La doctora María Elisabeth de los Ríos Uriarte, profesora e investigadora de la Facultad de Bioética de la Universidad Anáhuac de México, ofrece a los lectores de Exaudi su artículo sobre la vacunación contra la COVID-19 y el bien común.
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La vacunación contra la COVID-19: Una contribución al bien común
Cada vez que atravesamos tiempos difíciles, corren, paralelamente, tiempos de solidaridad y gratitud.
Hemos visto en meses pasados muestras de profundos lazos humanos donde prima la valentía de cuidar al otro y de proteger la vida de todos. Hoy, en los albores de un nuevo rumbo para esta pandemia por coronavirus, recibimos con alegría la noticia de la vacuna que mitigará contagios y evitará muertes.
No obstante, se ha despertado mucho escepticismo en algunos sectores incluso exhortando a no vacunarse a las personas. Ante esta realidad conviene retomar el ejemplo de nuestro papa predecesor, Benedicto XVI y del Papa Francisco quienes han insistido en la importancia de la vacunación como un acto de contribución al bien común.
En esta pandemia, ha quedado en evidencia la necesidad de cuidarnos unos a otros pues de los cuidados que practico en mi persona depende la vida de quienes me rodean. Ahora bien, hablar de bien común implica hablar del binomio que existe entre individuo y sociedad donde cada uno contribuye al crecimiento y bienestar del conjunto en donde vive y, a su vez, éste lo hace al bienestar de cada persona.
En este orden de ideas, no puede haber bien común si alguno sufre o no tiene lo necesario para vivir, pues se valora tanto a la persona como fin en sí mismo como a la comunidad en la que vive, que contribuye a que la primera pueda lograr los máximos estándares de vida posibles, mientras que la persona se compromete a contribuir al orden y promoción de la sociedad en donde se inserta.
En el caso de las vacunas, al ayudar a mitigar los contagios y las complicaciones en los cuadros graves de la enfermedad y, por ello, las muertes por COVID, la persona que se vacuna no solamente vela por su propio bien y su propia salud si no que, al hacerlo, vela por el bien de todos y la salud de su familia, comunidad y de la sociedad entera, es por ello que vacunarse es una contribución al bien común, de las más excelsas.
El Santo Padre nos ha animado en todos estos meses a caminar todos juntos, pero sin olvidarnos de los hermanos que se han quedado a un costado del camino, por ello, ahora que ya veamos una posibilidad para salir de esta crisis sanitaria de dimensiones mundiales, debemos acudir a los avances de la ciencia y la medicina que nos permiten cuidarnos y cuidar de otros como son las vacunas contra la COVID.
Es cierto que existen muchos mitos que nos hacen dudar de las vacunas, de su eficacia, de su seguridad, de su rápida producción, etc., pero es nuestro deber buscar la verdad objetiva y los estudios ya publicados demuestran que las vacunas que se han autorizado para su uso de emergencias tienen porcentajes de efectividad bastante buenos (oscilando entre 80-94%) y han prevenido casos de contagios y, de últimas semanas a la fecha, hasta los índices de letalidad en los países donde los planes de vacunación se iniciaron tempranamente como Israel, Estados Unidos y Chile, han descendido considerablemente.
Tenemos la obligación, por un lado, de buscar fielmente los datos de la ciencia que ayuda a la razón humana a optar por lo que es verdadero y, por el otro, de buscar formas solidarias de acompañarnos en nuestra fragilidad, una de ellas, es proteger nuestra vida y la vida de los demás como lugar de encuentro y de crecimiento humano.
No hay que dejar de afirmar que, así como tenemos la responsabilidad de cuidarnos y cuidar a los demás, también tenemos la libertad para ponderar, en un acto de autoconciencia y de honestidad, los medios adecuados para cumplir con el primer propósito y discernir los pasos a seguir para conseguirlo; por ende, no existe ni debe existir obligación para vacunarse, pero hacerlo es, sin duda, un acto de responsabilidad, de solidaridad y de contribución al bien común.