que están coludidos. ¡Necesitamos mejores gobernantes, legítimamente constituidos!
En nuestro país, por primera vez, el 27 de marzo de 2022, ejerceremos el derecho a votar para que al primer mandatario se le revoque su mandato que recibió por seis años y que ya cambiemos de gobierno, o que siga el mismo. Es un paso importante en la democracia. Llama la atención que los enemigos del Presidente no apoyen esa votación; quizá porque prevén que el resultado mayoritario haría que se sienta con más poder. Pero también puede pasar que sea considerable el número de los votos contrarios y que eso le haga replantearse algunas de sus actitudes, que son cuestionables. Sin embargo, con un gobierno o con otro, podemos seguir igual o peor. Lo que importa es que, sea quien sea, el gobernante sea justo, austero, humilde, preocupado por el bien común, sobre todo de los más desprotegidos; que sepa aconsejarse y pensar, en vez de decidir en forma primaria y autoritaria; que sea equilibrado, reflexivo y no se la pase ofendiendo y descalificando a medio mundo.
En las comunidades indígenas que no se han contaminado con las mañas de los partidos, nadie se propone para un cargo; es la comunidad la que los selecciona, los propone y los elige, a veces contra su voluntad. Se fijan en sus cualidades, en los servicios que ha dado, y sobre todo en su amor desinteresado al pueblo. Si se corrompe y los defrauda, de inmediato convocan asamblea y lo cambian. Esa es otra forma de democracia sin partidos políticos, muy valiosa. Los pueblos originarios también pueden aportar su experiencia y sabiduría, y no hay que menospreciarlos.
Pensar
El Papa Francisco, en su visita a nuestro país en febrero de 2016, dijo a los líderes políticos y sociales en Palacio Nacional: “Un futuro esperanzador se forja en un presente de hombres y mujeres justos, honestos, capaces de empeñarse en el bien común. La experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo.
El pueblo mexicano afianza su esperanza en la identidad que ha sido forjada en duros y difíciles momentos de su historia por grandes testimonios de ciudadanos que han comprendido que, para poder superar las situaciones nacidas de la cerrazón del individualismo, era necesario el acuerdo de las Instituciones políticas, sociales y de mercado, y de todos los hombres y mujeres que se comprometen en la búsqueda del bien común y en la promoción de la dignidad de la persona.
Una cultura ancestral y un capital humano esperanzador, como el vuestro, tienen que ser la fuente de estímulo para que encontremos nuevas formas de diálogo, de negociación, de puentes capaces de guiarnos por la senda del compromiso solidario. Un compromiso en el que todos, comenzando por los que nos llamamos cristianos, nos entreguemos a la construcción de «una política auténticamente humana» y una sociedad en la que nadie se sienta víctima de la cultura del descarte.
A los dirigentes de la vida social, cultural y política, les corresponde de modo especial trabajar para ofrecer a todos los ciudadanos la oportunidad de ser dignos actores de su propio destino, en su familia y en todos los círculos en los que se desarrolla la sociabilidad humana, ayudándoles a un acceso efectivo a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda adecuada, trabajo digno, alimento, justicia real, seguridad efectiva, un ambiente sano y de paz.
Esto no es sólo un asunto de leyes que requieran de actualizaciones y mejoras —siempre necesarias—, sino de una urgente formación de la responsabilidad personal de cada uno, con pleno respeto del otro como corresponsable en la causa común de promover el desarrollo nacional. Es una tarea que involucra a todo el pueblo mexicano en las distintas instancias tanto públicas como privadas, tanto colectivas como individuales”.
Actuar
Si alguien tiene un cargo público, ejérzalo con justicia y amor a los demás. Si alguien aspira a un puesto, edúquese en el servicio permanente a la comunidad. Si no lo eligen en una votación, siga desgastando su vida en bien de los demás; es lo que más lo colmará de satisfacción. Si alguien está siendo extorsionado, no responda con violencia o altanería, porque los armados se sienten omnipotentes y no entienden razones. Si alguien anda metido en esos grupos, conviértase de corazón: ame a Dios y ame a su prójimo. Su vida dará un giro de 90 grados y su conciencia le permitirá vivir y dormir tranquilo.