El Papa Francisco ha enviado hoy una carta a los participantes del XXVI Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno en curso en Andorra, del 20 al 21 de abril de 2021. En ella habla de otorgar una “particular consideración” a la necesidad de reformar “la arquitectura’ internacional de la deuda, como parte integrante de nuestra respuesta común a la pandemia, pues la renegociación de la carga de deuda de los Países más necesitados”.
En su mensaje, dirigido a la secretaria general de la Secretaría General Iberoamericana, Rebeca Grynspan Mayufis, el Santo Padre, envía su saludo “en un contexto particularmente difícil por los terribles efectos de la pandemia de COVID-19” que “llama a toda la comunidad internacional a comprometerse, unida, con espíritu de responsabilidad y de fraternidad, a enfrentar los muchos desafíos ya en acto, y aquellos que vendrán”.
En primer lugar, Francisco recuerda “a los millones de víctimas y de enfermos”, rogando por ellos y por sus familiares, pues “la pandemia no ha hecho distinciones y ha golpeado a personas de toda cultura, credo, estrato social y económico”.
En esta línea, reconoce los esfuerzos “en la búsqueda de una vacuna efectiva para el COVID-19 en tan breve tiempo”, y reitera que “la inmunización extensiva debería ser considerada como un ‘bien común universal’”, una noción “que requiere acciones concretas que inspiren todo el proceso de investigación, producción y distribución de las vacunas”. Ante ello, considera que “son particularmente bienvenidas las iniciativas que buscan crear nuevas formas de solidaridad a nivel internacional, con mecanismos dirigidos a garantizar una distribución equitativa de las vacunas, no basada en criterios puramente económicos, sino teniendo en cuenta las necesidades de todos, especialmente de los más vulnerables y necesitados”.
Reforma de la deuda
El Pontífice insiste también en que “de esta pandemia tenemos que salir ‘mejores’. De este modo, afirma que es urgente “considerar un modelo de recuperación capaz de generar soluciones nuevas más inclusivas y sostenibles, dirigidas al bien común universal, realizando la promesa de Dios para todos los hombres”.
Para el Obispo de Roma, se debe otorgar una “particular consideración” a la necesidad de reformar “la ‘arquitectura’ internacional de la deuda, como parte integrante de nuestra respuesta común a la pandemia, pues la renegociación de la carga de deuda de los Países más necesitados es un gesto que ayudará a los pueblos a desarrollarse, a tener acceso a las vacunas, a la salud, a la educación y al empleo”. Y este gesto “debe ir acompañado por la puesta en práctica de sólidas políticas económicas y por una buena administración que llegue a los más pobres”.
Por ello, destaca la urgencia “de tomar medidas que permitan el acceso a una financiación externa, a través de una nueva emisión de Derechos Especiales de Giro, llamando a una mayor solidaridad entre los Países, que consienta que los fondos sean destinados para impulsar y alentar el desarrollo económico y productivo, con el fin de que todos puedan salir de la actual situación con las mejores posibilidades de recuperación”.
A continuación, sigue el texto completo de la carta del Papa Francisco
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Carta del Santo Padre
A Su Excelencia
Sra. Rebeca Grynspan Mayufis
Secretaria General
de la Secretaría General Iberoamericana,
Al saludarla atentamente, Sra. Secretaria General, deseo, por medio de la presente, enviar mi saludo a todos los Jefes de Estado y de Gobierno que participan en la XXVII Cumbre Iberoamericana, en un contexto particularmente difícil por los terribles efectos de la pandemia de Covid-19 en todos los ámbitos de la vida cotidiana, que ha exigido enormes sacrificios a cada Nación y a sus ciudadanos, y que llama a toda la comunidad internacional a comprometerse, unida, con espíritu de responsabilidad y de fraternidad, a enfrentar los muchos desafíos ya en acto, y aquellos que vendrán.
En primer lugar, deseo recordar a los millones de víctimas y de enfermos. Ruego por ellos y por sus familiares. La pandemia no ha hecho distinciones y ha golpeado a personas de toda cultura, credo, estrato social y económico. Todos conocemos y hemos sentido la pérdida de alguna persona cercana que ha fallecido por el coronavirus, o que ha sufrido los efectos del contagio. Todos somos conscientes de lo duro que es para las familias no haber podido estar cerca de sus amigos o parientes para ofrecerles cercanía y consuelo en esos momentos. Todos hemos visto cómo han impactado en tantos niños y jóvenes las consecuencias de esta trágica situación y seguimos con preocupación los efectos que pueda tener para su futuro. Es digna de elogio la ardua labor de los médicos, enfermeros, personal sanitario, capellanes y voluntarios, que, en esos difíciles momentos, además de tratar a los enfermos, con riesgo de sus vidas, han sido para ellos el familiar y el amigo que les faltaba.
Al reconocer los esfuerzos en la búsqueda de una vacuna efectiva para el Covid-19 en tan breve tiempo, deseo reiterar que la inmunización extensiva debería ser considerada como un “bien común universal”, noción que requiere acciones concretas que inspiren todo el proceso de investigación, producción y distribución de las vacunas.
En este ámbito, son particularmente bienvenidas las iniciativas que buscan crear nuevas formas de solidaridad a nivel internacional, con mecanismos dirigidos a garantizar una distribución equitativa de las vacunas, no basada en criterios puramente económicos, sino teniendo en cuenta las necesidades de todos, especialmente de los más vulnerables y necesitados.
En diversas ocasiones he señalado que de esta pandemia tenemos que salir “mejores”, pues la crisis actual es una ocasión propicia para replantear la relación entre la persona y la economía que ayude a superar el cortocircuito “de la muerte que vive en todo lugar y en todo tiempo”. Por ello debemos unir esfuerzos para crear un nuevo horizonte de expectativas donde el beneficio económico no sea el objetivo principal, sino la tutela de la vida humana. En este sentido, es urgente considerar un modelo de recuperación capaz de generar soluciones nuevas más inclusivas y sostenibles, dirigidas al bien común universal, realizando la promesa de Dios para todos los hombres.
Particular consideración se debe otorgar a la necesidad de reformar la «arquitectura» internacional de la deuda, como parte integrante de nuestra respuesta común a la pandemia, pues la renegociación de la carga de deuda de los Países más necesitados es un gesto que ayudará a los pueblos a desarrollarse, a tener acceso a las vacunas, a la salud, a la educación y al empleo. Tal gesto debe ir acompañado por la puesta en práctica de sólidas políticas económicas y por una buena administración que llegue a los más pobres.
Destaco la urgencia de tomar medidas que permitan el acceso a una financiación externa, a través de una nueva emisión de Derechos Especiales de Giro, llamando a una mayor solidaridad entre los Países, que consienta que los fondos sean destinados para impulsar y alentar el desarrollo económico y productivo, con el fin de que todos puedan salir de la actual situación con las mejores posibilidades de recuperación.
Nada de esto será posible sin una férrea voluntad política que tenga la valentía de decidir cambiar las cosas, principalmente las prioridades, para que no sean los pobres los que paguen el costo más alto de estos dramas que están golpeando a nuestra familia humana.
Augurando los mejores éxitos a la XXVII Cumbre Iberoamericana, les aseguro mi oración para que el encuentro sea fructífero, e invoco sobre todos los participantes y los pueblos a los que representan, abundantes bendiciones divinas.
Desde el Vaticano, 21 de abril de 2021
FRANCISCO
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