09 marzo, 2025

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Ven, Espíritu Santo, transfórmanos, fortalécenos, inspíranos: Reflexión de Mons. Enrique Díaz

Domingo de Pentecostés

Ven, Espíritu Santo, transfórmanos, fortalécenos, inspíranos: Reflexión de Mons. Enrique Díaz
Cathopic

Mons. Enrique Díaz Díaz comparte con los lectores de Exaudi su reflexión sobre el Evangelio del próximo, Domingo, 28 de mayo de 2023, titulado: “Ven, Espíritu Santo, transfórmanos, fortalécenos, inspíranos

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Hechos de los Apóstoles 2, 1-11: “Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y empezaron a hablar”

Salmo 103: “Envía, Señor, tu Espíritu a renovar la tierra. Aleluya”

I Corintios 12, 3-7. 12-13: “Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo”

San Juan 20, 19-23: “Como el Padre me ha enviado, así los envío yo: Reciban el Espíritu Santo”

El ingenio de los jóvenes no tiene medida. En la preparación de su Confirmación se les pidió que expresaran qué significa para ellos el Espíritu Santo y se dejó a su imaginación y a su inventiva  que en equipos buscaran la forma de presentarlo. Una variedad impresionante de imágenes: el agua fertilizando un desierto; el fuego que consume y es fuerza; el viento que penetra y da vida; la brisa, el rocío, la energía; la palabra y la lengua que comunica y une; el soplo que infunde vida; la paloma símbolo de paz y de armonía; y muchos otros signos más. Algún niño, admirado ante tantos símbolos e imágenes expresó: “¿Y todo eso es el Espíritu Santo?” Una de las jóvenes muy ufana contestó: “Todo eso y mucho más”. A pesar de ser muy bellos, qué pobres y reducidos aparecen los signos del Espíritu frente a su dinamismo y su fuerza que sacude, que crea, que une, que fortalece y llena de esperanza.

Quizás para muchos de los cristianos ha quedado una idea muy pobre de lo que es el Espíritu Santo y se reduce a las respuestas lacónicas del catecismo donde afirmamos: “Sí, el Espíritu Santo es Dios”, y a una imagen poética y bella donde aparece como una paloma en medio del Padre y del Hijo. Todas las imágenes  con las que representamos al Espíritu Santo quedan muy limitadas y pobres para expresar el dinamismo y la fuerza que significa su presencia. Basta recordar la escena que hoy nos narra el libro de los Hechos de los Apóstoles para comprender que el Espíritu es mucho más. La pequeña comunidad se encontraba en silencio, temerosa, con las puertas atrancadas, con el ánimo cortado y con las esperanzas muy disminuidas, y entonces irrumpe el Espíritu “como un gran ruido que venía del cielo, como cuando sopla un viento fuerte, que resonó por toda la casa”. La fiesta de Pentecostés se presenta como una explosión de acontecimientos y nos sentimos como sacudidos por un fuerte vendaval. El Espíritu irrumpe con la fuerza de un viento huracanado que todo lo penetra, que todo lo invade. No queda resquicio que escape a su fuerza. Es presentado también como un fuego que todo lo devora, que quema, que transforma, que aniquila pero que también da una vida exuberante. Así transforma a aquellos discípulos temerosos, indecisos y cobardes en valientes y entusiastas misioneros. Desafiando autoridades, superando dificultades y divisiones, se convierten en ardientes apóstoles, pregoneros de la Resurrección de Jesús, ante la admiración de propios y extraños.

Nuestro grito hoy debería resonar muy fuerte: “¡Ven, Espíritu Santo, fuerza y energía!”, porque los cristianos se encuentran cansados y sin aliento y no están dispuestos a recorrer el camino de Jesús. Necesitan tu vigor y dinamismo para abrirse a los nuevos horizontes donde la muerte y la violencia han asentado sus leyes. Los discípulos han perdido la esperanza y necesitan nuevas ilusiones para superar todos sus miedos. El llanto se escucha en nuestros hogares, hay jóvenes perdidos y sin ilusión. Ven, despierta nuestra esperanza, alienta nuestros pobres intentos. Queremos ser una Iglesia viva y atenta a los gemidos inenarrables con los que te expresas en todos los hombres y en todas las mujeres. Sin Ti, nuestra Iglesia se queda reducida al pobre barro sin vida, como una comunidad incapaz de dar consuelo y esperanza. Ven, queremos descubrir tu fuerza creadora y renovadora en los  balbuceantes intentos de nueva vida de los débiles y pequeños.

“¡Ven, Espíritu Santo, bálsamo y consuelo!” porque los hombres y las mujeres viven en tristeza y en dolor, han perdido la alegría. Que tu fuego encienda nuestro entusiasmo y que lejos de apagarse el deseo de vivir, se renueve y brote con energía. Que queme las ingentes montañas de ambición que aplastan y ahogan nuestras ilusiones. Que transforme el pesimismo y la angustia, en búsqueda de soluciones y en aporte sincero de nuestra participación. Ven, Espíritu Santo, ilumina los senderos oscuros y muéstranos las luces necesarias para descubrir los nuevos caminos que lleven a la luz plena.

 “¡Ven, Espíritu Santo, lenguaje y palabra!”, porque las fronteras, las discriminaciones y las diferencias han dividido a los pueblos. Los hombres ya no se llaman hermanos y se miran como rivales y enemigos. Reúnenos en un solo pueblo donde se superen las divisiones y donde la Palabra y el Amor de Dios Padre nos unan. Que sea posible entendernos a pesar de nuestras discrepancias. Que sea posible amarnos a pesar de nuestras diferencias, caprichos y egoísmos. Que sea posible respetarnos descubriendo, más allá de los rostros y los vestidos, a personas con derechos, con oportunidades, con dignidad. Que sea posible encontrar reconciliación, paz y armonía.

 “¡Ven, Espíritu Santo, Padre de los pobres!” porque los desheredados se sienten huérfanos y perdidos, porque por un mendrugo de pan quieren comprar sus conciencias, porque tienen que vender cuerpo y alma para poder subsistir, porque se sienten engañados y olvidados. Renueva sus ilusiones y alienta sus deseos, muéstrales que es posible construir el Reino que inspiraste a Jesús y que hoy tenemos que hacer realidad. Ven, despierta sus anhelos de fraternidad y comunión, que sean capaces de transformar los pobres dones egoístas, en fuente de plenitud, participación e integración  de toda la humanidad.

Es cierto, en este Pentecostés nuestra oración se convierte en un fuerte grito suplicando la venida del Espíritu Santo pues no podemos seguir viviendo cómodos y estancados. Necesitamos este Espíritu que nos lanza y dinamiza y que al mismo tiempo nos otorga una armonía y serenidad interior. El himno de la secuencia afirma que el Espíritu es “fuente de todo consuelo… pausa en el trabajo, brisa en un clima de fuego; consuelo en medio del llanto”. Que realmente aceptemos la presencia y acción del Espíritu en nuestro corazón, en nuestra familia y en nuestra Iglesia. También para nosotros son las palabras de Jesús: “Reciban al Espíritu Santo”.

 Espíritu Santo, lava nuestras inmundicias, fecunda nuestros desiertos y cura nuestras heridas. Doblega nuestra soberbia, calienta nuestra frialdad y endereza nuestras sendas. Ven, Espíritu Santo. Amén

 

Enrique Díaz

Nació en Huandacareo, Michoacán, México, en 1952. Realizó sus estudios de Filosofía y Teología en el Seminario de Morelia. Ordenado diácono el 22 de mayo de 1977, y presbítero el 23 de octubre del mismo año. Obtuvo la Licenciatura en Sagrada Escritura en el Pontificio Instituto Bíblico en Roma. Ha desarrollado múltiples encargos pastorales como el de capellán de la rectoría de las Tres Aves Marías; responsable de la Pastoral Bíblica Diocesana y director de la Escuela Bíblica en Morelia; maestro de Biblia en el Seminario Conciliar de Morelia, párroco de la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, Col. Guadalupe, Morelia; o vicario episcopal para la Zona de Nuestra Señora de la Luz, Pátzcuaro. Ordenado obispo auxiliar de san Cristóbal de las Casas en 2003. En la Conferencia Episcopal formó parte de las Comisiones de Biblia, Diaconado y Ministerios Laicales. Fue responsable de las Dimensiones de Ministerios Laicales, de Educación y Cultura. Ha participado en encuentros latinoamericanos y mundiales sobre el Diaconado Permanente. Actualmente es el responsable de la Dimensión de Pastoral de la Cultura. Participó como Miembro del Sínodo de Obispos sobre la Palabra de Dios en la Vida y Misión de la Iglesia en Roma, en 2008. Recibió el nombramiento de obispo coadjutor de San Cristóbal de las Casas en 2014. Nombrado II obispo de Irapuato el día 11 de marzo, tomó posesión el 19 de Mayo. Colabora en varias revistas y publicaciones sobre todo con la reflexión diaria y dominical tanto en audio como escrita.