Últimos Tiempos, Esperanza Intrahistorica y Victoria Final
Sólo Dios sabe el día y la hora

“En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni aun los ángeles del cielo, ni el Hijo. Solamente lo sabe el Padre” (Mateo 24. 36).
Revistámonos de las armas de la luz
“11. Y esto, teniendo en cuenta el momento en que vivimos. Porque es ya hora de levantaros del sueño; que la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe.
- La noche está avanzada. El día se avecina. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz.
- Como en pleno día, procedamos con decoro: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias” (Romanos 13, 11-13).
Conozcamos las señales de los tiempos
Debemos conocer y entender el “tiempo”, interpretándolo acertadamente. Todo ser humano debería conocerlo y entenderlo. Por ello cabe hacerse la siguiente pregunta: ¿Sabemos qué etapa de esta era cristiana está transcurriendo hoy en día?
Jesucristo reprendió a los fariseos y saduceos por no poder ellos discernir “las señales de los tiempos” (Mateo 16, 1-3). ¿Discernimos nosotros dichas “señales de los tiempos” actuales, así como de los tiempos que se avecinan, estando capacitados para comprender lo que indican?
En lo concerniente al tiempo, en mi opinión, cometemos habitualmente dos grandes torpezas:
- No preocuparnos por conocer el tiempo y sus señales.
- Ignorar voluntariamente la marcha inexorable del tiempo hacia el desenlace final de cada vida humana en particular, de la historia en general, del cosmos y de la creación en su totalidad.
Según hemos visto anteriormente en Romanos 13, 11-13, cuatro hechos debemos conocer acerca del tiempo de Dios (Kairós), concluyendo el capítulo con una llamada a la santidad y advirtiéndonos sobre la proximidad del regreso de Cristo:
Primer hecho: “…es ya hora de levantarnos del sueño”. Es pues hora de despertar. De este modo, “es ya hora” de abrir bien los ojos y ponerse en movimiento. No hay tiempo para seguir dormitando.
Segundo hecho: “…ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos”. El paso de cada día, hora y minuto nos acerca cada vez más al momento del triunfo final de Cristo.
Tercer hecho: “La noche está avanzada”. Es decir, el manto oscuro que encubre toda suerte de perversión, inmoralidad, fechoría, crimen, violencia y rebeldía se cierne sobre el mundo.
“La noche…” se refiere a la sublevación contra Dios, que comenzó antes de la creación del mundo cuando Lucifer pretendió usurpar la autoridad del único Dios Todopoderoso.
La larga “noche” de pecado se ha extendido, hasta el tiempo presente, pero en estos tiempos ya “está avanzada”.
Cuarto hecho: “…se acerca el día”. Es decir, “se acerca el día” de la Segunda Venida de Cristo.
“Porque vosotros (los cristianos informados y entendidos) sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá, así como ladrón en la noche; cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán” (Tesalonicenses 5, 2-3).
“Porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?, exclaman los impenitentes sorprendidos y espantados sobremanera por el “fin” inesperado “de todas las cosas” (Apocalipsis 6,17 y Pedro 2,7).
“Más vosotros, hermanos, no estaréis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. Porque todos sois hijos de la luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas.” (1 Tesalonicenses 5,4-5).

¡Despertad! No apaguéis el espíritu y no despreciéis las profecías.
“Así pues, no nos entreguemos al sueño como los demás, sino estemos en vela y vivamos sobriamente. Los que duermen, de noche duermen; los que se emborrachan, de noche se emborrachan. En cambio, nosotros, que somos del día, vivamos sobriamente, revestidos con la coraza de la fe y del amor, y teniendo como casco la esperanza de la salvación. Porque Dios no nos ha destinado al castigo, sino a obtener la salvación por medio de Nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros para que, despiertos o dormidos, vivamos con Él (1 Tesalonicenses 5,6-10).
“Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. Dad gracias en toda ocasión: esta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros. No apaguéis el espíritu, no despreciéis las profecías- Examinadlo todo; quedaros con lo bueno.Guardaos de toda clase de mal. Que el mismo Dios de la paz os santifique totalmente, y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo, se mantenga sin reproche hasta la venida de Nuestro Señor Jesucristo”. (1 Tesalonicenses 5,16-23).
La importancia de la escatología cristiana y la teología de la historia
Ante las palabras proféticas que hemos transcrito en el apartado anterior, resulta patente para un cristiano la importancia de la escatología, es decir, el estudio de las realidades finales (muerte, juicio, infierno, gloria y salvación).
A juicio de San Agustín, no se puede considerar verdaderamente cristiano quien no ha puesto su mirada en la plenitud de los tiempos venideros. En uno de sus primeros sermones, hay una frase muy relevante sobre este aspecto: “y en eso no me he detenido en exhortaros a que lo hagáis y lo hagáis por la esperanza futura. Pues quien no piensa en el siglo futuro, y no se hizo cristiano esperando recibir al fin lo que Dios prometió, todavía no es cristiano”.
Ofrecer al pueblo cristiano una esperanza fundamentada en la Escritura, conforme a la tradición de los padres de la Iglesia y a la ortodoxia de la fe, representó una prioridad para San Agustín.
Tal y como nos indica Stefano Abbate – profesor adjunto en Filosofía Social en la Universidad Abat Oliba CEU – en su artículo académico titulado: “El desarrollo de la plenitud intrahistórica en San Agustín”. (Pensamiento. Revista de Investigación e Información Filosófica. Vol. 78 núm. 301 (2022): septiembre-diciembre), San Agustín hizo propio el esquema del Genesis de los siete días de la creación y el último día de descanso, como esquema de la historia y de su consumación.
“El día primero, por así decirlo, de todo este mundo es el tiempo que va desde Adán hasta Noé; el segundo, desde Noé hasta Abraham; el tercero, desde Abrahán hasta David; el cuarto, desde David hasta la trasmigración a Babilonia, el quinto; desde la transmigración hasta la llegada de Nuestro Señor Jesucristo. Desde la llegada del Señor por tanto, está en curso el día sexto; en el día sexto vivimos. Por eso, como el hombre fue creado en el sexto día a imagen de Dios, según el Génesis, así también en este tiempo, cual sexto día, de todo el siglo, somos renovados en el bautismo para recibir la imagen de nuestro Creador. Más, una vez que haya pasado este sexto día, después de aquella aventación vendrá el descanso, y guardarán el sábado los santos y justos de Dios”.
El tiempo sabático que Agustín espera en la última etapa intrahistórica es un tiempo donde las obras se conforman a la justicia y a la verdad, que previamente es la adoración del hombre hacia su Creador.
Al séptimo día de la etapa sabática seguirá, según San Agustín, el octavo día, que simboliza “la vida nueva que seguirá al fin del mundo”. Esta nueva etapa se encuentra fuera de la historia y al margen de toda experiencia conocida por los hombres. Es el ingreso en la eternidad y en la visión beatífica de Dios, y coincide con la segunda resurrección, aquella última y definitiva.
El pasaje del séptimo al octavo día se produce con la resurrección de los cuerpos:
“Las almas de todos los santos descansan realmente antes de la resurrección de los cuerpos, pero no tienen aquella actividad que vitaliza a los cuerpos que les fueron consignados. Esa actividad la significa el día octavo, que se confunde con el primero, ya que no suspende, sino que glorifica ese descanso (…) Los Santos Padres, llenos de espíritu profético antes de la resurrección del Señor, conocieron ya ese sacramento del día octavo”.
El día octavo representa entonces la resurrección de Jesús, que anhelan todos aquellos que han obrado con misericordia durante su vida eterna, correspondiente al sexto día.
Tal y como señala el Prof. Stefano Abbate, resulta muy interesante subrayar la diferencia sustancial entre la séptima y la octava etapa, que consiste en la entrada en la eternidad. Si la séptima edad corresponde aún a un tiempo que corre y que es igual al tiempo que conocemos en la condición de presente, la entrada en la eternidad corresponde a una superación del tiempo, el final de la historia. Solo aquí se puede realmente intuir la total transformación del orden conocido y la entrada en una dimensión totalmente nueva y desconocida. Se puede concluir, según el Prof. Abbate, que en la primera etapa del pensamiento escatológico agustiniano, la diferencia entre séptimo y octavo día se encuentra en la diferencia que hay entre tiempo y eternidad. La séptima etapa es incluida en la dimensión intrahistórica; en cambio, la octava pertenece a la eternidad.
La etapa intrahistórica y el milenio en San Agustín
Siguiendo el trabajo de investigación del Prof. Abbate, los planteamientos en la escatología de San Agustín evolucionan desde una primera etapa donde sostuvo una posición escatológica de carácter milenarista coincidiendo con los Sermones a otra etapa más articulada, con su obra La Ciudad de Dios:
- En el primer planteamiento, Agustín presenta una etapa intrahistórica en la cual los santos reinaran con Dios antes de la resurrección de los cuerpos y sucesiva a la segunda venida de Cristo. Los santos quedaran a salvo de toda insidia y asechanza del maligno. Aquí el milenio se interpreta en sentido espiritual, con la realización de los bienes mesiánicos durante este periodo de tiempo. Así, la historia culmina en un clímax donde se manifiesta en esta tierra el esplendor de la Iglesia, sin posibilidad que exista el pecado en su interior. Esta etapa coincide con el séptimo día en el saeculum que confluirá sucesivamente en el octavo día sin termino, que es la vida eterna después de la resurrección de los cuerpos. Agustín se acoge en este periodo a una larga tradición patrística de los primeros siglos del cristianismo. Sin embargo, en esta interpretación de Agustín no hay tintes carnales, sino que se trata de un reinado social y espiritual.
- En el segundo planteamiento, Agustín asume una visión más prudente acerca de los últimos tiempos, dejando todo tipo de milenarismo e interpretación de los mil años del Apocalipsis en clave eclesial. De este modo, en el esquema de las dos ciudades, no hay lugar para ninguna esperanza intrahistórica, y todos los bienes mesiánicos están reservados para después del juicio final; los mil años en los cuales el dragón resulta atado corresponden a la imposibilidad de arrebatar por parte del maligno a los que Dios ha predestinado a la salvación. Son unos mil años que corresponden a los años de la era cristiana donde Dios ha prometido a la iglesia que las puertas del Hades no prevalecerán sobre ella. En este planteamiento de La Ciudad de Dios, Agustín se aleja de las posiciones milenaristas, a saber, a causa de poderse interpretar en un sentido carnal, que siempre estuvo lejos de la mentalidad de Agustín. En este nuevo planteamiento, los mil años se refieren al sexto día, en el cual la Iglesia militante peregrina a la espera de la liberación definitiva. La Iglesia es entonces el reino de los santos sobre la que Cristo reina. A la Iglesia se refiere la promesa de Cristo de que las puertas del Hades no prevalecerán sobre ella. Estos mil años concluirán con la persecución del Anticristo hasta su derrota por parte de Cristo. Seguirá el juicio final y la resurrección de los muertos. En este esquema, no hay posibilidad de una plenitud intrahistórica.
Sin embargo, y a pesar de estas diferencias, el Prof. Abbate señala que se puede encontrar un punto en común entre las dos posiciones asumidas por Agustín a lo largo de su vida. Ciertamente, el cambio de opinión se ha producido a causa de los milenaristas carnales que interpretan las profecías mesiánicas y el Apocalipsis en un sentido totalmente desviado. Pero se puede reconocer, también en La ciudad de Dios, que por lo menos el milenarismo espiritual puede ser hasta cierto punto admisible.
Últimos tiempos y victoria final
Sirvan las anteriores reflexiones del Prof. Abatte como introducción a la conversación que mantuve el 16 de enero de 2025 con D. Enrique Cases Martín, sacerdote de la Prelatura del Opus Dei, doctor en Teología Dogmática y licenciado en Ciencias Químicas, a raíz de la reciente publicación de su libro: “El Evangelio eterno. El Final de los tiempos” (ExLibric, 2024).
Según expone D. Enrique Cases, “la historia no es un relato de individuos aislados. Es evidente que cada generación influye en la siguiente. Muchos han intentado encontrar el hilo conductor de esa continuidad y han elaborado filosofía de la historia, como es el caso de Compte, Marx o San Agustín en un sentido lineal, con comienzo y progreso. Incluso algunos pretenden un sentido circular, como el eterno retorno de Nietzsche. No es fácil entender el tiempo y la eternidad. Dios, con su Providencia y libertad, guía la historia. En lo individual la libertad divina se combina con la humana, acercándose o alejándose. La acción es toda de Dios y toda del hombre. En lo colectivo ocurre algo similar. Dios decide algunas cosas fijas, que se cumplirán necesariamente: la encarnación del Verbo en Jesús, la redención, la parusía o final del tiempo, distinta del final de los tiempos y el juicio de los gentiles. Pero el resto de la historia es una combinación de la voluntad humana y la divina. Esto es la Teología de la Historia”.
A continuación, reproducimos en siete audios la conversación que mantuve con D. Enrique Cases sobre escatología particular, escatología general y teología de la historia.
- Escatología cristiana y teología de la historia.
- La vida futura: inmortalidad y resurrección.
- Últimos tiempos y final de los tiempos.
- La Santísima Trinidad en la Historia de la Salvación.
- La Edad del Espíritu Santo.
- Primicias de la redención.
- Esperanza y triunfo final.
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