Faltan director@s de escuela

Crisis de autoridad y vocación

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Acabándose el curso escolar toca hacer las previsiones para el nuevo y en bastantes casos es un problema encontrar director para los centros educativos. En las webs corporativas se pide esta figura como oferta de trabajo, puesto que no hay candidatos entre los docentes.  Institutos religiosos dedicados a la enseñanza, ante la falta de vocaciones, se ven obligados a reemplazar a los religiosos por seglares y encuentran verdaderas dificultades ante la de voluntarios para el cargo.

¿Por qué hay que poner anuncios para cubrir un puesto de trabajo que antes era deseable?  Es cierto que, en el caso de las congregaciones religiosas, eran los miembros dela congregación los que ocupaban los cargos directivos con mayor o menor acierto. Y que en la mayoría de los casos no se estaba suficientemente preparado. Pero la vocación y el esfuerzo iban forjando la experiencia.

Según expertos para ser director, además de las capacidades de empatía, cercanía con docentes y alumnos, eficiencia, fortaleza emocional y de la preparación técnica suficiente, se requiere además una vocación de líder moral que consiste más, en la disponibilidad para la ayuda que, en la imposición, pero sin caer en el servilismo.  Es decir, saber motivar.  El papa Francisco en la misa del 14 de enero del 2020 afirmaba además: «La autoridad se muestra en esto: coherencia y testimonio, Jesús enseñaba como uno que tiene autoridad». El evangelio de Marcos (Mc 1,21b-28) nos cuenta que Jesús enseñaba en el templo, y la reacción que suscita entre la gente su manera de actuar con «autoridad», al contrario de los escribas. La autoridad» «que no consiste en mandar y hacerse oír, sino en ser coherentes, ser testigos y por eso, ser compañeros de camino en la vía del Señor».

Pero si dichas capacidades ya cuesta adquirirlas, a ellas debemos de sumarle otras como ser un malabarista de los recursos tanto materiales, como personales.

Y para hacerlo más difícil todavía, asumir una carga de trabajo mayor que sus compañeros, cuando la compensación económica no llega a cubrir las horas que se trabaja demás.

Pero hay dos razones que pertenecen más a la época actual que a la coyuntura estructural de la enseñanza. Una es la crisis de autoridad y la otra el individualismo que defiende su parcela, situando las preferencias personales por encima del bien común.

La primera, la autoridad, se resiente cuando se confunden las atribuciones del cargo con los deseos personales del que manda. Se tiende a preferir la asamblea sin dirigentes a un debate, por ejemplo, dirigido por un moderador.

En las asambleas, aparentemente, nadie se impone por encima de los demás, siendo el paradigma de auténtica democracia. Pero a poco que se ahonde en el tema, no todos tienen las mismas oportunidades. Las aptitudes para hablar en público no son las mismas en todos, así como la fluidez verbal, por ejemplo. Los conocimientos en la materia y sobre todo la capacidad de resistir la mordaza que supone la necesidad de quedar bien. ¿Quién acaba imponiéndose en las asambleas? Los más fuertes dialécticamente.  Una asamblea dirigida con autoridad por alguien que sabe que algunos tienen dificultad para expresarse, o por alguien que ayuda a la reflexión, se convierte en un debate dirigido dónde el que dirige tiene una idea clara de los que hay que dirimir. La autoridad del que la dirige evita que  salgan pequeños dictadores que van imponiendo sus criterios. Pensemos, por ejemplo, cuando hay que votar algún tema. El resultado es diferente si se vota a mano alzada o con papeletas.

La mala prensa de la autoridad viene dada por que se cree que hace renunciar a las propias decisiones en pro de las decisiones del que dirige. No es así. La propia acción o trabajo debe de estar a disposición del proyecto común. El que dirige, lo hace también cumpliendo un mandato. Es depositario de la buena disposición de los demás para ordenar la acción. Siendo así, la autoridad es un servicio. Cuando no lo es, se convierte en autoritarismo.

La crisis de autoridad viene dada, tanto por lo expuesto hasta ahora, cómo por la falta de definición del modelo de líder o responsable. Hace años, el rol de un maestro, o de un director de escuela, estaban muy definidos.  Se tenía autoridad para tomar decisiones, puesto que eran respaldadas por la misma comunidad. Había una jerarquía. Se podía llegar al cardo sin mucha experiencia, pero el mismo sistema iba facultando a la persona elegida para el cargo.

Había un reconocimiento social y material hacia la persona investida de la autoridad correspondiente. El señor director o la señora directora ejercían apoyados por el resto de la sociedad. Hoy se les exige cuentas de todo y se les limita en sus decisiones. Jerarquía es gobierno. Y gobierno es servicio.


El segundo factor en crisis es no tener en cuenta el trabajo para un proyecto global. Si todo son individualidades que se coordinan lo mínimo, donde cada uno gestiona su capilla sin importar el todo del proyecto, se hace difícil el gobierno. Se prefiere quedarse en la propia aula que desgastar-se en crear y facilitar la cohesión de un proyecto educativo.

Hay una fábula que cuenta como un viajero llega a una ciudad donde se encuentra con un hombre que sudaba copiosamente mientras picaba una piedra. El viajero preguntó al hombre qué estaba haciendo, a lo que éste respondió bastante malhumorado: “¿Es que no lo ves? Estoy picando piedras, tengo mucho calor, mucha sed y me duele la espalda, así que mejor déjame en paz”.  El viajero continuó caminando y un poco más adelante vio a otro hombre que también estaba picando piedras aunque con algo de mejor cara. Volvió a hacerle la misma pregunta y el segundo hombre respondió: “Estoy trabajando para ganarme la vida, levantando una pared de piedra. Es duro, pero me pagan lo suficiente para vivir sin estrecheces”.

El viajero siguió su camino y se encontró con un tercer hombre que golpeaba vigorosamente una gran piedra con su pico. Le hizo la misma pregunta que a los dos anteriores. El hombre detuvo su trabajo, sonrió y respondió: “Estoy construyendo una catedral”.

Es necesario implicar a todos en el proyecto y para ello se impone pasar de lo concreto personal a lo comunitario. Generar recursos para que eso pueda ser requiere una inversión de tiempo y esfuerzos para ayudar a los docentes a ser equipo. En las escuelas religiosas, al participar y definir un modelo de enseñanza basado en el carisma fundacional, es más fácil evidenciar el proyecto.

Cualquier docente con vocación prefiere dedicarse antes a la enseñanza que a la dirección. Pero el trabajo de coordinar hace que las piedras de la fábula anterior se conviertan en catedral.

Acabamos de celebrar el día de los apóstoles Pedro y Pablo, dirigentes de comunidades. Ejercieron la autoridad como servicio y trabajaron por dotar a la iglesia de estructura, adaptándola a las necesidades del momento. El papa francisco, en el ángelus de la festividad, ha destacado precisamente eso: La autoridad, si no se ejerce como servicio se convierte en dictadura.

En el día del papa vemos las dificultades de ejercer la autoridad ante los desaires a su magisterio. La falta de visión global de los que tienen que ser la iglesia hoy día, también está siendo una dificultad. Se defiende la capillita particular. Se está confundiendo a la iglesia con una especie de partido político.

Ejercer la autoridad y desarrollar un proyecto común son necesarios no solamente para el funcionamiento de la escuela, sino que pedagógicamente educan al alumno para la responsabilidad y el bien común. Dirigir ordenar es también asumir responsabilidades. Es una postura muy cómoda no mandar para no comprometerse ante los resultados. Debiera ser obligatorio aprender a ejercer la autoridad. Cuando se piensa en un proyecto común y se realiza es porque alguien se ha responsabilizado alguien del mismo.

En los días posteriores a la solemnidad de san pedro, muchas diócesis acostumbran a publicar los nombramientos párrocos y de cargos pastorales. Cada vez, los obispos lo tienen más difícil.  Se añade entonces, además de la crisis de autoridad y la vocación de trabajar por el Reino, el sacrificio. Un tema que da para otro artículo: la crisis del sacrificio en el trabajo. Jesús sigue siendo modelo de entrega generosa, de servicio a la humanidad y de autoridad ante el mal. Él es el gran pedagogo para la plenitud de vida.

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