13 de mayo: Fátima y la paz

Resumen de ponencia de D. José Antonio Senovilla

13 mayo Fátima paz
Virgen de Fátima © Santuario de Fátima

Con motivo de la festividad de la Virgen de Fátima este 13 de mayo, D. José Antonio Senovilla, sacerdote de la Prelatura del Opus Dei y colaborador de Exaudi, comparte con nuestros lectores la ponencia “Fátima y la paz”, expuesta en el Congreso Mariológico con motivo de los 400 años de Nuestra Señora de la Caridad como patrona de Sanlúcar de Barrameda (España), el 13 de mayo de 2018.

En dicha publicación, D. José Antonio relata cómo a finales del siglo XIX “el mundo sufrió de nuevo cambios muy profundos: cayeron imperios y, con el comienzo del nuevo siglo, vinieron guerras y revoluciones de dimensiones nunca vistas. En medio de aquel clima de depresión y miedo, Dios tuvo a bien enviar de nuevo a nuestra Santa María: Fátima es un diálogo de Dios Padre con sus hijos, a través de su Hija predilecta, nuestra Madre Bendita”.

De este modo, Fátima “es un intento de la Reina de la Paz por avisar a sus hijos del daño que son capaces de hacerse a sí mismos si se apartan de su Padre Dios”, pero es, sobre todo, “un motivo grandioso de esperanza, un abajarse de Dios para dar a los hombres instrumentos de paz y de salvación”.

Dos preocupaciones

El sacerdote expone también que los cristianos de nuestra época y, en general, todas las personas “de buena voluntad” presentan dos preocupaciones: “la paz del mundo” y “la salvación de mucha gente buena a la que nadie ha llegado a hablar del infinito poder y querer misericordioso de Dios”. No obstante, en nuestra ayuda, subraya, “ha venido el mensaje de Fátima”, que aporta instrumentos para abordar ambas.

De este modo, la Virgen, en cada una de las apariciones de 1917 pide rezar el Rosario todos los días “pidiendo por la paz del mundo” y esto “¡es un pacto en toda regla!”: “Ella es la Reina de la Paz, si me dice ‘reza el Rosario todos los días por la paz del mundo’, eso significa que, si yo asumo el reto, y rezo el Rosario cada día por la paz del mundo, con corazón abierto, en su presencia, Ella conseguirá de Dios esa paz. La Virgen lo promete, y lo cumple. Lo cumple ya desde el principio poniendo fin a aquella Primera Guerra Mundial (Memorias de la Hermana Lucía I, pp.174 y 176)”.

En el artículo también se habla de la cuestión de por qué la Virgen pidió el rezo del Rosario todos los días, y no, por ejemplo, la asistencia diaria a Misa, señalándose que Ella no lo reveló a los niños. No obstante, en este sentido, Lucía sí aporta la razón de que hay muchas personas que, aunque lo así lo deseen, no podrían asistir a la Santa Misa, pero el Rosario, lo pueden rezar todos: “La Virgen nos da un arma al alcance de todos: el Rosario es una oración sencilla, capaz de tocar el corazón de un intelectual y el de un analfabeto”.

En cuanto a la salvación de los pecadores, la segunda promesa, el texto remarca que en el mundo de hoy muchos viven muy lejos de Dios y de los mandamientos que Él entregó a Moisés “como camino de salvación”. D. José Antonio explica que Dios “no quiere obligarnos a amarle”, “nos creó libres” porque “sin libertad no hay amor” y el Señor “respeta y ama nuestra libertad de un modo tal que a veces  es para nosotros difícil de entender”.

Al mismo tiempo, continúa, “la Iglesia siempre ha creído en el poder intercesor de los sacrificios ofrecidos por otros, vivos o difuntos. Cuando la Virgen en Fátima dice que ofrezcamos sacrificios por la salvación de los pecadores, quiere decir que si tú y yo pagamos una especie de rescate, Ella se compromete a ‘conseguir’ de Dios el arrepentimiento de un pecador, quizá en el último y definitivo momento de su vida”.

Sacrificios por las almas

Esta es una promesa similar a la de “rezad el Rosario todos los días por la paz del mundo”: ¡es un pacto! Yo ofrezco un sacrificio, y Ella consigue de Dios el milagro”. Entonces, plantea: “¿Qué sacrificios valen para salvar a las almas que están a punto de perderse?: todos”.

El sacrificio no es “solo lo que es costoso: todo lo que hacemos, si no es en sí mismo malo, se puede ofrecer como sacrificio: se puede convertir en algo sagrado (esa sacralidad está en la raíz del sacrificio) y ser un instrumento de salvación de un alma urgentemente necesitada de rescate”.

Además, se presenta la oración que la Virgen enseñó a los pastorcillos el 13 de julio para que la rezaran al ofrecer un sacrificio, “que es capaz de cambiar el corazón de quien se atreve a rezarla… de corazón”: “Oh Jesús, es por tu amor, por la conversión de los pecadores, y en reparación por los pecados cometidos contra el Corazón Inmaculado de María” (Memorias de la Hermana Lucía I, p. 134).

Carácter profético de Fátima: Rusia

En último lugar, la ponencia alude al carácter profético de Fátima. La Virgen habla de Rusia desde la aparición del 17 de julio de 1917, cuando indicó que la guerra iba a acabar: “Pero si no dejan de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando veáis una noche alumbrada por una luz desconocida (en una nota se explica que se trata de la aurora boreal que aconteció en la noche del 25 al 26 de enero de 1938), sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar el mundo por sus crímenes por medio de la guerra, del hambre y de persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre”.


“Para impedirla, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado y la Comunión reparadora de los primeros sábados. Si se atendieran mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá paz: si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá que sufrir mucho, varias naciones serán aniquiladas. Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz…” (Memorias de la Hermana Lucía I, pp. 176-177).

Los años transcurrieron y Rusia no era consagrada por los papas como lo había pedido la Virgen, llegó la II Guerra Mundial, “y el mundo y la Iglesia tuvieron que sufrir mucho, como se había anunciado…”.

Finalmente, tras el atentado del 13 de mayo de 1981 a Juan Pablo II, su visita a Fátima y la entrevista que tuvo con Lucía, el entonces sucesor de Pedro realizó la consagración que la Virgen había pedido: a partir de ese momento, comenzó la caída de la Unión Soviética.

“Algo totalmente imprevisto y sorprendente-, que terminó desapareciendo de un modo increíblemente pacífico en pocos años… (Un camino bajo la mirada de María, Carmelo de Coímbra, Biografía de la Hermana María Lucía de Jesús y del Corazón Inmaculado, pp. 217-222)”. “Es el poder intercesor de María. Si nosotros cumplimos nuestra parte…”, apunta don José Antonio en su discurso.

Fátima “un grito de esperanza”

Por tanto, agrega, “Fátima es algo que el Cielo se toma muy en serio. Fátima es un compromiso. Y un grito de esperanza: ‘dejadme que os ayude… Os doy las armas, para conquistar la paz ‘ Ése es precisamente el lema que eligió el Papa Francisco con motivo de su peregrinación a Fátima en el Centenario de las apariciones: ‘Con María, peregrino en la esperanza y la paz’”.

Asimismo, el presbítero describe que Fátima constituye “una de esas revelaciones privadas, a las que un católico puede dar su adhesión si quiere… o no: está en su pleno derecho. Pero lo cierto es que Fátima es puro Evangelio: no dice nada que no nos dijera Dios en su Revelación… pero lo dice, en estos momentos difíciles, de un modo muy… maternal”: “Dios siempre está cerca, y a sus hijos en cada época trata de darles las claves para santificarla”.

Fátima y la pandemia

Sobre el mensaje de Fátima en los tiempos de pandemia actuales, D. José Antonio recuerda que “La Virgen cuida de nosotros, aunque muchas veces no nos demos cuenta. Así de buena y de discreta es nuestra Madre Bendita. Tenemos que dar constantes gracias a Dios por Ella. Estamos en una época difícil, muy difícil. Tenemos que suponer que la Virgen de Fátima nos está protegiendo. ¿Qué relación podemos encontrar entre Fátima y el tiempo actual?

Fátima nos habla de Rosario, de sacrificios, de consagración al corazón de María, de Comunión reparadora los primeros sábados, de Confesión… Y todo esto ha tenido un relieve mucho mayor a lo largo de la pandemia. Mucha más gente ha rezado el Rosario, también familias y amigos unidos a través de internet; muchísimas personas han ofrecido sacrificios por los demás (no solo sanitarios y policías: profesores, padres de familia, ¡los niños!); muchos han valorado más la necesidad de la Comunión y la Confesión, al no tener los sacramentos tan al alcance de la mano… Muchas naciones han vuelto a consagrarse a la Virgen de Fátima, unidas a sus obispos y todos al Santo Padre… Todo esto es lo que la Virgen pide para que haya paz y se conviertan los corazones. Y se lo estamos dando…

En Fátima vemos, una vez más, que la Virgen evita males mayores y acorta los tiempos para que llegue pronto la paz. También ocurre ahora, en este tiempo de misericordia, en que los sacerdotes estamos asistiendo a tantas conversiones. Porque la paz deseada empieza en los corazones. Fátima sigue siendo un canto de esperanza. Confiemos cada día más en el cuidado materno de María, Reina de la Paz. Ahí encontraremos siempre una fuente inagotable de esperanza”.