Es el 24 de febrero de 2022: mientras el mundo comienza a salir de la tormenta de la pandemia, se lanza la ofensiva militar de las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa en Ucrania. La víspera, en la audiencia general, el Papa Francisco hace un llamamiento con «gran dolor en el corazón por el empeoramiento de la situación»:
Pero prevalece la lógica opuesta, la de las armas. Al amanecer del 24 de febrero, las tropas rusas reciben la orden de invadir Ucrania. La decisión llega poco después del reconocimiento de las repúblicas separatistas del Dombás situadas en territorio ucraniano, Donetsk y Lugansk. Durante estos doce meses sacudidos por la guerra, el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, reiteró en varias ocasiones la disposición de la Santa Sede a mediar y a hacer todo lo posible para favorecer una vía de diálogo y cooperación.
Abrir fronteras, corazones y puertas a los ucranianos que huyen
Tras el estallido del conflicto, los llamamientos del Papa se convirtieron en súplicas incesantes: «Varias veces hemos rezado – dijo Francisco a la hora del Ángelus del 27 de febrero – para que no se tome este camino. Y no dejamos de rezar, al contrario, suplicamos a Dios más intensamente». El 2 de marzo es la jornada de oración y ayuno, promovida por el Santo Padre, por la paz en Ucrania. Al poder de la oración se ha unido desde los primeros días del conflicto otro rostro alentador: el de la solidaridad.
En la audiencia general del 2 de marzo, el Pontífice, al saludar a los fieles polacos, les recordó que los ciudadanos de Polonia fueron los primeros en apoyar a Ucrania abriendo sus fronteras, sus corazones y las puertas de sus casas «a los ucranianos que huían de la guerra».
Ríos de sangre y lágrimas
El Papa pide la apertura de corredores humanitarios, para «garantizar y facilitar el acceso de la ayuda a las zonas asediadas». A la hora del Ángelus del 6 de marzo, Francisco retrató el conflicto, en su cruda realidad, con estas palabras:
“Las víctimas son cada vez más numerosas, así como las personas que huyen, especialmente madres y niños». El Pontífice recordó también que dos cardenales fueron al país devastado por la guerra «para servir a la gente, para ayudar». Se trata de los cardenales Konrad Krajewski y Michael Czerny.
En misión en nombre del Papa
Los dos purpurados son enviados directamente por el Papa como sus representantes para llevar solidaridad y cercanía a los refugiados y a las víctimas de la guerra. Su presencia, dice el Pontífice en ese Ángelus del 6 de marzo, «no es sólo del Papa, sino de todo el pueblo cristiano que quiere acercarse y decir: ¡La guerra es una locura! ¡Basta, por favor! Miren esta crueldad».
El Cardenal Czerny se reúne con los refugiados que huyen de los centros de acogida de Hungría y cruza la frontera hasta el pueblo ucraniano de Beregove.
Durante este año de guerra, las misiones del cardenal Krajewski son varias. En una de ellas, en septiembre, el limosnero papal se ve envuelto en un tiroteo. Pero la misión no se detiene y el cardenal sigue llevando ayuda, alimentos, rosarios y la bendición de Francisco para que nadie se sienta solo. Reza ante los numerosos cuerpos enterrados en fosas comunes en Izyum.
En Ucrania, Krajewski lleva generadores y camisetas térmicas y entrega dos ambulancias donadas por el Papa. En mayo,también viaja a Ucrania el secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones internacionales, monseñor Paul Richard Gallagher, quien visita las ciudades mártires de Vorzel, Irpin y Bucha, donde reza ante la fosa común cercana a la iglesia ortodoxa de San Andrés.
En el nombre de Dios, que se detenga la matanza
Poner fin a la guerra. Esta es la incesante petición que ha acompañado las palabras del Papa desde el comienzo del conflicto. En el Ángelus del 13 de marzo, el Papa Francisco pide que se detenga, en nombre de Dios, la matanza en este atormentado país. Y recuerda que la ciudad de «Mariupol se ha convertido en una ciudad mártir de la desgarradora guerra».
El 14 de marzo, Francisco, dirigiéndose a una Asociación con fines éticos y de promoción social, invita a reflexionar sobre cómo el hombre puede ignorar las lecciones de la historia: «varias guerras regionales y especialmente la actual guerra en Ucrania muestran que quienes rigen los destinos de los pueblos no han comprendido aún las lecciones de las tragedias del siglo XX».
Videollamada con Kirill
El 16 de marzo es el día de la videollamada entre el Papa y el Patriarca Kirill de Moscú. El director de la Oficina de Prensa del Vaticano, Matteo Bruni, informa de que la conversación se centró en «la guerra en Ucrania y el papel de los cristianos y de sus pastores para hacer todo lo posible para que prevalezca la paz». Francisco coincidió con el Patriarca en que «la Iglesia no debe utilizar el lenguaje de la política, sino el lenguaje de Jesús». «Los que pagan la factura de la guerra – añadió el Papa – son los pueblos, son los soldados rusos y son los pueblos los que son bombardeados y mueren». Y concluyó:
La guerra es inhumana y sacrílega
Pasan los días y «la violenta agresión contra Ucrania no cesa, por desgracia». «Una matanza sin sentido donde cada día se repiten violencias y atrocidades», vuelve a recordar el Papa en el Ángelus del 20 de marzo.
«Tantos abuelos, enfermos y pobres, separados de sus familias, tantos niños y personas frágiles abandonados a su suerte bajo las bombas, sin poder recibir ayuda». «¡Todo esto es inhumano! Es más, ¡también es sacrílego, porque va contra el carácter sagrado de la vida humana, especialmente contra la vida humana indefensa, que debe ser respetada y protegida, no eliminada, y que está por encima de cualquier estrategia!”.
El conflicto amenaza al mundo entero
Dirigiéndose el 24 de marzo a los participantes en el encuentro promovido por el Centro femenino italiano, el Pontífice explica que la tragedia del país del Este europeo es «fruto de la vieja lógica del poder que todavía domina la llamada geopolítica». «La historia de los últimos setenta años lo demuestra: nunca han faltado las guerras regionales; por eso he dicho que estábamos en la tercera guerra mundial a trozos, un poco por todas partes; hasta ésta, que tiene una dimensión mayor y amenaza al mundo entero».
Acto de Consagración al Corazón Inmaculado de María
El 25 de marzo Francisco preside la celebración penitencial en la Basílica de San Pedro y al final reza la oración de Consagración al Corazón Inmaculado de María de la humanidad y, en particular, de los pueblos de Rusia y Ucrania.
En unión con los obispos y fieles del mundo, el Papa lleva al Corazón Inmaculado de María todo lo que vive la humanidad: «No es una fórmula mágica, no, no es eso; pero es un acto espiritual. Es el gesto – explica el Papa en su homilía durante la celebración de la Penitencia – de la plena confianza de los hijos que, en la tribulación de esta guerra cruel y de esta guerra sin sentido que amenaza al mundo, recurren a la Madre».
Se destruye el futuro
Poco más de un mes después del inicio de la guerra, que el Papa la califica de «cruel y sin sentido», y recuerda que uno de cada dos niños ha sido desplazado de Ucrania. «Esto significa destruir el futuro», subrayó Francisco en el Ángelus del 27 de marzo.
En la audiencia general del 6 de abril, retomando el viaje apostólico a Malta, el Papa subraya en cambio que «después de la Segunda Guerra Mundial se intentó sentar las bases de una nueva historia de paz, pero desgraciadamente – no aprendimos – y continúa la vieja historia de las grandes potencias en competencia». Y en el escenario actual de Ucrania vemos «la impotencia de la Organización de las Naciones Unidas». Las noticias sobre la guerra, «en lugar de traer alivio y esperanza, testimonian nuevas atrocidades, como la masacre de Bucha» – recuerda el Pontífice – refiriéndose a «las crueldades cada vez más horrendas» llevadas a cabo incluso contra «civiles, mujeres y niños indefensos».
Una bandera que procede de la guerra
Al final de la audiencia general del 6 de abril, el Papa muestra una bandera procedente de la ciudad mártir de Bucha y recibe en el escenario del Aula Pablo VI a un grupo de niños ucranianos. Los colores azul y amarillo están tan desteñidos que parecen verdes. Sobre ella se dibuja una cruz y a su alrededor frases en ucraniano que recuerdan la resistencia durante la revolución de Maidan en 2014: «Justo de Bucha – dice el Papa – me trajeron esta bandera. Esta bandera viene de la guerra». «Estos niños – añade – tuvieron que huir y llegar a una tierra extranjera: este es uno de los frutos de la guerra».
Paz para la martirizada Ucrania
En su Mensaje Urbi et Orbi para la Pascua del año pasado, Francisco insta a dejar que «la paz de Cristo entre en nuestras vidas, en nuestros hogares, en nuestros países».
El Pontífice pide el compromiso de clamar por la paz: «Por favor, por favor: no nos acostumbremos a la guerra». Y recuerda los terribles sufrimientos padecidos por el pueblo ucraniano:
A María las lágrimas del pueblo ucraniano
El 8 de mayo, numerosos fieles se reúnen en torno a la venerada imagen de María, en el santuario de Pompeya, para dirigirle la Súplica. «Arrodillado espiritualmente ante la Virgen – dice el Papa después de rezar el Regina Caeli – le confío el ardiente deseo de paz de tantos pueblos que en diversas partes del mundo sufren la desgracia insensata de la guerra. A la Santísima Virgen presento en particular los sufrimientos y las lágrimas del pueblo ucraniano».
A continuación, Francisco exhorta de nuevo a encomendarse a la oración: «Ante la locura de la guerra, , por favor, sigamos rezando cada día el Rosario por la paz». El 13 de mayo, en un encuentro con los directivos y el personal de la autoridad nacional de aviación civil, Francisco expresa un deseo:
Que no se use el trigo como un arma
En junio de 2022, la primera audiencia general está marcada por un llamamiento: «Es muy preocupante el bloqueo de las exportaciones de trigo de Ucrania, de las que depende la vida de millones de personas, especialmente en los países más pobres. Hago un llamamiento de todo corazón para que se haga todo lo posible para resolver este problema y garantizar el derecho humano universal a la alimentación”.
El deseo de ir a Ucrania
Durante estos 12 meses desgarrados por el conflicto, el Papa Francisco expresa repetidamente su deseo de viajar a Ucrania. El 4 de junio, se reúne con los participantes en el «Tren de los niños» del Patio de los Gentiles. A uno de ellos, un niño ucraniano, le dirige estas palabras: «Me gustaría ir a Ucrania; sólo que tengo que esperar el momento de hacerlo, ¿sabes? Porque no es fácil tomar una decisión que puede hacer más mal que bien al mundo entero. Tengo que buscar el momento adecuado para hacerlo».
El 5 de junio, solemnidad de Pentecostés y «cien días después del inicio de la agresión armada contra Ucrania», el Papa subraya a la hora del Regina Caeli que la guerra «es la negación del sueño de Dios: pueblos que se enfrentan, pueblos que se matan, pueblos que, en lugar de acercarse, son expulsados de sus casas». Y renueva su llamamiento a los dirigentes de las naciones para que no lleven «a la humanidad a la ruina».
Se sofoca la voz de la humanidad que clama por la paz
Una semana después, el 12 de junio, el pensamiento de Francisco, siempre en el Ángelus, se dirige «al pueblo de Ucrania, afligido por la guerra». «El tiempo que pasa no enfría nuestro dolor y nuestra preocupación por esas personas martirizadas”.
En su mensaje para la VI Jornada mundial de los pobres, que lleva por fecha el 13 de junio, el Pontífice subraya que «la guerra en Ucrania ha venido a sumarse a las guerras regionales que han venido cosechando muerte y destrucción en los últimos años. Pero aquí el panorama es más complejo debido a la intervención directa de una superpotencia, que pretende imponer su voluntad en contra del principio de autodeterminación de los pueblos”.
¿Qué hago por el pueblo ucraniano?
Jorge Mario Bergoglio también plantea preguntas a las que cada persona puede responder en su propio corazón. En el Ángelus del 19 de junio plantea en particular estas preguntas: «¿Qué hago hoy por el pueblo ucraniano? ¿Rezo? ¿Me entrego? ¿Intento comprender?».
El 23 de junio, al recibir a los participantes en la Asamblea Plenaria de la Reunión de las Obras para la ayuda a las Iglesias Orientales (ROACO), el Pontífice subraya que en Ucrania «hemos vuelto al drama de Caín y Abel»; se ha desencadenado «una violencia que destruye la vida, una violencia luciferina, diabólica, a la que los creyentes estamos llamados a reaccionar con la fuerza de la oración, con la ayuda concreta de la caridad, con todos los medios cristianos para que las armas dejen paso a las negociaciones».
Signos de esperanza
En el Ángelus del 3 de julio, Francisco subraya, una vez más, que el mundo necesita la paz: «No una paz basada en el equilibrio de las armas, en el miedo mutuo. No, esto no es posible. Esto significa retroceder setenta años en la historia. La crisis ucraniana debería haber sido, pero – si se quiere – todavía puede llegar a ser, un desafío para estadistas sabios, capaces de construir en el diálogo un mundo mejor para las nuevas generaciones». Poco más de un mes después, en el Ángelus del 7 de agosto, el Papa Francisco saluda con satisfacción la salida de los primeros barcos cargados de cereales de los puertos de Ucrania: «Este paso demuestra que es posible dialogar y alcanzar resultados concretos, que beneficien a todos. Por lo tanto, este acontecimiento es también un signo de esperanza».
Conversaciones telefónicas con el presidente Zelensky
El 12 de agosto es el día de una nueva conversación telefónica entre el Papa y el presidente Volodymyr Zelensky. La noticia la dio el propio jefe de Estado ucraniano, que en un tuit habló de los horrores en su país y agradeció al Pontífice sus oraciones.
El propio Zelensky, que habló el 22 de marzo en hang-out con el Parlamento italiano, había abierto el enlace de vídeo diciendo que había hablado con el Papa: «Dijo palabras muy importantes». Otra conversación telefónica entre Francisco y Zelensky se remonta al 26 de febrero, dos días después del ataque ruso. En aquella ocasión, el Pontífice expresa al presidente ucraniano «su más profundo dolor por los trágicos acontecimientos» en Ucrania.
La guerra es una locura
Seis meses después del inicio del conflicto, en la audiencia general del 24 de agosto, el Papa reiteró que la guerra es una locura: «Pienso en tanta crueldad, en tantos inocentes que están pagando la locura, la locura de todos los bandos, porque la guerra es una locura». «Y los que se benefician de la guerra y del comercio de armas son criminales que matan a la humanidad». Durante el viaje apostólico a Kazajistán, del 13 al 15 de septiembre, resuena una pregunta en particular: «¿Qué tiene que pasar todavía, cuántos muertos tendrán que esperar para que las oposiciones den paso al diálogo por el bien de las personas, de los pueblos y de la humanidad?». Una pregunta a la que sólo puede seguir un horizonte: «La única salida es la paz y la única manera de llegar a ella es el diálogo».
El legado de un mundo en ruinas
La esperanza del Papa está puesta sobre todo en los jóvenes. El 24 de septiembre, durante su visita a Asís con ocasión del evento «Economía de Francisco», el Pontífice pronuncia estas palabras: «Están viviendo su juventud en un tiempo que no es fácil: la crisis ambiental, luego la pandemia y ahora la guerra en Ucrania y las otras guerras que se suceden desde hace años en diversos países, están marcando nuestras vidas. Nuestra generación les ha legado muchas riquezas, pero no hemos sabido custodiar el planeta y no estamos custodiando la paz». «Están llamados a convertirse en artesanos y constructores de la casa común, una casa común que se está arruinando».
Llamamiento a los presidentes de Rusia y Ucrania
El 2 de octubre, el Papa en el Ángelus no pronuncia su catequesis, sino que lee un largo llamamiento en el que afirma que «el curso de la guerra en Ucrania se ha vuelto tan grave, devastador y amenazador, que causa gran preocupación». «Me angustian los ríos de sangre y de lágrimas que se han derramado en los últimos meses». Y es angustioso, añade, que «el mundo esté aprendiendo la geografía de Ucrania a través de nombres como Bucha, Irpin, Mariupol, Izium, Zaporizhzhia y otras localidades, que se han convertido en lugares de sufrimiento y miedo indescriptibles». «¿Y qué decir del hecho de que la humanidad se enfrenta de nuevo a la amenaza atómica?». A continuación, el Papa se dirige en primer lugar al «presidente de la Federación Rusa, suplicándole que detenga, también por amor a su pueblo, esta espiral de violencia y muerte». Francisco hace un llamamiento igualmente confiado al presidente de Ucrania para que se muestre «abierto a propuestas serias de paz».
La Iglesia sufre ante las guerras
El 24 de octubre, el Papa se reúne con seminaristas y sacerdotes que estudian en Roma. Un sacerdote ucraniano planteó esta pregunta al Pontífice: «¿Cuál es el papel que debe desempeñar la Iglesia católica con respecto a los territorios afectados por la guerra?».
«La Iglesia católica – responde Francisco – es una madre, la madre de todos los pueblos. Y una madre, cuando sus hijos están en conflicto, sufre. La Iglesia debe sufrir ante las guerras, porque las guerras son la destrucción de los hijos. Igual que una madre sufre cuando sus hijos no se llevan bien o se pelean y no se hablan – las pequeñas guerras domésticas – la Iglesia, la Madre Iglesia ante una guerra como ésta en su país, debe sufrir. Debe sufrir, llorar, rezar».
Sobre los niños el peso del conflicto
El 2 de noviembre, en el día de la conmemoración de todos los fieles difuntos, en la misa, el Papa Francisco retoma algunos pasajes de un texto que había llegado de Ucrania: «Esta mañana recibí una carta de un capellán de un hogar para niños, un capellán protestante, luterano. Niños huérfanos por la guerra, niños solos, abandonados. Y me dijo: ‘Este es mi servicio: acompañar a estos descartados, porque han perdido a sus padres, la guerra cruel los ha dejado solos’. Este hombre hace lo que Jesús le pide: cuidar a los pequeños en la tragedia. Y cuando leí esa carta, escrita con tanto dolor, me emocioné, porque dije: Señor, veo que sigues inspirando los verdaderos valores del Reino”.
El gran afecto por los pueblos ruso y ucraniano
Durante la rueda de prensa en el avión al final del viaje apostólico a Baréin, el 6 de noviembre, el Papa subraya que «la crueldad no es del pueblo ruso, porque el pueblo ruso es un gran pueblo, sino que es de los mercenarios, de los soldados que van a la guerra como una aventura: los mercenarios». «Prefiero pensar así, porque tengo una gran estima por el pueblo ruso, por el humanismo ruso. Basta pensar en Dostoievski, que todavía hoy nos inspira, inspira a los cristianos a pensar en el cristianismo. Siento un gran afecto por el pueblo ruso. Y también siento un gran afecto por el pueblo ucraniano. Cuando tenía once años, había cerca un sacerdote ucraniano que celebraba y no tenía monaguillos, y me enseñó a servir la misa en «ucraniano». «Todos estos cantos ucranianos los conozco en su lengua, porque los aprendí de niño, así que tengo un afecto muy grande por la liturgia ucraniana. Estoy en medio de dos pueblos a los que amo».
Una derrota para la humanidad
El 22 de noviembre, el Papa Francisco se reúne con representantes del Congreso Judío Mundial: «En tantas regiones del mundo, la paz está amenazada». «¡Reconozcamos juntos – dice el Pontífice – que la guerra, toda guerra, es siempre, en cualquier caso y en todas partes una derrota para toda la humanidad! Pienso en la de Ucrania, una guerra grande y sacrílega que amenaza por igual a judíos y cristianos, privándolos de sus afectos, de sus casas, de sus bienes, ¡de su misma vida! Sólo con la seria voluntad de acercarnos unos a otros y en el diálogo fraterno es posible preparar el terreno para la paz. Como judíos y cristianos, hagamos todo lo humanamente posible para detener la guerra y abrir caminos a la paz”.
El sufrimiento de un pueblo, el dolor del Papa
Nueve meses después del estallido de la guerra en Ucrania, Francisco, en una carta fechada el 24 de noviembre y dirigida al pueblo ucraniano, expresa su dolor por la «absurda locura de la guerra»: «Su dolor es mi dolor. En la cruz de Jesús hoy los veo a ustedes, que sufren el terror desencadenado por esta agresión. Me vienen a la mente muchas historias trágicas. En primer lugar, las de los pequeños: ¡cuántos niños muertos, heridos o huérfanos, arrancados de sus madres! Lloro con ustedes por cada pequeño que, a causa de esta guerra, ha perdido la vida, como Kira en Odessa, como Lisa en Vinnytsia, y como cientos de niños más: en cada uno de ellos está derrotada la humanidad entera. Ahora están en el seno de Dios, ven sus penas y rezan para que terminen».
Las repercusiones de la guerra
En su mensaje del 1 de diciembre a los participantes en la VIII Conferencia de los Diálogos MED de Roma, el Papa recuerda otros efectos dramáticos del «conflicto bélico en curso dentro de Europa»: «A los daños incalculables de toda guerra en términos de víctimas, tanto civiles como militares, se añaden la crisis energética, la crisis financiera, la crisis humanitaria para tantos inocentes obligados a abandonar sus hogares y a perder sus bienes más preciados, y, la crisis alimentaria, que afecta a un número creciente de personas en todo el mundo, especialmente en los países más pobres. De hecho, el conflicto ucraniano está teniendo enormes repercusiones en los países del norte de África, que dependen en un 80% de los cereales procedentes de Ucrania o Rusia».
Atrapados en el conflicto
En su mensaje del 3 de diciembre con motivo del Día Internacional de las personas con discapacidad, Francisco «recuerda a continuación el sufrimiento de todas las mujeres y hombres con discapacidad que viven en situaciones de guerra, o de aquellos que se encuentran discapacitados como consecuencia de los combates. ¿Cuántas personas – en Ucrania y en los demás teatros de guerra – permanecen prisioneras en lugares donde se combate y ni siquiera tienen la posibilidad de escapar? Hay que prestarles una atención especial y facilitarles por todos los medios el acceso a la ayuda humanitaria».
El llanto del Papa por Ucrania
El 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen, es el día de la oración del Papa a María Inmaculada. El Pontífice, conmovido hasta las lágrimas durante el tradicional homenaje y oración en el monumento a la Virgen en la Plaza de España, pronuncia estas palabras: «Virgen Inmaculada, hoy hubiera querido traerte la acción de gracias del pueblo ucraniano, por la paz que desde hace tanto tiempo pedimos al Señor. En cambio, aún tengo que traerte la súplica de los niños, de los ancianos, de los padres y de las madres, de los jóvenes de esa tierra atormentada, que tanto sufre».
Una Navidad con los ucranianos en el corazón
Pocos días antes de Navidad, Francisco, en la audiencia general del 14 de diciembre, invita a todos a vivir este tiempo sin olvidar a los que sufren a causa de la guerra: «Tengamos una Navidad más humilde, con regalos más humildes. Enviemos lo que ahorremos al pueblo ucraniano, que está necesitado, sufre mucho; pasa hambre, siente el frío y muchos mueren porque no hay médicos, enfermeras a mano. No lo olvidemos: una Navidad, sí; en paz con el Señor, sí, pero con los ucranianos en el corazón». «Que nuestra mirada – dice después Francisco, el 25 de diciembre, en el mensaje Urbi et Orbi – se llene de los rostros de nuestros hermanos y hermanas ucranianos, que viven esta Navidad en la oscuridad, en el frío o lejos de sus casas, a causa de la destrucción causada por diez meses de guerra».
No perder la esperanza
El año 2023 se abre con las mismas heridas dramáticas. En el primer día del nuevo año, que San Pablo VI quiso dedicar a la oración y a la reflexión por la paz en el mundo, se siente «aún más fuerte, intolerable, el contraste de la guerra, que en Ucrania y en otras regiones siembra muerte y destrucción». «Sin embargo – dice el Papa en el Ángelus – no perdemos la esperanza, porque tenemos fe en Dios, que en Jesucristo nos ha abierto el camino de la paz».
Madres que han perdido a sus hijos
El 8 de enero, fiesta del Bautismo del Señor, el pensamiento del Ángelus se dirige en particular a las madres: «Hoy, viendo a la Virgen que lleva al Niño en el Pesebre, amamantándolo, pienso en las madres de las víctimas de la guerra, en los soldados caídos en esta guerra en Ucrania. Las madres ucranianas y las madres rusas, ambas han perdido a sus hijos. Este es el precio de la guerra. Rezamos por las madres que han perdido a sus hijos soldados, tanto ucranianas como rusas».
Ucrania es una madre enferma
El 25 de enero de este año, Francisco se reúne con el Consejo Panucraniano de Iglesias y organizaciones religiosas. No existe una «Ucrania judía, una Ucrania cristiana, una Ucrania ortodoxa, una Ucrania católica, una Ucrania islámica». Sólo hay una Ucrania, «madre» que sufre, dice el Pontífice, cuando ve la brutalidad infligida a sus hijos: “Cuando la mamá está enferma todos están juntos”.
Un triste aniversario
El 22 de febrero, casi un año después de la invasión de Ucrania y «del comienzo de esta guerra absurda y cruel», el Papa en la audiencia general se detiene en este «triste aniversario»: «El balance de muertos, heridos, refugiados y desplazados, destrucciones, daños económicos y sociales habla por sí solo. ¿Puede el Señor perdonar tantos crímenes y tanta violencia? Él es el Dios de la paz. Permanezcamos junto al martirizado pueblo ucraniano, que sigue sufriendo. Y preguntémonos: ¿se ha hecho todo lo posible para detener la guerra? Hago un llamamiento a quienes tienen autoridad sobre las naciones para que se comprometan concretamente a poner fin al conflicto, alcanzar un alto el fuego e iniciar negociaciones de paz. La que se construye sobre escombros nunca será una verdadera victoria».
No resignarse a la guerra
En estos doce meses de guerra, el Papa Francisco siempre ha pedido no olvidar al martirizado pueblo ucraniano, encontrar caminos de diálogo y de paz. Gestos, lágrimas, palabras, llamamientos, preguntas. No resignarse a la guerra. No permanecer indiferentes.
Amedeo Lomonaco – Ciudad del Vaticano – Vatican News