El padre Jorge Miró comparte con los lectores de Exaudi su comentario sobre el Evangelio de hoy, 3 de julio de 2022 titulado “Vuestra paz descansará sobre ellos”.
***
La Palabra que el Señor nos regala este domingo nos habla de la misión. La Iglesia existe para el anuncio del Evangelio. Es misionera no por iniciativa propia, sino por un mandato del Señor: designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó por delante, de dos en dos.
El número de setenta y dos puede ser un signo de la universalidad de la evangelización. Según Gn 10, setenta y dos son las naciones paganas.
Para esta misión somos llamados, enviados y capacitados por el Espíritu Santo que nos saca de nuestros miedos y comodidades y nos da la fuerza y los carismas necesarios para ser testigos del Resucitado hasta los confines de la tierra.
Estamos llamados a ser, como dice el Papa Francisco (cf. EG 259s), evangelizadores con Espíritu, es decir: evangelizadores que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo… que infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente.
Estamos llamados a ser testigos, no a ser “chismosos” ni conferenciantes. No se trata de explicar una teoría, sino de proclamar un Misterio, de anunciar un acontecimiento. Es decir, llamados a dar fe de que Jesucristo vive y a proclamar la buena noticia de la salvación, del amor gratuito de Dios.
Estamos llamados a vivir y anunciar que está cerca el reino de Dios, no en nuestras fuerzas, sino en el poder del Espíritu.
Nos envía a curar enfermos, a echar demonios. Y Jesús envía con poder, en su Nombre. Por eso, no hay que llevar bolsa, ni alforja ni sandalias… Mi fuerza y mi poder es el Señor.
Jesús nos manda en pura gratuidad. No debemos confiar en los medios humanos, sino en el nombre de Jesús. No debemos preocuparnos por el éxito, sino testimoniar la absoluta confianza en Dios, que cuida del discípulo. Nuestra vida será, así, signo de que el Reino de Dios ha llegado en Jesús.
El Señor nos envía a realizar su obra. No es cuestión de gustos o apetencias, sino de misión. Somos llamados y enviados. Y a la misión acompaña una promesa.
Nos envía a proclamar un acontecimiento: que ha llegado el reino de los cielos; a ser testigos del Amor de Dios, que se manifiesta en Jesucristo.
La predicación se convierte en acontecimiento, y éste da testimonio de la predicación. La Palabra de Dios tiene poder y es acontecimiento, milagro, es la Palabra que realiza la nueva creación y por eso produce signos que anuncian la derrota de Satanás
Nos envía a anunciar la cercanía del Reino de Dios. El estilo de misionar es sencillo: ir de casa en casa dando la paz. Esta paz es más que un saludo: es el don de la salvación, la Buena Noticia de Jesucristo, ya anunciada en la primera lectura: Yo haré derivar hacia ella, como un río, la paz… así os consolaré yo.
El Señor nos invita a orar porque la mies es mucha y los obreros son pocos.
El Señor te llama a ti. Tú estás llamado a ser testigo, a ser misionero. El Señor te invita a que des testimonio de la Buena Noticia del Evangelio en el mundo, en tu mundo. ¡No tengas miedo! ¡Confía en el Señor! Él lleva tu vida. Él te llama a ser testigo, a ser luz para tu familia, tus amigos, tus compañeros, tus vecinos…
¡Ven, Espíritu Santo!