Este sábado, 14 de mayo de 2022, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano, el Santo Padre Francisco recibió en audiencia a los miembros de la “Aldea de Francisco”.
“La Aldea de Francisco”, señaló el Papa, “es un lugar de la Iglesia que se sale del marco habitual, que propone otra cosa; es la Iglesia como “hospital de campaña” que se preocupa más por los que sufren que por defender sus propios intereses, asumiendo así el riesgo de la novedad para ser más fiel al Evangelio”.
A continuación, les dirigió el siguiente discurso:
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Palabras del Papa
Queridos amigos,
Es una alegría para mí daros la bienvenida, habitantes y participantes del Village de François. Cuando Etienne Villemain, el “enfant terrible”, que, junto a tantas otras personas, me llamó la atención por primera vez sobre este proyecto, no pude evitar responder que desconfiaba de lo que el Espíritu Santo pudiera inspirarle… Y, sin embargo, ¡me alegro de ver que el proyecto se está desarrollando! La Aldea de Francisco es un lugar de la Iglesia que se sale del marco habitual, que propone otra cosa; es la Iglesia como “hospital de campaña” que se preocupa más por los que sufren que por defender sus propios intereses, asumiendo así el riesgo de la novedad para ser más fiel al Evangelio.
La definición del mundo como una “aldea” se ha convertido en un lugar común: el desarrollo acelerado de los medios de transporte y comunicación y las redes sociales sugieren que todos estamos más cerca unos de otros. Sin embargo, muchas personas se quedan al margen de este supuesto pueblo, reservado a una élite privilegiada. Espero que la Aldea de Francisco contribuya a redescubrir lo que es una verdadera aldea: un tejido de relaciones humanas concretas, en el apoyo mutuo, en la atención a los necesitados, en la convivencia entre generaciones y en la preocupación por respetar la Creación que nos rodea.
En efecto, la Aldea de Francisco fue concebida según la convicción de que “todo está ligado”, y ustedes lo experimentan concretamente al asociar el medio ambiente y el respeto de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, la oración y la fraternidad, y también al reunir a las diferentes generaciones. Cuento con su testimonio para mostrar que la vida según el Evangelio se encuentra en la consideración equilibrada de todos estos aspectos. A menudo tendemos a movilizarnos por causas muy legítimas con gran energía, pero perdemos de vista el panorama general. Sin embargo, la experiencia concreta nos muestra que es toda la persona humana la que debe ser amada, acompañada e insertada en una red de relaciones nutritivas y constructivas.
Estas relaciones, y con esto concluyo, tienen un modelo absoluto, una fuente a partir de la cual pueden desarrollarse. Os habéis instalado en una antigua abadía trapense: lo veo como una llamada a poner en el centro de vuestra experiencia, además de una vida sencilla y trabajadora, el cuidado y el desarrollo de vuestra vida interior, de la relación con Jesucristo, que es el único que puede colmar nuestros corazones sedientos. En el Evangelio de Juan, dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”(14:6). Él mismo experimentó en persona lo que usted pone en práctica en La aldea de Francisco: fue frágil, en brazos de su madre y en la cruz; trabajó como artesano; vivió al ritmo de las estaciones y de la naturaleza; creció en una aldea donde se mezclaban las generaciones; rezó, perdonó y amó al prójimo. Te lo confío como modelo y como inspiración en tu proyecto y en tu vida diaria.
Mi oración te acompaña en este viaje exigente pero alegre y liberador. Les agradezco que me escuchen y, por favor, recuerden rezar por mí. Gracias.