El cardenal Felipe Arizmendi, obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas y responsable de la Doctrina de la Fe en la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), ofrece a los lectores de Exaudi su artículo semanal titulado “Sínodo y obispos”.
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MIRAR
En algunas regiones de la Iglesia, se exige como un derecho que las comunidades locales sean tomadas más en cuenta para elegir a sus obispos, o para quitarlos. Así se hizo en algunos casos de la historia remota. Sin embargo, la experiencia secular de la Iglesia, con la asistencia del Espíritu Santo, ha legislado la forma de proceder en la selección de candidatos al episcopado, o en su remoción, tomando en cuenta al Pueblo de Dios, pero no en forma democrática, con mítines y propagandas, con presiones y manipuleos interesados, sino con consultas muy reservadas, protegidas por el secreto pontificio.
¿Cómo se procede para elegir a un obispo para una diócesis o arquidiócesis? Cuando una diócesis queda vacante, por la muerte de su obispo, o porque se le acepta la renuncia por edad o por otros motivos, o cuando se va a elegir a un obispo auxiliar, el Nuncio Apostólico de cada país inicia una amplia consulta no sólo a obispos y cardenales, sino también a sacerdotes, religiosas y laicos. Se nos piden 30 nombres a quienes consultar, para pedirles que propongan libremente candidatos de la propia diócesis o de otro lugar, o para preguntarles en concreto sobre un candidato que se haya propuesto; se insiste en que las personas consultadas no sean sólo sus afines, sino que lo conozcan bien e informen con verdad y libertad. Hace muchos años, propuse a un sacerdote para equis diócesis, porque lo consideraba idóneo, pero en la consulta que se hizo a personas de la diócesis en donde vivía, informaron que tenía un hijo, lo cual lo inhabilitaba para este servicio. Ya no se le nombró obispo. Esto nadie lo sabe, porque son consultas muy reservadas.
No faltan sacerdotes que desean ser obispos, porque no conocen lo complicado que es este ministerio. Por ello decía el Papa Juan Pablo II, en latín: “Volentibus, nolumus”; es decir, a los que desean ser obispos, los rechazamos. Si alguien se hace campaña, eso mismo lo descalifica. Por otro lado, un alto porcentaje de candidatos propuestos, cuando de Roma les llega la notificación oficial, no aceptan, porque no se consideran aptos para esta encomienda. Cuando el 31 de enero de 1991, Mons. Prigione, Delegado Apostólico en aquel tiempo, porque aún no era Nuncio, me llamó a la Nunciatura y me dijo que el Papa Juan Pablo II me solicitaba ir como obispo a Tapachula, le pedí tiempo para ir a hacer oración en el Sagrario. Después de un buen rato, regresé y le dije que no encontraba motivos graves para no aceptar y que mis padres y formadores me habían enseñado a estar disponible para los servicios que se me solicitaran; el 7 de febrero siguiente se informó oficialmente de mi nombramiento para esa diócesis. No es que yo me considerara apto, sino sólo disponible para servir. Dios ha sido extremadamente generoso conmigo. ¡Bendito sea!
En cambio, cuando, el 12 de enero de 2000, el mismo Papa me solicitó dejar Tapachula e ir a San Cristóbal de Las Casas, como sucesor de Mons. Samuel Ruiz, me resistí de varias formas, porque no me consideraba idóneo para esa diócesis, aunque siempre manifesté mi disposición de ir a donde se me solicitara. El 31 de marzo siguiente, se hizo público mi traslado para allá.
DISCERNIR
Jesús a nadie consultó para elegir a sus doce apóstoles, en particular a Pedro, sino sólo pasó largo tiempo en oración con su Padre, asistido siempre por el Espíritu Santo. Los eligió libremente, y aunque mucho le fallaron, los fue educando para la tarea que les confiaba: continuar su propia misión.
¿Qué se dijo en la reciente primera asamblea del Sínodo de los Obispos? Resalto sólo algunos puntos:
Convergencias en que todos estuvieron de acuerdo:
“La figura del Obispo puede entenderse adecuadamente en el entrelazamiento de las relaciones con la porción del Pueblo de Dios que le ha sido confiada. Como principio visible de unidad, tiene en particular la tarea de discernir y coordinar los diferentes carismas y ministerios suscitados por el Espíritu para el anuncio del Evangelio y el bien común de la comunidad. Este ministerio se realiza de manera sinodal cuando el gobierno se ejerce en la corresponsabilidad, la predicación por la escucha del Pueblo fiel de Dios, la santificación y la celebración litúrgica por la humildad y la conversión.
El obispo es visto como el padre de todos; en las sociedades secularizadas, en cambio, hay una crisis de su autoridad. Es importante no perder de vista el carácter sacramental del episcopado, para no asimilar la figura del obispo a una autoridad civil.
Las expectativas sobre el obispo son a menudo muy altas, y muchos obispos se quejan de una sobrecarga de compromisos administrativos y jurídicos, lo que dificulta la plena realización de su misión. El obispo también tiene que asumir su propia fragilidad y limitaciones y no siempre encuentra apoyo humano y respaldo espiritual. La dolorosa experiencia de la soledad no es infrecuente. Por eso es importante, por una parte, volver a centrarse en los aspectos esenciales de la misión del obispo y, por otra, cultivar una auténtica fraternidad entre los obispos y con el presbiterio”.
Cuestiones que se deben abordar y analizar:
“Es necesario profundizar aún más el significado del vínculo de reciprocidad entre el Obispo y la Iglesia local. La cuestión de la relación entre el sacramento del Orden y la jurisdicción debe ser examinada en profundidad.
Algunos obispos expresan su malestar cuando se les pide que intervengan en cuestiones de fe y moral sobre las que no hay pleno acuerdo en el episcopado. Es necesario seguir reflexionando sobre la relación entre la colegialidad episcopal y la diversidad de puntos de vista teológicos y pastorales. Es necesario desarrollar más las estructuras dedicadas a la prevención de abusos. Conciliar el papel de padre y de juez”.
Propuestas:
“Se han de activar, en una forma jurídica a definir, las estructuras y los procesos para regular la acción del Obispo, en relación con el estilo de su autoridad, la administración económica de los bienes de la diócesis, el funcionamiento de los organismos de participación y la atención a los casos de cualquier tipo de abuso. La cultura de una rendición de cuentas es parte integrante de una Iglesia sinodal que promueve la corresponsabilidad, así como una posible salvaguardia contra los abusos.
La Asamblea pide que se revisen los criterios de selección de los candidatos al episcopado, También pide una consulta más amplia al Pueblo de Dios, escuchando a un mayor número de laicos, consagrados y consagradas, y procurando evitar presiones inadecuadas”.
ACTUAR
Pidamos al Espíritu Santo que ilumine a su Iglesia para el modo más adecuado de proceder, tanto en la selección de candidatos al episcopado, como en su remoción de una diócesis. Y si a alguien de ustedes le consultan en estos casos, aporte su palabra con libertad y con toda verdad.