El Papa Francisco ha viajado a Nayaf esta mañana procedente de Bagdad, segunda ciudad que visita en su 33º viaje apostólico a Irak. Su primera parada ha sido la residencia del gran ayatolá Sayyid Ali Al-Husayni Al-Sistani.
Tras dejar la Nunciatura Apostólica, el Santo Padre se ha trasladado en coche al Aeropuerto Internacional de Bagdad desde donde, a bordo de un avión de Iraqi Airways, ha partido hacia Nayaf.
En torno a las 8:20, hora local (6:20 h. en Roma), el vuelo papal ha aterrizado en el aeropuerto local, tras recorrer 146 kilómetros, unos 45 minutos de vuelo. Allí ha sido recibido por Luay al-Yassiry, gobernador de Nayaf. Después, se ha trasladado a la residencia en coche, y ha sido acompañado a la sala de la reunión privada por el hijo del gran ayatolá, Mohammed Rida.
Encuentro con Al-Sistani
Según ha informado Matteo Bruni, director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, la visita de cortesía ha durado aproximadamente 45 minutos. El Pontífice ha resaltado “la importancia de la colaboración y de la amistad entre las comunidades religiosas para que, cultivando el respeto recíproco y el diálogo, se contribuya al bien de Irak, de la región y de toda la humanidad”.
El encuentro ha servido al Papa para agradecer al gran ayatolá Al-Sistani que, “junto a la comunidad chiita y frente a la violencia y a las grandes dificultades de los últimos años, haya levantado su voz en defensa de los más débiles y perseguidos, afirmando la sacralidad de la vida humana y la importancia de la unidad del pueblo iraquí”.
Al despedirse de Al-Sistani, Francisco ha reiterado su “su oración a Dios, Creador de todos, por un futuro de paz y de fraternidad para la amada tierra iraquí, para Oriente Medio y para el mundo entero”.
Nayaf
Se trata de una ciudad de poco menos de millón y medio de habitantes, situada en el centro de Irak, a unos 160 km al sur de Bagdad. También dista en 30 km de la antigua Babilonia y 400 km hacia el norte de la ciudad bíblica de Ur.
Fue fundada en el año 791 después de Cristo por el califa Hārūn al-Rashīd, pero su desarrollo tuvo lugar fundamentalmente después del siglo X. Es el principal centro religioso chií del país iraquí, un lugar de peregrinación para los seguidores de esta rama del Islam de todo el mundo.
La ciudad alberga la tumba de una de las figuras más veneradas del Islam, su fundador, así como la de Alí ibn Abi Talib, primo y yerno de Mahoma y primer hombre que se convirtió a la religión monoteísta. Es considerada uno de los lugares más sagrados, con su cúpula dorada y sus paredes cubiertas de objetos preciosos.
Además de la mezquitas, santuarios y escuelas religiosas, la ciudad santa del chiismo iraquí es conocida por su cementerio de Wadi al-Arab. Fuera de las antiguas murallas de Nayaf, sobre la árida meseta arenosa, está el mayor cementerio del mundo, con una extensión interminable de tumbas de profetas y creyentes. Los chiíes creen que ser enterrado en esta ciudad sagrada garantiza la entrada al paraíso.
Residencia del gran ayatolá
La residencia del gran ayatolá Sayyid Ali Al-Husayni Al-Sistani está situada dentro del santuario del imán Alí, y es considerada por los chiíes como el tercer lugar más sagrado del Islam, después de la mezquita sagrada de La Meca y la del profeta en Medina.
La primera estructura de la mezquita, construida en la tumba de Alí, está caracterizada por una cúpula verde, datada en el año 786. Los chiíes creen que Adán, Eva y Noé también fueron enterrados dentro. La mezquita ha sido destruida y reconstruida varias veces a lo largo de los siglos: La reconstrucción más reciente fue completada en 1632.
La cúpula fue cubierta con 7.777 losas de ladrillo pintadas de oro en 1742 por Nader Shah, y posteriormente se realizaron muchas otras intervenciones y embellecimientos. El color predominante en el exterior es el dorado brillante.
Hay dos minaretes de 38 metros de altura cada uno a ambos lados de la entrada con tres portales monumentales, además de mosaicos de color turquesa que cubren las paredes laterales y posteriores. En el interior está el mausoleo de Alí, con incrustaciones de mosaicos y rodeado por un patio.
En 1991, durante el levantamiento que siguió a la Guerra del Golfo, la mezquita fue dañada por la Guardia Republicana iraquí de Saddam Hussein. Los miembros de la oposición chií al régimen se habían refugiado en el lugar de culto y fueron todos masacrados. Permaneció cerrada durante unos años, y fue restaurada por el líder espiritual de los ismaelitas Dawudi Bohra.
Sayyid Ali Husaini Sistani
Nació en 1930 en Irán, y es el líder de la comunidad chií iraquí y el director de la Hawza (seminario religioso chií duodecimano) de Nayaf. Es hijo de una importante familia religiosa.
Estudió el Corán desde niño. A los veinte años dejó su ciudad natal para continuar su formación en Irak, convirtiéndose en discípulo del gran ayatolá Abu al-Qasim al-Joi en Al-Najaf y, con el tiempo, se ganó el respeto de suníes y kurdos.
Su interpretación de la revelación islámica quietista, que predica la abstención de las autoridades religiosas de la actividad política directa, le llevó a convertirse en un interlocutor reconocido por diversas corrientes políticas.
En 2004 apoyó la celebración de elecciones libres en el país, contribuyendo así a la planificación del primer gobierno democrático del mismo, mientras que en 2014 pidió a los iraquíes que se unieran para luchar contra el autodenominado Estado Islámico.
Más recientemente, en noviembre de 2019, cuando la gente salió a las calles en descontento contra la inestabilidad política nacional, Al-Sistani pidió a los manifestantes y a la policía que mantuvieran la calma y no recurrieran a la violencia.
A continuación, pidió la dimisión del gobierno y la reforma electoral. Sus exigencias se cumplieron: el primer ministro Adel Abdul Mahdi dimitió poco después, mientras que en diciembre el Parlamento aprobó la reforma electoral.
“Hombre de paz”
En una conversación mantenida con la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN Internacional), monseñor Bashar Warda, arzobispo caldeo de Erbil y anfitrión del Papa Francisco en su viaje a Irak para mañana domingo 7 de marzo de 2021, manifestó que esperaba efectos positivos especialmente del encuentro del Papa con el gran ayatolá, que “tiene mucho prestigio por ser hombre de paz y por condenar la corrupción generalizada en el país”.
Asimismo, el prelado apuntó que la reunión interconfesional en Ur, tercera ciudad que visitará Francisco, goza de gran importancia: “Que el Papa vaya a Ur, venerada como la patria de Abraham, demostrará que judíos, cristianos y musulmanes tienen un padre común en Abraham”.
