Un caso de éxito

El verdadero éxito no se mide solo en logros profesionales, sino en la capacidad de adaptarse, crecer y servir a los demás

El retorno a casa solía hacerlo de pie, apoyado cerca de la puerta trasera del ómnibus. Las condiciones eran poco favorables tanto para leer como si me apetecía echar una pestaña, Tenía poco margen de maniobra para leer o echar una pestaña. Esta vez, no solamente las estrellas centelleaban con gracia y complacencia, también tuve la fortuna de viajar sentado hasta llegar a mi destino. Como el tramo por recorrer era largo me adormilé, de pronto una trépida frenada me reconectó con la dinámica del ómnibus. En el asiento anterior viajaban un joven que rondaría los 20 años y, a su costado, un adulto mayor que bien podría ser su abuelo. Así que sin siquiera buscarlo, me convertí en testigo de un enjundioso diálogo, que vale la pena compartirlo.

– “Abuelo, ¿qué carrera elegiste al egresar del colegio?” – “El derecho me atrapó desde la secundaria.  Ingresé pronto a la universidad, pero, al cabo del segundo año pero tuve que abandonarla” – “¿Qué ocurrió?” –“Mi padre era dueño de un próspero negocio ferretero. Yo era el mayor de cuatro hermanos y, en el último mes de mi segundo año de carrera, mi padre falleció en un accidente automovilístico. Así que, a partir del primer día útil del siguiente año, con mis casi 21 años, tomaba las riendas de la empresa familiar”.


El anciano hizo silencio. El suficiente como para reorganizar sus emociones y dar oportunidad a la formulación de alguna pregunta o de un comentario. Con más desapego que calidez, el joven señaló – “al margen de la mala suerte por el deceso de tu padre, ¿sientes que has fracaso en tu vida profesional?; – “¿Por qué debería tener esa sensación?, apostilló el abuelo. – “¿Será porque no terminaste tu carrera y te dedicaste a algo lejano del derecho?” puntualizó su interlocutor.  – “¿Qué va? Me hago cargo cabalmente de que los de tu generación anhelan – es señal de estar bien encaminados hacia el éxito – trabajar en lo que han estudiado. Sin embargo, no siempre ocurre esa feliz coincidencia. No te oculto que, al principio, la pasé mal; no contaba con los conocimientos ni el arte propios del giro del negocio. El tiempo y la perseverancia me llevaron a adquirirlos: además, descubrí, en mí, otras habilidades y talentos desconocidos hasta esa circunstancia. Lo cierto es que ambos, la empresa y yo crecimos juntos. Hoy somos una cadena de ferreterías distribuidas en varias regiones del país y algunas otras plazas internacionales.

– “Tu caso de éxito no es frecuente”, glosó el joven. El abuelo, carraspeó, y prosiguió: “Mi historia la considero de éxito no por el crecimiento y expansión del negocio ferretero, sino por dos razones. Primero, porque tuve el coraje de pechar con la responsabilidad de sacar adelante a mi madre y hermanos. Segundo, aprendí que la trascendencia de una profesión no depende de la actividad que se desempeñe, sino de la persona que la realiza. Me reafirmo en que los estudios superiores tienen particular relevancia, pero no olvides que quien los relaciona, sintetiza, porta y aplica es un titular. La diferencia la acentúa la persona con su creatividad, modo de ser y calidad humana. En la universidad se tiene que estudiar y mucho. Alimenta tu inteligencia, sin olvidar que no solo eres cabeza; tienes voluntad y afectos. Aplícate a tu crecimiento personal y, si la vida te lleva por caminos ajenos a la profesión elegida, sabrás responder con entereza y eficiencia. Un caso de éxito se mide trabajando con gusto, con ilusión y espíritu de servicio”.