Qué hora es? Parece que estamos durmiendo más de la cuenta… Las chicas se han quedado encerradas en su cabaña por un problema de pestillos y hasta que María S. no ha tirado la puerta abajo, Elena no ha podido hacer su función de despertador… El día se presenta emocionante.
Después de los tradicionales ritmos tribales de buena mañana del Pater con el tambor y la ronda de 21 cafés con leche en polvo nos dirigimos a acabar el proyecto de pintado del colegio st. Joseph the Worker. Donde antes había piedras desnudas y telarañas ahora hay paredes lisas blancas y azules. Donde antes había marcas de manos sucias y polvo ahora hay un abecedario, formas geométricas, números, frutas, un cuerpo humano, mapas, lemas y logos (el de Tumaini incluido). Esto ya tiene más pinta de colegio y a juzgar por los ejércitos de niños que vienen a verlo, ha gustado. Acabar todos estos murales en el tiempo limitado que hemos tenido es una proeza digna de orgullo. Algún rifirrafe ha habido, debido a pintores muy perfeccionistas y falta de material, pero el resultado sorprende hasta a los diseñadores.
Hoy nos toca picnic, pero a la tanzana. Un barco nos espera después del trabajo para llevarnos a Dokonbu, un pueblecito de madera realmente simpático donde nos han invitado a comer. Esta vez llevamos con nosotros un nuevo tripulante: la cabra Pulgarcito, que nos acompañará a todos en la comida, a su manera. De entre los voluntarios se escoge al guerrero más fuerte y más diestro en el uso del cuchillo para la ejecución de Pulgarcito: yo.
Con este acto comienza el picnic que seguro nunca olvidaré, compuesto de patatas, arroz, ensalada, cabra y «dedo humano». Al festín se unen parte de los habitantes de Dokonbu, deseosos de darnos las gracias por la visita y compartir mangos y cerveza con nosotros.
La tarde no acaba ahí, puesto que no muy lejos del pueblo se encuentra la playa de Miroto, dónde pretendemos ver el atardecer. Zarpamos rumbo al espectáculo pero el sol nos adelanta, así que decidimos echar el ancla y ver el atardecer desde el lago. Otra sesión de admiración y bocas abiertas para la colección, debidamente documentada fotográficamente por Raquel, y seguidas de una carrera de natación bajo cielo naranja hasta la playa.
Mientras aparecen las primeras estrellas me pregunto qué habremos hecho para caerle tan bien al de arriba. Todo está saliendo de lujo: trabajamos, cumplimos, disfrutamos, reímos, cantamos, nos emocionamos, cantamos otra vez y volvemos a emocionarnos. Tenemos un grupazo y nos sentimos agradecidos y felices.
Hasta el motor del barco respeta nuestro momento y decide pararse un par de veces en el camino de vuelta a la aldea. Allí nos espera Pulgarcito 2.0 y Javi se encarga de transformar un animal la mar de simpático en una cena la mar de rica, esta vez con mejor puntería.
Por si alguno está pensando que este día se ha quedado incompleto, Santi, Elena y María R. nos han preparado una Gincana con acertijos.
El cansancio desaparece en cuanto comienza la búsqueda del deseado tesoro. «Todos lo tienen nadie lo pierde, ¿Qué es?” Preguntadle al equipo de Jacobo P. Rafa V. Maria S. y Nata, que se dejaron varias neuronas y un pulmón cada uno ganando la dinámica.
Así finaliza el último día en Ukerewe. Ha sido un lugar idílico de la África tropical donde se contempla la grandeza de la naturaleza.
Próximo destino: el orfanato de Bunda, dónde conoceremos la dura realidad de algunos niños de África. Tenemos muchas ganas.
Mamá, papá, estoy estupendamente.
Hermanas, he matado una cabra pero era para comer.
Abuelos, os echo de menos.
Amigos, llevo flipando desde el día uno.
Os quiero a todos.
Guillermo M.