13 marzo, 2025

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Un Papa al servicio de la Iglesia y de la Persona

Doce Años de su Pontificado

Un Papa al servicio de la Iglesia y de la Persona

Desde que el Santo Padre fue ingresado en el Policlínico Gemelli, miles de personas hemos ido mostrando fehacientemente nuestra esperanza en su recuperación precisamente en este Jubileo al que nos ha convocado bajo esta virtud teologal. Lo estamos haciendo con el arma más poderosa que existe: la oración. Y recibimos con gozo la mejoría que está experimentando, al tiempo que habrán de acallarse las voces que se han alzado estos días en distintos medios sin tener en cuenta la elemental intimidad y el respeto debido a cualquier persona enferma, vulnerando el código deontológico de la profesión. Y al pasar por alto que en su caso concreto se trata de Pedro, el Vicario de Cristo en la tierra, alardeando de sabiduría terrena, hasta algunos han puesto fecha de caducidad a su vida, y organizado un eventual cónclave.

No contaron con los designios de Dios y el poder de la súplica que tantas veces obra milagros. Y ahora con visible júbilo celebramos este duodécimo aniversario del pontífice en el que ha mostrado ser un auténtico pastor con «olor a oveja». Encarna en sí mismo las características de un servidor de Cristo y del prójimo de incontables formas. Incluso hallándose en el hospital viene ofreciéndose por los fieles de la Iglesia y por los alejados de la misma. Se comprende que, desde tantos puntos cardinales de la tierra, creyentes y no creyentes, o quienes pertenecen a confesiones distintas a la católica, estén rezando por él. Ha sido el ruego que marcó su primera presentación al mundo siendo pontífice electo y la más insistente y cotidiana petición que le hemos oído pronunciar a lo largo de estos años.

Tenemos la gracia de contar con un Papa que se viene desgastando por Cristo y su Iglesia, que somos todos. No han entendido nada quienes le juzgan poco menos que irresponsable del deterioro de su salud. No comprenden que un apóstol genuino, como él, no repara en fatigas y desvelos. Le urge la conversión del mundo, ofrenda su vida sin poner coto alguno, porque la fe confiere la certeza de que Dios actúa siempre con su gracia en quienes viven desasidos de sí. Ese es el auténtico acto de servicio al que apela el Santo Padre cuando dice: «Si queremos seguir a Jesús, debemos recorrer el camino que Él mismo ha trazado, el camino del servicio». «¿Quieres sobresalir? Sirve. Este es el camino». «Servir no nos disminuye, sino que nos hace crecer. El vencedor no es el que domina, sino el que sirve por amor». «El servicio es el estilo de vida cristiano […] nace del amor» y el amor «no conoce fronteras, no hace cálculos, se consume y se da». Y eso ha hecho el Papa no solamente estos años, sino a lo largo de su vida, como se aprecia en su autobiografía: consumirse, darse, llegando casi al límite de sus fuerzas. La terquedad que algunos han apreciado en él, en términos espirituales tiene otra interpretación: amor al pueblo que le busca, que quiere estar con él, un sentimiento recíproco que nunca le ha abandonado.

En doce años de pontificado ha dado la vuelta a muchas cosas dentro de la Iglesia. Ha asumido líneas sugeridas por los cardenales y las ha puesto en marcha. Ha actuado con claridad y valentía movido por una fe sin fisuras, sin perder nunca la alegría, sabiendo perfectamente la repercusión que tendrían sus decisiones, y la multitud de críticas que conllevarían. Con energía y tesón, siempre infatigable, ha introducido los cambios que juzgaba deben caracterizar a una Iglesia en salida, cuyo signo precisamente es romper con el estancamiento, ese detestable «siempre se ha hecho así», que habla de inmovilismo, que induce a vivir cómodamente alimentando la rutina. Y ha ido borrando tal idea con paciencia y energía.

El signo del servicio es movimiento, atención a los demás, cuidado exquisito de la misión que cada uno tenga encomendada. Es ver en los otros las necesidades, adelantarse a cubrirlas, pensar en el modo de hacer frente a los desafíos, y actuar con prudencia y determinación. Todo eso lo había encarnado el religioso jesuita, el sacerdote y pastor de Buenos Aires. Heroísmo cotidiano, comprensión, amabilidad, amistad, ser uno con el pueblo y caminar junto a él, luchar por los derechos de los oprimidos, jugarse la vida para salvar la de otros, actuar en favor de la paz… eran rasgos que le caracterizaban cuando asumió la Silla de Pedro. El carisma que ha recibido y que le asiste como Vicario de Cristo ha potenciado la enorme riqueza de una existencia que estaba alejada de los oropeles ya incluso por razones de procedencia, de educación. El Papa nunca ha olvidado sus humildes raíces, y el relato de su intensa vida da claves para comprender muchas de las decisiones que ha ido tomando como máximo responsable de la Iglesia.

Su autoridad moral es indiscutible. Orante, austero, misericordioso, humano, desprendido, lleno de ternura, humilde, siendo consciente de su pequeñez, afligido por errores que cometió en su momento, un sentimiento que le lleva a reconocer que es un pecador como los demás. Y sabemos que no son palabras recurrentes ni impostadas, proferidas buscando suscitar en los demás alguna especie de reacción afín a su persona. Simplemente dejan entrever algunos pequeños matices del profundo itinerario espiritual de una vocación religiosa indeclinable; brotan de lo más profundo de un corazón que muestra cuánta es la sed de conversión, de penitencia.

Son incontables las imágenes que tenemos de él abrazando a los enfermos, bendiciendo a los niños y a sus madres, postrándose de hinojos ante gobernantes para suplicar la paz, descalzándose ante autoridades de otras confesiones, emocionarse ante la tragedia de los emigrantes, compadecerse por las heridas de los esclavizados que han padecido en sus carnes los hierros del odio y el afán de poder, o por los supervivientes de masacres, pobres y abandonados, niños sin hogar…; en suma, el pueblo que sufre y llora. Ha compartido, ha mezclado sus propias lágrimas con las de ellos. Es un Papa comprensivo, exigente cuando ha de serlo, amable, cercano, sin acepción de personas, sensible, natural, sencillo siempre, nunca autoritario. Todo eso no se improvisa; es fruto de la oración, y a la edad avanzada que tiene muestra la profunda huella que su quehacer ha ido dejando a lo largo de los años en quienes lo han conocido, lo han tratado de cerca, y, por supuesto, en la Iglesia. Una trayectoria apostólica edificante de la que se puede hacer balance y que resume en sí misma lo que es actuar con espíritu servicial. Es la voz autorizada de la experiencia basada en la vivencia del Evangelio; con eso está todo dicho.

En las hemerotecas se halla un compendio de su extraordinario legado, que yo misma también he sintetizado en otras ocasiones y lugares. Pero hoy quería centrar esta reflexión en el hombre, el sacerdote, el Papa, agradeciendo la entrega de su vida que apura al máximo; el signo más preclaro de su amor. Muchísimas felicidades, Santo Padre. Te queremos y seguimos orando por ti.

Isabel Orellana

Isabel Orellana Vilches Misionera idente. Doctora en Filosofía por la Universidad Autónoma de Barcelona con la tesis Realismo y progreso científico en la epistemología popperiana. Ha cursado estudios de teología en la Universidad Pontificia de Salamanca. Con amplia actividad docente desde 1986, ha publicado libros como: Realismo y progreso científico en la epistemología popperiana, Universitat Autònoma de Barcelona, 1993; El evangelio habla a los jóvenes, Atenas, Madrid, 1997; Qué es... LA TOLERANCIA, Paulinas, Madrid, 1999; Pedagogía del dolor. Ensayo antropológico, Palabra, Madrid, 1999; En colaboración con Enrique Rivera de Ventosa (†) OFM. Cap. San Francisco de Asís y Fernando Rielo: Convergencias. Respuestas desde la fe a los interrogantes del hombre de hoy, Universidad Pontificia, Salamanca, 2001; La "mirada" del cine. Recursos didácticos del séptimo arte. Librería Cervantes, Salamanca, 2001; Paradojas de la convivencia, San Pablo, Madrid, 2002; En la Universidad Técnica Particular de Loja, Ecuador, ha publicado: La confianza. El arte de amar, 2002; Educar para la responsabilidad, 2003; Apuntes de ética en Karl R. Popper, 2003; De soledades y comunicación, 2005; Yo educo; tú respondes, 2008; Humanismo y fe en un crisol de culturas, 2008; Repensar lo cotidiano, 2008; Convivir: un constante desafío, 2009; La lógica del amor, 2010; El dolor del amor. Apuntes sobre la enfermedad y el dolor en relación con la virtud heroica, el martirio y la vida santa. Seminario Diocesano de Málaga, 2006 y Universidad Técnica Particular de Loja, Ecuador (2007). Cuenta con numerosas colaboraciones en obras colectivas, así como relatos, cuentos, fábula y novela juvenil, además de artículos de temática científica, pedagógica y espiritual, que viene publicando en distintas revistas nacionales e internacionales. En 2012 culminó el santoral Llamados a ser santos y poco más tarde Epopeyas de amor prologado por mons. Fernando Sebastián. Es la biógrafa oficial del fundador de su familia espiritual, autora de Fernando Rielo Pardal. Fundador de los Misioneros Identes, Desclée de Brouwer, Bilbao, 2009. Culmina la biografía completa. Encargada del santoral de ZENIT desde 2012 a 2020 y ahora en Exaudi