El P. Jorge Miró comparte con los lectores de Exaudi su comentario sobre el Evangelio de hoy, domingo 7 de enero de 2024, titulado “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”
***
Con la fiesta del Bautismo del Señor, que celebramos hoy, concluye el tiempo litúrgico de Navidad.
El bautismo de Jesús es la aceptación y la inauguración de su misión de Siervo doliente. Se deja contar entre los pecadores; es ya el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; anticipa ya el bautismo de su muerte en la cruz. Se somete enteramente a la voluntad de su Padre: por amor acepta el bautismo de muerte para la remisión de nuestros pecados. A esta aceptación responde la voz del Padre que pone toda su complacencia en su Hijo (cf. Catecismo 535s).
Esta fiesta nos recuerda nuestro propio bautismo, y nos hace descubrir que en el Bautismo hemos recibido la semilla de un tesoro que es la fe y el don del Espíritu Santo, que nos convierte en hijos de Dios en Cristo y nos introduce en la comunidad de fe: la Iglesia, tesoro que hemos de cuidar con todo nuestro interés y cariño; y semilla que hemos de dejar crecer para que dé fruto abundante.
La Palabra de Dios te invita hoy a tomarte en serio tu fe, a cuidarla para que cada día sea más fuerte, a pesar de tu debilidad o, mejor, contando con ella, y entregándosela al Señor para que el Espíritu Santo realice en ti la obra de la santidad como Él quiera hacerla.
Y ¿qué puedes hacer para que tu fe crezca y madure? En primer lugar, acoger como dirigida a ti la palabra de Dios en el evangelio: tú eres mi hijo amado. Este es el “hilo conductor” de todo el ser cristiano: que Dios te ama gratuitamente y está haciendo contigo una historia de amor y de salvación. Esta es la clave. Descubrir que todo es don, todo es gracia, todo es una obra del Señor que tú has de acoger en tu vida.
Por eso, -como dice el evangelio- has escuchar a Jesucristo: con una actitud de humildad, de sencillez, de confianza… de dejarte enseñar por Él, que es el único Maestro. Y con el Espíritu Santo, dejar que la Palabra vaya modelando tu corazón para que tu vida se ajuste a la voluntad de Dios.
También es necesario que cultives tu vida espiritual. La oración es necesaria. Rezar y, no sólo cuando tienes problemas, sino cada día, como lo más natural que puedes hacer con Dios, tu Padre. Y orar con una oración viva y sincera. Una oración de petición en el Espíritu, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene; pero también una oración de alabanza, que es el eco de la presencia del Espíritu haciendo nueva tu vida.
También, participar en los sacramentos, sobre todo en la Eucaristía y en la Penitencia. Y hacer el bien.
Y todo esto se vive en la Iglesia, que es la familia de los que creen en Jesucristo. No puedes vivir la fe en solitario, de una manera individualista. No. Dios no te ha creado para la soledad, sino para la relación, para la comunión y para la donación.
Y todo esto es un camino que culminará en la meta, que es el cielo, donde ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede siquiera imaginar lo que Dios tiene preparado para los que le aman.
¡Ábrele el corazón al Señor! ¡No tengas miedo! ¡El que comenzó en ti la obra buena, él mismo la llevará a su término!