Decía mi abuelo que solo no iría ni al cielo.
No sé si algún día llegaré tan lejos. A mí una tormenta y la soledad me han traído a San Antonio.
No me quejo. Por primera vez en meses tengo la oportunidad de sentarme frente al teclado para poner música al guion de mi vida.
Vivir lejos de los míos me acrecienta la consciencia. Es como un retiro intensivo en la nueva moda psicológica: mindfulness.
Cada gesto, cada acción es más consciente. Nada se hace porque te ven. Todo se hace porque sí. O porque toca. En definitiva: porque quiero.
A lo largo de estos meses (van 4) alejado de mi familia he vivido como si cada viaje fuera un paréntesis en mi vida. Como si al subirme al avión levantara las manos, cruzara los dedos y dijera “crucis” y pudiera parar el juego. De esa manera todo quedara estático esperando mi regreso.
Pero vivir es una constante. No hay paréntesis ni interrupciones. Todo sigue. Todos seguimos viviendo.
Siempre he dicho que el cerebro es un órgano diseñado para encontrar explicaciones. Por eso estamos tan llenos de excusas, divagaciones, justificaciones y racionalizaciones. Consecuentemente mi cerebro lleva un mes intentando dar sentido a todo esto, pero lo hago con la paz que produce saber bien dónde está mi casa, y no tener que dar razón de haber buscado otra.
Lo cierto que nada se detiene. Los niños crecen, yo envejezco, y Gemma sigue cada día más preciosa.
Luego me doy la vuelta, miro en el sentido contrario y veo que una familia ha conducido 16 horas para venir a verme (hora y media) y tan pronto terminemos volverán a subirse a “la camioneta”. Nada les borra la sonrisa. Un padre me cuenta que le trasladan a Panamá. Lee en mi cara la sorpresa. “No te preocupes”, me dice, “he acordado las tres visitas anuales a Laredo (Tx) como innegociables; vamos a seguir viniendo”.
En ocasiones la responsabilidad deja caer todo su peso de golpe, solo para recordarte que ni el cansancio ni lo que ocurre en el paréntesis de tu vida puede hacerte perder de vista qué estás haciendo.
Y entiendo que tampoco sus vidas admiten paréntesis.
La única explicación a la que consigo llegar es esta: estoy haciendo lo correcto.
Esta es mi vida. Sin paréntesis. A caballo (¿Cuándo cambiaremos la frase por algo más acorde con los tiempos?), en avión entre Texas y Madrid.
El gran Vicktor Frankl lo escribió con precisión meridiana: “Vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a los problemas que ello plantea y cumplir las tareas que la vida asigna continuamente a cada individuo”.
Amen.
Eso sí, elevo un propósito: vivir mejor cada minuto que tenga (a su lado).