El cardenal Felipe Arizmendi, obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas y responsable de la Doctrina de la Fe en la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), ofrece a los lectores de Exaudi su artículo semanal titulado “Una ola de muerte recorre el país”.
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MIRAR
Aunque el Jefe de Gobierno federal diga que no pasa nada, que todo es escándalo mediático de sus enemigos neoliberales y conservadores, y que no cambiará su política ante las células del crimen organizado, la cruda realidad diaria nacional es que los asesinatos y las desapariciones aumentan en forma exponencial. Los grupos con armas largas expanden su poder. Muchos ciudadanos tienen que huir de sus comunidades, refugiarse en las ciudades, o pedir asilo en los Estados Unidos, para sobrevivir, pues se sienten totalmente desamparados. Aunque ocasionalmente se envíen Ejército y Guardia Nacional, esos grupos tienen “halcones” que con anticipación les avisan, y cuando aquellos llegan, todo está en calma… Se retira el Ejército, y vuelven a hacer de las suyas. Una ola de muerte recorre el país.
Dieciocho Estados (Provincias), la mayoría, habían legislado a favor de la vida humana desde su concepción en el seno materno. Sin embargo, nuestra Suprema Corte de Justicia, que se debería llamar de Legalidad o Constitucionalidad, no de Justicia, ha desautorizado la autonomía de los Estados en este punto, y van aumentando las legislaturas locales que echan por tierra lo que antes se había legislado, despenalizando más y más el aborto. En esos Estados, los gobernadores y buena parte de los legisladores pertenecen al partido que aumenta su hegemonía en buena parte del país, porque mucha gente sigue votando por ese color partidista, sin darse cuenta de que, con su voto, están apoyando la muerte, en vez de la vida. Como les dan programas sociales, como les regalan dinero a jóvenes y a personas mayores de edad, y se lo aumentan en tiempos electorales, no se dan cuenta de que están comprando su voto. Les importa más el dinerito que reciben, que la vida humana de seres inocentes. Y la mayoría se declaran católicos… ¡Qué irresponsabilidad! Colaboran, inconscientemente, para que la ola de muerte invada más nuestro país.
Es una vergüenza nacional que haya tantos feminicidios, tantos asesinatos de periodistas y luchadores sociales, tantos asaltos en transportes públicos, tantas masacres que quedan impunes. ¡Y cómo duele que muchos presuman como progreso el que se siga alentando la libertad para abortar! No queremos condenar a las mujeres que deciden hacerlo, porque cada historia es muy particular, pero preocupa que no se ponga atención a la pobre criatura humana en proceso de formación, que no es un cúmulo de células de cualquier cosa, sino una persona humana. Esto lo afirma la ciencia; no es cuestión que sea sólo fruto de dogmas religiosos. Con razón en varias partes de los Estados Unidos se está replanteando este asunto, porque la ciencia ha demostrado que ya hay un ser humano desde la concepción. No estamos en contra de las mujeres, sino a favor de ambas vidas.
DISCERNIR
La Iglesia Católica, hace ya casi 60 años, en el Concilio Vaticano II fijo nuestra postura: “El Concilio sabe que los esposos, al ordenar armoniosamente su vida conyugal, con frecuencia se encuentran impedidos por algunas circunstancias actuales de la vida, y pueden hallarse en situaciones en las que el número de hijos, al menos por cierto tiempo, no puede aumentarse, y el cultivo del amor fiel y la plena intimidad de vida tienen sus dificultades para mantenerse… Hay quienes se atreven a dar soluciones inmorales a estos problemas; más aún, ni siquiera retroceden ante el homicidio; la Iglesia, sin embargo, recuerda que no puede haber contradicción verdadera entre las leyes divinas de la transmisión obligatoria de la vida y del fomento del genuino amor conyugal.
Pues Dios, Señor de la vida, ha confiado a los hombres la insigne misión de conservar la vida, misión que ha de llevarse a cabo de modo digno del hombre. Por tanto, la vida, desde su concepción ha de ser salvaguardada con el máximo cuidado; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables… Cuando se trata, pues, de conjugar el amor conyugal con la responsable transmisión de la vida, la índole moral de la conducta no depende solamente de la sincera intención y apreciación de los motivos, sino que debe determinarse con criterios objetivos tomados de la naturaleza de la persona y de sus actos… No es lícito a los hijos de la Iglesia, fundados en estos principios, ir por caminos que el Magisterio, al explicar la ley divina, reprueba sobre la regulación de la natalidad” (GS 51).
ACTUAR
Cuando tengas que elegir gobernantes y legisladores, no olvides el quinto mandamiento y apoya a quienes estén de acuerdo con tus valores. Si te es posible, habla personalmente con ellos y manifiéstales tu punto de vista al respecto. En la democracia, la voz de la ciudadanía cuenta mucho, y no sólo la de los jefes en el poder.