El sacerdote y psicoterapeuta Alfons Gea ofrece este artículo en el que reflexiona sobre el miedo a la tristeza y al que sufre en la sociedad actual, la tristofobia.
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María Jesús es una viuda que hace unos meses perdió a su esposo el cual, aun no siendo dependientes el uno del otro, era su consejero, comodín ante las dificultades, apoyo incondicional y seguridad ante el mundo. La que siempre estaba enferma era ella. Ahora como es evidente le echa en falta y además tiene que aprender una nueva vida.
María Jesús pertenece a varios grupos de fe que se vienen acompañando mutuamente durante más de 30 años. El caso es que está sufriendo una especie de aislamiento. La tristeza no es tolerada por los demás y con la mejor de las intenciones le bloquean sus expresiones de dolor de tal manera que ha aprendido a no expresar lo que siente. Todos la ven mejor, pero en su interior ha entrado en crisis y se atormenta cada vez que tiene que asistir a una de las reuniones o salidas del grupo.
Los juicios de valor que hacen sobre su tristeza y los consejos “curalotodo” la exasperan más.
No es que no nos preparen para la muerte, sino que no toleramos la tristeza, no ya tanto porque deseamos que la otra persona esté bien, sino porque cuesta estar al lado del que sufre cuando sufre. A veces no desear que sufra es el deseo de protegernos de su sufrimiento que nos molesta. Podemos acuñar el nombre de tristofobia como el término que expresa fobia al que sufre.
Entre los dos hicimos este decálogo para compartir con los grupos:
- Respetad mi dolor, no lo he elegido yo.
- No tengas miedo de mi ansiedad o de verme mal, o de verme llorar.
- Es difícil estar a mi lado si no estás preparado, lo entiendo, pero no me fuerces a estar bien.
- Podemos hablar de todo, de cosas intranscendentes, de mi dolor, de sus cosas y recuerdos. Sin miedo a reír y sin miedo a llorar.
- No hay fórmulas mágicas, ni libros geniales ni oraciones “curalotodo”. No soy ni tonta ni más pecadora que tú.
- Ser creyente no nos exime de sufrir.
- Si tienes paciencia para caminar a mi ritmo mejor.
- Déjame ayudarte a ti. No soy una inútil.
- Todos necesitamos aprender.
- No hay solución cuando no hay solución. Es más sano asumir los límites que negarlos.
Sin imponer nada, María Jesús se sintió mejor. Comprender sin pretender. Curar sin esperar.