Comienza un nuevo día. Esta mañana nuestra amiga Grace ha hecho caso a Tere y hay pancakes. Como de costumbre, después de los desayunos, nos encaminamos a nuestras tareas con las Sisters.
El día de hoy va a consistir en estar correteados por los peques. Se escuchan chillidos de felicidad por parte de los babies al vernos llegar. Y durante la próxima hora tengo los brazos cargados….
Dan las 10am y Guille, Javi, Estela, Nat y yo nos vamos a la guardería “Mother of Good Counsel” colegio de educación cristiana que pertenece a otras Sisters, esta vez las que nos acogen. Es llegar y encontrarnos con un mar de cabecitas sonrientes en el patio. Los simpáticos profesores se nos presentaron y nosotros a ellos de vuelta. “Los niños os han preparado una canción” y de pronto un coro de voces infantiles, con baile incluido, que nos desbordó de ternura. No nos íbamos a quedar de brazos cruzados, así que a cambio nos dispusimos a enseñar a un centenar de niños el baile de la Macarena. No les pudo gustar más, y al tercer ensayo ya varios se la sabían, además al irnos, un profesor recreó de nuevo nuestros movimientos con los pequeños Africanos. Pero no nos quedamos ahí, ya que también les enseñamos “Soy una taza”, mientras el profe iba traduciendo cada utensilio. A un grupito de niñas el “chu chu” de la olla express les pareció la parte especialmente entretenida, no paraban de repetirlo entre risillas.
Durante lo que quedaba de recreo, algunos jugamos al fútbol sin reglas, otros nos dejamos acariciar el brazo y el pelo enteros por un corro de peques.
Enseguida los profes llamaron a los niños para volver a las aulas, pero antes nos tenían preparada una sorpresa…. encima de una mesa una sister, presumiblemente la directora, colocó un bizcocho entero y me delegó a mi el cuchillo para partirlo. “Cogeros un trozo cada uno y lo demás para los niños” (no entiendo como puede caber tanta generosidad en una persona, mucho que aprender de ellos); lo hicimos al revés, un trozo para compartir entre nosotros y lo demás cortadito en trocitos para repartir entre los kids. Y cuando pensábamos que no nos podíamos asombrar más del corazón tan grande que tienen, nos sacan dos regalos bien envueltos que contenían otro bizcocho entero y un bote de miel. Nos negamos a aceptarlos, yo sentía que estábamos abusando ya. Pero más tarde aprenderíamos que para los africanos, un invitado es una bendición y por ende el hacer regalos a estos es bendecir el hogar (qué heavy).
Este voluntariado además de estar ayudándonos a abrir los ojos y apreciar los bienes materiales que tenemos y la vida que nos ha tocado, está haciendo que en los ratos libres profundicemos en valores y aprendamos de los choques culturales entre la africana y la española. Otra anécdota del quinto día aquí que merece la pena ser contada ocurrió después de comer: Rafavos y yo íbamos por el camino que transitamos todos los días del resort donde comemos a la residencia. Justo ahí tenemos un colegio en el que todos los días vislumbramos a un puñado de niños asomados por las rejas de las ventanas de la clase mientras gritan de alegría al vernos pasar. “Jambo, jambo…” (Hola, hola!!!).
Pero esta vez corrieron a nuestro encuentro cual fan que se topa con su famoso favorito, para acompañarnos un tramo. Las niñas se agarraban de mi brazo con sonrisas de oreja a oreja como si fuéramos mejores amigos (de verdad que es impactante).
Esa tarde, volvimos a las Misioneras de la Caridad para continuar con nuestras actividades y algunos les dimos la cena a los bebés: una papilla con tropezones, cero apetecible. Pero una se lo acabó enterito, no sé cómo. El año que viene les traemos potitos de Nestlé, seguro que fliparían.
Se acaba el día de trabajo y nos dirigimos a asearnos, hoy como reyes porque he de decir que el truco de Almu ha funcionado: si dejas un cubo de agua helada bajo el sol durante el día y lo cubres con un plástico, efectivamente tendrás agüita calentita.
Una vez limpios y frescos, nos vamos a visitar a las Sisters que nos acogen, para expresar nuestro agradecimiento, pero se ve que otra vez más las gracias nos las dan ellas: en una mesita había zumo de mango para nosotros 20. Y de nuevo, ponemos en práctica otra parte de la cultura africana: el no dejar nada de comida ya que es de muy mala educación. Así que me toca beberme el vaso de Larra también.
Aprendimos mucho de ellas y también alucinamos de cómo les da tiempo a hacer tantas cosas en un solo día. La respuesta con una sonrisa fue simple: “nos despertamos a las 5am y el resto es cosa del Señor”.
La dinámica de esta noche fue amarga, pero sin duda la noche más impactante de las que llevamos aquí. La persona tan querida por los veteranos se dio a conocer a los nuevos: Enock, uno de los sacerdotes que nos acompañan, contó su testimonio. Los temas que salieron como sus asuntos familiares, la pobreza material y su odisea de Tanzania a España fueron un golpe de realidad y un ejemplo de confianza plena en el Señor, que es el que nos guía en todo momento. Una confianza ciega, sincera e inquebrantable, nos enseño que todo lo que tiene se lo debe al Señor y yo me pregunto ¿Cómo le puede deber tanto a Dios con una vida tan complicada?, ¿Cómo se puede confiar habiéndose encontrado con tantas adversidades en su camino? De Enock vamos a aprender en este mes a ver Sus manos en cada cosa buena que nos ocurra y encontrar Su rostro en cada persona con la que nos crucemos.
Como la Madre Teresa dijo una vez: “Aférrate a Sus manos y no las sueltes jamás”.
Y así acaba un gran día…
Gracias por dejarnos vivir esta experiencia. Os mandamos un beso enorme desde Tabora.
Raquel de A.