Caballero de la lengua, andante del espíritu

Lo conocí cuando, a lomos de la novela caballeresca de procedencia artúrica, él ejercía el Decanato de Estudios Generales en la Universidad Simón Bolívar. A poco de encontrarnos predominaron en nuestras charlas los comentarios sobre el lagrimeo por litros en decenas de aventuras caballerescas. Ambos impartíamos, con diferentes enfoques, estudios generales sobre El Quijote a estudiantes de ingeniería, matemática pura, biología y computación –también hemos sido Quijotes frente al pizarrón–, a los que él añadía cursos sobre Mariano Picón Salas y libros de caballerías, sus dos pasiones literarias”

CRISTIAN ÁLVAREZ / UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR

“Y subida alto en el gran cadalso, como vio el cuerpo de Tirante, el corazón se le quiso quebran- tar, y la ira le forzó el ánimo a poder subir sobre la cama y con muchas lágrimas se echó sobre el cuerpo de Tirante… ¡Dejádmele besar muchas ve- ces por contentamiento de mi ánima! Besaba al frío cuerpo la afligida señora con tanta fuerza que se quebró las narices, de las cuales le salió mucha sangre, que los ojos y la cara tenía llena de ella, y todos los que le veían llorar lanzaban muchas lá- grimas de dolor y compasión”1. De no haber sido por Cristian Álvarez me habría perdido la lectura de ese beso violento, sangrante y lacrimoso, qui- zás el más apasionado de la literatura registrada al oeste de la Jerusalén pretendida por cruzados y caballeros. Lo conocí cuando, a lomos de la novela caballeresca de procedencia artúrica, él ejercía el Decanato de Estudios Generales en la Universidad Simón Bolívar. A poco de encontrarnos predomi- naron en nuestras charlas los comentarios sobre el lagrimeo por litros en decenas de aventuras ca- ballerescas. Ambos impartíamos, con diferentes enfoques, estudios generales sobre El Quijote a estudiantes de ingeniería, matemática pura, bio- logía y computación –también hemos sido Quijo- tes frente al pizarrón–, a los que él añadía cursos sobre Mariano Picón Salas y libros de caballerías, sus dos pasiones literarias. De allí en adelante co- nocí un hombre cuya integridad intelectual en el cultivo de las humanidades y el ejercicio del géne- ro ensayístico se combinaron con una modestia y un bajo perfil público que nos aturdían por su sencillez silenciosa, mas no desapercibida en su entorno inmediato. Con toda justicia, al cabo de tres décadas largas entregadas al ejercicio litera- rio y su correspondiente siembra docente, Cris- tian Álvarez ha subido al techo académico –Sillón “W” de la Academia Venezolana de la Lengua–, sin pretender aplausos ni fanfarrias, tan solo que su obra pase por el tamiz en la mirada del lector.

Nacer para el ensayo

Hay curiosas coincidencias en la vida y en la his- toria intelectual de Cristian Álvarez. Roberto Lo- vera De Sola publica El ojo que lee en 1992, donde incluye el capítulo “A propósito del ensayo vene- zolano”2. Ahí no figura Cristian, a pesar de que escribirá penetrantes estudios cercanos a una fi- lología muy personal. En conciso examen del pa- norama literario nacional Lovera De Sola clasifica la producción ensayística del país a partir de 1960, pero Cristian era un recién nacido en 1959; no ha- bía cómo insertarlo en el acucioso trabajo. Lovera atribuye al género cuatro o cinco variadas tenden- cias: el ensayo estético, el de ideas, el crítico-litera- rio, el ensayo “a secas”, el investigativo, el de corte psiquiátrico vestido de buena literatura por mé- dicos de profesión – “mucho de lo publicado por Abel Sánchez Peláez son ensayos propiamente dichos”–, en fin, efectúa un registro minucioso de quienes se han atrevido a escribir sin cortapisas ni temores, bañando de libertad su pensamiento. Pero la ausencia temporal de Cristian Álvarez en el panorama literario desaparecería ese mismo año del Quinto Centenario americano, cuando pronuncia en el Connecticut College estadouni- dense la conferencia Don Quijote como signo de la Historia de América, luego publicada por la Uni- versidad Simón Bolívar3, sesuda y sentida inter- pretación del “hombre de frontera” amarrado a la disputa perpetua entre el ser, el estar y el soñar, es decir, la esencia continental del criollo triple-mes- tizado en quien el plano espiritual enmarca el dile- ma existencial en permanente conflicto, a veces al extremo de la desgracia. “Esta tragedia –expresa Cristian–, la pugna y tensión entre estas dos vi- siones caracterizarán también los sucesos pos- teriores y aun nuestra historia contemporánea”. Dos años antes Álvarez había dado a luz Ramos Sucre y la Edad Media: el caballero, el monje y el trovador4, en cuya introducción declara su propia actitud frente al libro por leer: “Confieso que soy aficionado al estudio de la historia, pero prefiero aún más ese mundo mágico de leyendas, ese mun- do mítico que revela que el alma y los deseos y obsesiones del hombre casi son los mismos a tra- vés de todas las épocas”. En ese instante Cristian inicia su andadura intelectual y pública, y conecta con el objetivo final formulado por otros intelectos del pensamiento venezolano y latinoamericano: radiografiar el espíritu, buscar las almas, o sea el humanismo desnudo y puro con proyección místi- ca. Empezando por el mismo Mariano Picón Salas de sus desvelos productivos, cuya obra completa compila junto con Guillermo Sucre, Cristian re- conoce la españolidad de ese merideño en perma- nente vocería a favor de la constatable “unidad espiritual del mundo español”5. Como emulando al Alonso Quijano aburrido pero inconforme, el signo quijotesco de América inaugura el aporte literario e historiográfico de Cristian Álvarez a la cultura finisecular, de la mano con aquellas otras mentes anteriores y múltiples en el sentir huma- nístico y venezolanista. Cristian permanecía ge- neracionalmente fuera de la órbita ensayística del también académico Roberto Lovera De Sola, pero ahora, codo con codo en la Academia, quizás prueben intercambios y redacciones de sueños quijotescos en ese género llamado ensayo que el neo-académico abona y cultiva esparciendo una sal metafísica en sus escritos.

El resto de la obra: un humanismo místico

En pleno viraje electoral de la Venezuela ansio- sa e históricamente descuidada, Cristian Álva- rez publica en 1999 Salir a la realidad: un legado quijotesco6. La primera parte, titulada con acier- to “La herencia”, incluye el ya comentado signo quijotesco en la historia de América, sumando co- mentarios sobre Ramos Sucre y Picón Salas. De este último Cristian realiza una glosa final para coronar el subcapítulo “Escribir en la Tierra de Gracia”, donde el amor por la belleza del arte y la naturaleza contrarrestan “la desaforada historia del siglo XX”. En el volumen también chisporro- tean Jorge Guillén, Jorge Luis Borges, Guillermo Sucre, pero es el epígrafe “Libros sobre la infan- cia” acerca de “una plenitud que se tuvo” lo que más enamora a los ojos espectadores. Agradece el lector la oportunidad de regresar a la niñez lecto- ra, donde lo único carente de plenitud eran la baja estatura y los pantalones cortos. Por otra parte, tratándose de totalidad humana trascendente, en La “varia lección” de Mariano Picón Salas: la conciencia como primera libertad, publicada poco después en México7, hay un sugerido encuentro de intelectuales convocados por Cristian alrede- dor de una mesa gigantesca, no necesariamente redonda como la del rey Arturo y sus heroicos caballeros, sino poliédrica y vibrante, adaptada a una diversidad de pálpitos en derredor de la cul- tura secular y el arado del espíritu con sus ele- mentos constitutivos. Más de 130 autores citados o parafraseados a partir del desglose humanístico marianista exigen lecturas consecutivas, no por una densidad conceptual impenetrable, sino por la fruición lectora de quien se atreve a degustar el plato del ensayo sin límites estéticos. Proliferan páginas cuyas cuatro quintas partes correspon- den a notas al pie, especie de segundo volumen paralelo por si acaso alguna insatisfacción lecto- ra exige más plato fuerte para consumir. En to- no interpretativo mayor del ensayo sobre Picón Salas, la exploración de una espiritualidad histó- ricamente protagonizada por algunos santos, en- tre muchos otros seres puros, resulta estorbada por endemoniados, –Robespierres, Lenins, Mus- solinis, Hitlers o Stalins– empeñados en imponer inmóviles ideologías tornadas en exclusivas doc- trinas genocidas, propugnadas por una insepulta galería demoníaca al comienzo del tercer milenio. Ante la amenaza totalitaria, don Mariano propo- ne “que el sentido ecuánime de una conciencia en ejercicio apunte hacia la necesaria traducción de los valores de justicia y equidad en la realidad, pe- ro, eso sí, sin que ello pueda menoscabar un ápice la libertad responsable del hombre”. Es la base ideológica sobre la cual se abre el camino hacia la meta espiritual, una constante en los textos de Álvarez y sus autores preferidos.


Cuatro ensayos componen el volumen Diálogo y comprensión: textos para la Universidad8, publi- cado en medio de las tensiones políticas del siglo recién abierto a la nación y a la Universidad Si- món Bolívar, mientras Cristian continúa llevan- do en ristre sus lanzas quijotescas a caballo de la convulsa realidad venezolana. Antes de asumir la dirección de la editorial universitaria Equinoccio, pone todo su esfuerzo en crear la carrera de Estu- dios y Artes Liberales en La Simón, justo cuando Hugh Thomas, el célebre hispanista británico y miembro de la Cámara de los Lores, dice en una ponencia sobre las letras caballerescas: “Yo mis- mo he pasado gran parte de mi vida pretendiendo ser un caballero español”9. A Cristian no le ha- ce falta proclamarlo públicamente: la caballería andante es su fervor intelectual, mientras lucha durante veinte largos años contra la resistencia de las autoridades a levantar la carrera huma- nística, síntoma de un país en visible disolución institucional. Apunta a la reconciliación deseada pero insegura, al diálogo entrecortado pero libre –Mariano Picón Salas y Josef Pieper presentes una vez más–, el respeto al disentir, el reconoci- miento al otro donde esté y como esté, la mancha pegajosa del resentimiento, el estridente mal olor del populismo destructor de la convivencia, la dis- cusión ética y el envanecimiento de los “yos”. La misma Sartenejas barutense recibe de Cristian su ¿Repensar (en) la Universidad Simón Bolívar?10, donde resume, no más comenzar, el medular hu- manismo, pues “resulta esencial para la persis- tencia de la institución y su objetivo fundamental, así como para la nación a la que sirve”. Ese persis- tir institucional, tan sólido durante décadas en la Sartenejas que durante los años 60 desarmó una plaza de toros bravos para desarrollar un campus universitario de 90 hectáreas, nos suena a hoja- rasca cuando una vez al año concurrimos a decla- rar la fe de vida para airear nuestra exangüe jubi- lación, encontrándonos la devastación provocada por el abandono oficial en lugar de los jardines e instalaciones antaño tan admirados. No obstante el desamparo repartido por el campus, el espíritu uesebista continúa planeando sobre techos de te- jas, volando sobre árboles insepultos que se nie- gan a entregar sus almas verdes.

Revelación y coincidencia

En esta ocasión incumplí con el propósito de no hablar, mientras redacto, al autor bajo mi reseña, pero me excuso porque la amistad propone com- plicidades inevitables. Convencido del carácter místico de su humanismo, pregunté a Cristian si sabía de alguien que hubiese utilizado anterior- mente tal concepto. En segundos me envió “El hu- manismo místico de María Zambrano”, por Barto- lomé Lara Fernández11. Una epifanía inesperada me golpeó la cara con un puñetazo inmaterial, pleno de profundidades luminosas. Lara Fernán- dez desglosa tal humanismo en la Zambrano, su permanente toque a lo insondable cercano, la idea conocida por la historia como espíritu, tan despre- ciada por el materialismo. Yo, sin saber de usos previos y sin decírselo, había endilgado a Cristian Álvarez una categoría muy propia de su obra, de su vida intelectual, de su ejercicio universitario y de su práctica cristiana. María Zambrano –Pre- mio Cervantes 1988, mujer henchida de barroco existencial–, herida por la guerra civil y expulsada de su tierra española, construyó una obra filosó- fica y poética donde almas multicolores insisten en expresar su perpetuidad ante las descreencias de los hombres. No necesité más convencimiento. Irrumpía así el humanismo místico para aplicarle al Cristian académico. Recordé el arrebato de la novela ejemplar cervantina La fuerza de la san- gre donde Rodolfo, al pegar su boca a los labios de la desfallecida Leocadia, “estaba como esperando que se le saliese el alma para darle acogida en la suya”12. Es el ánima a la que Cristian apunta el dedo para ensayar su opinión sobre un intelectual experto en analizar espíritus nacionales, el Maria- no Picón Salas empecinado en “buscar las rutas de la conciencia”. Gracias a Cristian me quité la tentación de aplicar un cursi como nota a esos episodios donde los llantos pastoriles remedan fuentes desbordadas. En la novela de caballerías el sueño medieval refundido en deseo renacentista rehúye la razón, pues todavía espera los escarceos experimentales para instituirse en pensamiento de avanzada. Hambres, pestes y guerras persua- den al campesino, al villano, al fijodalgo, al noble y al rey en busca de lo maravilloso, restauración a partir de las calamidades repartidas por doquier en feudos y señoríos. Se erige una ficción supre- ma de papel y recorre los pasos de armas en la España reconquistada por el caballero, actor pre- tendiente de lo sublime. Encarna la irrupción del sueño compensatorio que, en palabras de Viña Lis- te, exhorta al soñador a ser otro ser, a buscar una otredad más alta y grandiosa en una itinerancia inacabable13, empresa solo posible entre almas mi- rando hacia arriba. Personifica, a mi entender, el humanismo místico donde Cristian Álvarez tañe la vihuela principal, como caballero andante que, además de arrebatar yelmos dorados, canta el ro- mance Suelen las fuerzas de amor / sacar de quicio a las almas…, cual Quijote contento por enseñar el otro lado de la respiración a los duques, dueñas, doncellas y felinos maliciosos que le arañan el ros- tro, pero no hieren su alma mientras sueña (II, 46). Quizás no sea entonces una forzada casualidad que al nacer Cristian en 1959 la canción Dream Lover de Bobby Darin hubiese vendido millones de copias en todo el mundo, como anunciando la universalidad del hombre a caballo sobre su ideal espiritual rebosante de corazonadas y ensoñacio- nes. Con frecuencia lo llaman Quijote, aunque sus andanzas permanezcan desleídas.

Gerardo Vivas Pineda

  • Libros de caballerías españoles: El Caballero Cifar, AmadísdeGaula,TiranteelBlanco,estudiopreliminar, selección y notas por Felicidad Buendía, Aguilar Ediciones, Madrid, 1954, 1.712-1.713.
  • Roberto Lovera De Sola, El ojo que lee, Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1992, 265-280.
  • CristianÁlvarez,“DonQuijotecomosignodelaHistoria de América”, Estudios: Revista de Investigaciones Literarias, año 3, N° 6, Universidad Simón Bolívar, Caracas, 1995, 117-137.
  • Cristian Álvarez, Ramos Sucre y la Edad Media: el caballero, el monje y el trovador, Monte Ávila Editores, Caracas, 1ª edición 1990, 2ª edición
  • MarianoPicónSalas,DelaConquistaalaIndependencia yotrosestudios,MonteÁvilaEditores,Caracas,1990, introducción de Guillermo Sucre, notas yvariantes de Cristian Álvarez, 90 y 95-96.
  • Salir a la realidad: un legado quijotesco, Monte Ávila Editores Latinoamericana – Equinoccio, Caracas,
  • La“varialección”deMarianoPicónSalas,Abediciones UCAB, Caracas, 2021, 1ª edición Universidad Autónoma de México,
  • Diálogo y comprensión: textos para la universidad, Editorial Equinoccio, Universidad Simón Bolívar, Sartenejas,
  • Hugh Thomas, “La Casa de la Contratación: novelas caballerescas-acciones caballerescas”, Antonio Acosta Rodríguez, Adolfo González Rodríguez y Enriqueta Vila Vilar (coords.), La Casa de la Contratación y la navegación entre España e Indias, Universidad de Sevilla-C.S.I.C.-Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla, 2003, pág. 603.
  • ¿Repensar (en) la Universidad Simón Bolívar?, Editorial Equinoccio, Universidad Simón Bolívar, Sartenejas,
  • BartoloméLaraFernández,“Elhumanismomísticode MaríaZambrano”,ProyecciónLXIX,(2022),247-264.
  • Miguel de Cervantes, “La fuerza de la sangre”, Obras Completas, Editorial Castalia, edición de Florencio Sevilla Arroyo, Madrid, 1999, pág.
  • José María Viña Liste (ed.), Textos medievales de caballerías, Ediciones Cátedra, Madrid, 1993, 17 y 51-52.