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Felipe Arizmendi

Voces

06 febrero, 2025

5 min

Cardenal Arizmendi: Raíces de la Violencia

Las causas profundas de la violencia y el papel crucial de la familia y la fe en la construcción de una sociedad más pacífica

Cardenal Arizmendi: Raíces de la Violencia

El cardenal Felipe Arizmendi, obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas y responsable de la Doctrina de la Fe en la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), ofrece a los lectores de Exaudi su artículo semanal.

HECHOS

Hay personas que ya no quieren ver noticieros, porque hay muchas notas rojas y no se quieren deprimir más. En efecto, los medios informativos relatan asesinatos, desapariciones, robos, secuestros, quema de negocios, narcotráfico, extorsiones, fosas clandestinas, accidentes, riñas, feminicidios, tala de árboles, guerras y cosas semejantes. Sin embargo, esa es nuestra realidad y no podemos cerrar los ojos. ¿A qué se puede deber tanta descomposición social? Los gobiernos tienen su responsabilidad y deberían combatir con más efectividad la delincuencia, para que no se les acuse de estar aliados con los grupos criminales; pero hay muchas otras causales de la violencia; comento sólo las siguientes.

En la mayoría de los casos, la raíz está en familias descompuestas por la violencia intrafamiliar, por unos padres ausentes, violentos o alcohólicos, por no educar a los hijos en valores morales y por buscar éxito sin un trabajo honrado. La separación de los padres causa un daño terrible e impredecible. Aunque hay casos en que es justificable, la mala semilla ya se sembró. En cambio, padres trabajadores, responsables, exigentes pero justos y amables, cercanos y dialogantes, como son la mayoría, son cimientos para no contaminarse con malas amistades y con un medio ambiente violento. Conozco el caso de un líder criminal local, cuyos padres son muy buenos y le inculcaron principios cristianos; pero emigró a los Estados Unidos y allá se juntó con bandas delincuentes que le enseñaron varias mañas; ahora es parte de La Maña; está seducido por el dinero que, extorsionando a sus propios paisanos, ahora tiene en abundancia. Varias veces lo expulsaron de allá, por andar borracho y drogado. Sus padres lo desconocieron, porque nunca le enseñaron ese camino. A pesar de proceder de una buena familia, el medio ambiente lo dañó. He hablado con él, invitándole a cambiar de vida, pero me dice que no puede, por las cadenas con que se ha comprometido.

¿La pobreza es causa de que haya personas violentas? ¿Se resuelve dando dinero a los pobres, ofreciéndoles oportunidades de trabajo y de estudio? Ciertamente esto ayuda, pero la pobreza no es la causal más sobresaliente. Conozco a miles de personas pobres que son trabajadoras, honradas, solidarias, pacíficas y buenos ciudadanos. Está muy bien que el gobierno les ofrezca trabajo y estudio con becas, pero a muchos eso no les interesa; lo que buscan es sacar dinero a como dé lugar. Hay que atender y remediar las causas de la violencia con programas de gobierno, pero también someter a las bandas criminales. Todos sabemos quiénes son sus líderes y dónde viven, pero nadie los denuncia, por temor a represalias. El gobierno debe seguir buscando formas de controlar y evitar su dominio entre nosotros, no por las amenazas de Donald Trump, sino por su obligación de cuidar la paz social.

Una de las causales más profundas de que haya personas violentas y asesinas, es que se han alejado de Dios; su dios es el dinero, el placer y el poder a base de armas. Aunque la mayoría se declaran creyentes, su fe en Dios es muy raquítica. Si aceptaran a Dios en su corazón, se vida sería totalmente distinta. Y una buena educación religiosa empieza por la familia, con el apoyo cercano de su parroquia.

ILUMINACIÓN

Los obispos mexicanos, en el Proyecto Global de Pastoral 2031+2033, enunciamos otras posibles causas y ofrecemos el camino de Jesús para llevar otra vida:

“El panorama social se ha ido ensombreciendo paulatinamente por el fortalecimiento alarmante del crimen organizado que tiene múltiples ramificaciones y un entorno internacional que lo alimenta y fortalece, corrompiendo la mente y el corazón de personas y autoridades.  La introducción de una narco-cultura en nuestra sociedad mexicana, de conseguir dinero rápido, fácil y de cualquier forma, ha venido a dañar profundamente la mente de muchas personas, a quienes no les importa matar, robar, extorsionar, secuestrar o hacer cualquier cosa con tal de conseguir sus objetivos. Hechos tristemente exaltados cada día como material mediático por los medios de comunicación. Son muchas las causas que alimentan esta hoguera y que mantienen encendida esta llama de dolor: la pérdida de valores, la desintegración familiar, la falta de oportunidades, los trabajos mal remunerados, la corrupción galopante en todos los niveles, la ingobernabilidad, la impunidad, etc. Esta sociedad que tendría que ofrecer a todos los ciudadanos las condiciones necesarias para vivir con dignidad, está dañada y es necesario que todos como miembros de ella tomemos conciencia de esta realidad y nos hagamos responsables, para que pueda cumplir como un espacio de vida digna para todos sus miembros” (PGP 57).

“Para Dios no hay causas perdidas, no se da por vencido donde los hombres podemos ver sólo oscuridad y vacío. El Resucitado es el Crucificado, su historia humana no quedó anulada con la resurrección; al contrario, la humanidad de Jesucristo ha quedado incorporada en el abrazo eterno de la comunidad de amor trinitario. En la humanidad glorificada de Jesucristo Resucitado está también la nuestra. Esta es la raíz de nuestra esperanza; celebrar su Pascua es vibrar con el misterio de su resurrección” (PGP 126).

ACCIONES

Que nuestras familias se distingan por su armonía, por su respeto mutuo, por su trabajo honrado, por su solidaridad con parientes y vecinos, por su tolerancia y fidelidad en las crisis, por su fe en Dios y su vivencia del amor fraterno. Seamos constructores de paz familiar y social.

Felipe Arizmendi

Nacido en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.