Ya tiene 24 años y, desde niño, Dios le hizo ver su vocación al sacerdocio. El 19 de marzo, día de san José, recibió la admisión a las sagradas órdenes menores en Bidasoa.
«Queda mucho que hacer por Dios y por China»
Procede de un pueblo situado al norte de China (Liuhe) con un porcentaje muy alto de cristianos. En esa zona la situación para los católicos es fácil, porque en otros lugares del país, como en el sur, donde todavía hay muchas cosas que mejorar para la práctica de la religión católica y de los que creen en Dios, a pesar del acercamiento entre el Vaticano y el Gobierno de la República Popular China.
«En China los católicos hemos sufrido mucho. En estos últimos años la relación va mejorando, pero queda mucho por hacer. El papa Francisco está propiciando un mayor acercamiento, pero el Gobierno chino pone sus pegas. Algunas diócesis del sur de China no tienen obispo y hay muy pocos sacerdotes. Y todavía existen prohibiciones», comenta Felipe.
Los católicos en China constituyen el 0,46 % de la población, los protestantes el 2,06 %, los musulmanes el 0,50 % y los budistas el 8,96 %. Los bautizados oscilan cada año entre 40.000 y 50.000 fieles; 48 diáconos fueron ordenados sacerdotes en 2019. Existe un total de 78 obispos en actividad, 4.950 sacerdotes, 12 seminarios, 470 seminaristas, 4.360 religiosas y unas 6.000 iglesias y capillas.
Educado en la fe católica
Xialong Felipe ha tenido la gran suerte de pertenecer a una archidiócesis con un gran número de católicos: más de 50.000. No obstante, es consciente de que, para evangelizar a Dios, antes hay que interiorizar las costumbres de la cultura de China, de las tradiciones particulares de cada provincia y sortear las peculiaridades de la actual China comunista.
Tanto él como sus dos hermanos fueron educados en la fe católica. A los seis años, ya percibió en su interior su vocación: «Recuerdo un día que asistí a Misa con mi mamá. Tenía seis años. Me sentí con mucha paz interior, y desde aquel día quise ser sacerdote. ¡Siempre ha sido el sueño de Dios y el mío!».
Un año más tarde, antes de cumplir los ocho años, comenzó a servir en el altar ayudando al cura de su parroquia.
La primera Misa de un sacerdote joven
Sin embargo, en la adolescencia empezó a plantearse otra forma de vida como el ser profesor de música, una pasión que le encanta. Pero esta incertidumbre le duró poco tiempo. Otro hecho le marcó para siempre en su vocación: «Asistí y ayudé como acólito en la primera Misa de un sacerdote joven en la parroquia de mi pueblo. Aquello me impactó. Entonces me di cuenta de que tenía que continuar con mi sueño, y entré en el seminario menor a los 16 años».
La evangelización en China
En su opinión, la llave de la evangelización en China es el buen ejemplo de los sacerdotes. «Lo primero la oración a Dios. Después, el ejemplo de los presbíteros, acompañar a los fieles y apoyarles. También la adoración ante el Santísimo y el santo Rosario son dos prácticas imprescindibles para conseguir la conversión de mi país».
Felipe admira enormemente a los mártires que han sembrado la semilla de la evangelización en China. «Sé que ser sacerdote en China es muy difícil, pero no tengo miedo. Dios me dará la Gracia y el Espíritu Santo guiará a los fieles de mi país», expresa Wang que, enviado por su obispo, se prepara para ser un buen sacerdote en las Facultades de Estudios Eclesiásticos de la Universidad de Navarra, donde recibe una formación integral.
Su experiencia en España
Reconoce que el primer año en España fue duro sin saber absolutamente nada de español. Pero, gracias a los formadores y al rector, junto con los compañeros y los profesores, el idioma ya no es un obstáculo.
«La formación de Bidasoa es muy buena y la liturgia es impresionante. Ahora soy el organista del seminario y estoy muy contento». También está disfrutando de los viajes por España: Torreciudad, Almería, Zaragoza, la Javierada… «Recen por mí como yo lo hago por todos los benefactores de la Fundación CARF, para que Dios, el Señor, siga suscitando más vocaciones a la vida sacerdotal, sobre todo en China».