Viernes Santo, pasión y muerte de Cristo

Pasión y muerte de Cristo

Viernes Santo comentario Alejandro Vázquez
Las tres cruces en el Gólgota © Cathopic

D. Alejandro Vázquez-Dodero comparte con los lectores de Exaudi un artículo sobre la solemnidad del Viernes Santo, en la que se conmemora la pasión y muerte de Cristo.

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Pasión y muerte de Cristo

Podría decirse que es el momento culmen de la Semana Santa, en cuanto acaece el hecho que se conmemora: la muerte de Dios en rescate de la Humanidad.

Por eso el Viernes Santo es un día que gira en torno a la cruz, una jornada penitente. Desde el siglo III hay constancia de la práctica entre los cristianos del ayuno del viernes y sábado previos a la Vigilia Pascual. Así lo reflejan la denominada Traditio Apostólica de san Hipólito y la Didaskalia Apostolorum. 

Será a partir del siglo IV cuando empiecen a vivirse en Jerusalén las primeras celebraciones litúrgicas de la Pasión del Señor. En su inicio se trataba de una jornada dedicada a la oración itinerante: los fieles se trasladaban desde el Cenáculo hasta el Gólgota, donde el obispo presentaba el madero de la Cruz para su veneración. Mientras los asistentes leían la sagrada escritura en sus referencias a la Pasión, y se cantaban salmos y se recitaban oraciones variadas.

Ausencia de la Eucaristía

La Iglesia no celebra la Santa Misa en este día, o sea no hay liturgia eucarística ni consagración del pan y del vino. 

Sí se observa la liturgia de la palabra, con la lectura completa de la pasión del Señor y la oración universal, que adquiere una especial significación este día, ya que la muerte de Cristo representa un gesto redentor universal.

Toda la liturgia se centra en el misterio de la Cruz, y transcurre con gran sobriedad, como muestra el hecho de que no esté permitida la música litúrgica, para facilitar el recogimiento y la contemplación de la pasión del Redentor.

Adoración de la Cruz

En la celebración litúrgica del Viernes Santo destaca el rito de la adoración de la Cruz, que se presenta al pueblo de Dios recitando la oración “Mirad el árbol de la Cruz, donde pende la salvación del mundo”. Los asistentes responden adorando y besando la Cruz.


Al finalizar la celebración comunitaria el altar queda desnudo, sin ornamentación, en señal de duelo porque Jesucristo ha muerto por nosotros. Solamente queda patente la Cruz, como signo redentor.

Vivir mejor el Viernes Santo

Ya que este Viernes Santo aún nos encontraremos en tiempo de pandemia, el mejor modo de vivirlo será respetar cívica y solidariamente las medidas prudenciales higiénicas y de aforo que deban observarse.

Está previsto el ayuno y la abstinencia para ese día. Además, se promueve una colecta especial para recaudar fondos para el sostenimiento de los santos lugares en Tierra Santa.

La mañana del Viernes Santo puede dedicarse a visitar los Monumentos, o sea, los lugares adyacentes a los templos donde se reservó el Santísimo Sacramento el Jueves Santo tras la Misa in coena Domini.

Además de adorar al Señor y hacerle compañía durante esas horas de su pasión –que conmemora el Viernes Santo– es buen momento para acercarse al sacramento de la alegría o perdón de Dios, la Confesión. No en vano a ese sacramento se le denomina “Penitencia”, y una de las condiciones para una confesión bien hecha es precisamente el dolor –penitente, y sólo de amor– de los pecados, lo que más fácilmente podrá ser promovido un Viernes Santo.

La Iglesia obliga a confesar los pecados mortales al menos una vez al año. Un gesto más de su maternidad, siempre velando por el bien de nosotros sus hijos, los católicos. ¿Y qué mejor momento que la Cuaresma o el propio día en que Jesucristo murió –Viernes Santo– precisamente para liberarnos del pecado?

Durante todo el día, con gran naturalidad, procuraremos estar recogidos, evitando la dispersión y “el ruido”, de modo que sea posible esa contemplación del misterio de la muerte del Hijo de Dios que, junto con la Resurrección ya a punto de acontecer, logrará la salvación de la Humanidad entera.