La vida familiar del directivo de empresa (II)

Los Cuatro Demonios Domésticos: Desafíos para el Directivo en el Hogar

Hace unas semanas escribí una breve reflexión sobre la confusión de contextos que sufrimos cuando evaluamos las acciones de la vida familiar con los criterios del entorno laboral. Ahora, quisiera completar esas ideas con cuatro peligros, que según Juan Luis Lorda, nos amenazan en casa.

Este autor los denomina como los “cuatro demonios domésticos”, y son circunstancias con las que tendremos que lidiar siempre para que el ambiente familiar sea acogedor y no agote. El primero de estos peligros es la proximidad. En el ámbito familiar no hay distancia. No se coincide con los demás solo cuando uno está bien peinado y lavado; o cuando está totalmente despierto y en todas sus capacidades, como si sucede en el ámbito laboral. En casa, uno está en vitrina las 24 horas del día y los 7 días de la semana. Por eso, se pueden generar con facilidad situaciones de tensión; y muchas de ellas, causadas por detalles insignificantes, pero que nos han afectado en momentos en los que tenemos las “defensas bajas”.

Este peligro siempre está y estará presente, aunque no se perciba, incluso entre los miembros de la familia que mejor se llevan. Por eso, hemos de estar alerta para que una pequeña chispa no se convierta en un incendio que amenace con quemar toda la casa. Y para eso, pienso que la mejor actitud nace de ser consciente de esta realidad de la convivencia humana y de estar alerta.

El segundo peligro es la impertinencia. En el ambiente familiar, el grado de confianza es tan alto, que se genera espontáneamente un juego familiar en el que todos participan. El juego consiste en molestar al otro; y en dar, precisamente, en aquello que más molesta. Y lo curioso es que el modo de divertirse familiar es observar cómo el otro se molesta. Por eso, no es raro que los hermanos menores molesten a los mayores sacando en la mesa las situaciones que los dejan en ridículo, o que los mayores fastidien a los menores riéndose de algún defecto: el tamaño de las orejas o la necesidad de seguir usando pañales.

Este modo de diversión familiar tiene el peligro de herir y de generar resentimientos; y por eso, lo que convendría es tener medida, y no seguir molestando cuando uno ya se percató la vez anterior del comentario, que él no fue nada oportuno. El secreto es la medida; por lo demás, es parte de la vida familiar.


El tercer peligro es el caos. Una casa sin orden agobia, y por tanto, no hay tranquilidad ni el descanso que uno esperaría tener. En consecuencia, conviene un cierto horario: levantarse, desayuno, almuerzo, comida y acostarse. El horario familiar no solo es una ayuda para la convivencia; también es un requisito importante para la salud física y mental de cada uno de los miembros del hogar. Un médico psiquiatra, profesor del IESE, nos explicaba a los profesores del PAD que el organismo humano funciona biológicamente mejor cuando el cuerpo tiene rutinas fijas. Y por eso, él nos aconsejaba que tuviéramos unas horas fijas para levantarnos, desayunar, almorzar, comer y acostarnos.

Además del horario, también conviene el orden material. El hogar no es un lugar para dejar todo por todas partes. Y en el orden de la casa, todos podemos y debemos colaborar. El caos también lo causan los gritos que provienen de servicios que nadie desea asumir. Todos estos detalles generan un ambiente de carencia de coordinación que hace que la vida familiar sea poco grata, y que canse. Para modificarlo, lo mejor es el ejemplo, pero sin reclamar que los demás hagan lo mismo. La educación siempre es por imitación. Basta hacer, seguir haciéndolo y no reclamar que los demás lo hagan. Terminarán haciéndolo, aunque tomará tiempo.

El cuarto peligro es el aburrimiento, es decir, que con facilidad se implantan unas rutinas. En el hogar, es fácil que se instale la argumentación del siempre se ha hecho así; y que, por tanto; todas las semanas se siga la misma rutina. La inercia nos suele ganar. Sin duda, estas rutinas son las que crean tradiciones en las familias; pero de lo que también debemos ser conscientes es que conviene cierta dosis de sorpresa y de innovación para generar dinamismo y expectativa. Esto supone un poco de esfuerzo, especialmente de quienes hacen cabeza. Por tanto, conviene tenerlo en cuenta: es parte de la tarea. Una frase muy sugerente es la siguiente: “adivinar es servir”. En la vida familiar, hay que ser un tanto adivino: qué sorprenderá a los demás, qué agradará.

Espero que estas breves reflexiones nos ayuden a identificar de modo concreto las expresiones de estos peligros en nuestra propia casa. Siendo más conscientes de ellos, podremos procurar no caer en ellos. Con seguridad mejorará la calidad de la vida familiar; y como consecuencia, también la calidad de nuestra actividad directiva.