Ricardo Grzona, CEO de la Fundación Ramón Pané, comparte esta reflexión en la que se ofrecen tres figuras que nos ayudan a vivir la Pascua: María Magdalena, el Apóstol Tomás y Pedro en Roma.
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Cuando nos acercamos a la Pascua, hay muchas maneras de abordar el tema. Pensando que este año, otra vez muchos fieles no podrán participar en directo de las celebraciones, podemos hacer oración en casa y reflexionar y me gustaría compartir las actitudes de tres personajes que acompañaron a Jesús en su Pascua, para invitar a meditar sobre ellos: María Magdalena, el Apóstol Tomás y Pedro en Roma.
María Magdalena
María Magdalena, una discípula y seguidora de Jesús Según el Evangelio de San Lucas en el Capítulo 8, seguramente había escuchado muchas de las Enseñanzas de Jesús sobre la Resurrección. Sin embargo, María Magdalena, después del Viernes Santo y haber visto la crucifixión del Señor por estar ahí presente, dejando pasar el Sábado de reposo absoluto para los judíos, el primer día de la Semana se dirige al Sepulcro. Esta narración la cuentan los 4 evangelistas. Mateo 28,1: Marcos 16, 1; Lucas 24,1 y Juan 20,1. Ellas iban al Sepulcro “Sin embargo, toda la preocupación de las mujeres cuando iban a la tumba al amanecer era otra: si podían embalsamar su cuerpo sin vida. Esto sobre todo querían sus corazones que habían amado, corazones que permanecieron fieles hasta la muerte, y más allá de los límites de la muerte” (Juan Pablo II Urbi et Orbi 1990). La inquietud que llevaban era ¿Quién las ayudaría a mover la piedra? para así encontrar el cadáver de Jesús. Irónicamente, el gran dolor juega una mala pasada a la memoria de los discursos de Jesús sobre la Resurrección. Todos conocemos el desenlace narrado por San Juan en el Capítulo 20:
14 Después de decir esto, se dio vuelta y vio a Jesús que estaba parado allí, pero no lo reconoció. 15 Entonces Jesús le preguntó: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién estás buscando?”
Ella pensó que era el jardinero y entonces le dijo: “Señor, si tú lo has sacado de aquí, dime dónde lo has puesto para que yo vaya a buscarlo”.
16 Jesús dijo: “¡María!”.
Ella se volvió y respondió en hebreo: “¡Rabbuní!”, que significa “Maestro mío”.
17 Jesús le dijo: “No me detengas porque todavía no he subido a mi Padre, pero ve donde mis hermanos y diles: Yo subo hacia mi Padre y el Padre de ustedes, mi Dios y su Dios”.
18 Entonces María Magdalena se fue de allí para anunciar la noticia a los discípulos: “He visto al Señor”, y lo que Él le había dicho.
Era necesario que Jesús apareciera a María, quien desde ese momento cambió su dolor en felicidad y se transformó en la primera en anunciar la Resurrección.
Apóstol Tomás
También en el Evangelio de San Juan en el Capítulo 20 se narra esta importantísima escena cuando Jesús Resucitado entró donde estaban los Discípulos:
24 Resulta que Tomás, uno de los doce, que se llamaba “el Gemelo”, no estaba con ellos cuando Jesús llegó. 25 Entonces los otros discípulos le dijeron a Tomás: “¡Hemos visto al Señor!”
Él les dijo: “Si no veo la señal de los clavos en sus manos, y no toco con mi dedo en el lugar de los clavos y pongo mi mano sobre su costado, ¡no lo creeré!”
26 Después de una semana, los discípulos de Jesús estaban reunidos nuevamente allí con las puertas cerradas, y Tomás estaba con ellos. Jesús vino, se paró entre ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”
27 Entonces Jesús le dijo a Tomás: “Coloca aquí tu dedo y mira mis manos; coloca aquí tu mano y métela en mi costado. ¡Deja de dudar, sino más bien cree!
28 Tomas exclamó: ¡Señor mío y Dios mío!”
29 Jesús le dijo: “¿Creíste porque me has visto?¡Felices los que no vieron, pero creyeron!”
La actitud del Apóstol Tomás, es comprensible desde un punto muy humano. Pero al igual que María Magdalena el dolor y el duelo lo tenían cegado. Me gustaría invitar al lector a que se imagine la escena completa. Ese Domingo todos estaban muy tristes, Tomás debe salir por algún motivo, pero cuando regresa, los ve a todos muy alegres y casi diría, haciendo una fiesta. Obviamente pensó que estarían alucinando. No creyó, porque su dolor aún seguía muy fuerte en su corazón. Toda esa semana quedaría muy pensativo, obviamente fuera de las conversaciones entre los Apóstoles, hasta que llegó nuevamente Jesús y pudo encontrarse con el Resucitado. Su corazón cambió ahora está alegre y arrepentido por haberse dejado llevar por el dolor. Pero gracias a la duda de Tomás, todos nosotros recibimos la bendición de Jesús: “Felices los que creen sin ver”.
Pedro en Roma
Aunque esta imagen no está en la Biblia, sí está muy marcada en la Tradición de la Iglesia. En el año 64 El Emperador Nerón comenzó una gran persecución contra los cristianos. Pedro estaba en Roma, y aunque él llevaba más de 30 años anunciando a Jesús resucitado, el miedo a que pudiera pasarle algo malo, Pedro huye de Roma por la conocida Via Apia. Mientras sale escapando se encuentra con Jesús que iba cargando la cruz en sentido contrario, es decir, Jesús se dirigía a Roma. Pedro lo reconoce y le dice una frase que siempre citamos en latín: “Quo vadis, Domine” (¿A dónde vas, Señor?) a lo que Cristo contesta: “Romam vado iterum crucifigi” (“Voy hacia Roma para ser crucificado de nuevo”). Pedro, avergonzado de su actitud, regresa a Roma a continuar su ministerio y posteriormente es martirizado y crucificado cabeza abajo. Hoy se puede visitar en la Via Apia un templo antiguo que recuerda este momento.
Reflexión
Los tres personajes tienen un mismo común denominador: han escuchado directamente la predicación de Jesús. Sabían en su mente el tema de la resurrección.
Sin embargo, el dolor, el miedo, la ansiedad hace perder de vista lo más importante. La Pascua es esa gran jugada inesperada que tiene Dios para cambiar la historia. La Pascua es siempre el encuentro con Cristo Resucitado. Este encuentro produce alegría, felicidad completa, gozo sin fin, plenitud y paz definitiva.
Me gustaría preguntarte ¿con cuál de los tres personajes te identificas tú para celebrar la Pascua?:
Con María Magdalena, que triste se queda con el dolor del Viernes Santo, y se olvida de lo que dijo el Maestro. ¿Cuál puede ser ese dolor interno que te quita la paz y no te deja encontrarte con Jesús Resucitado?
Con el Apóstol Tomás que duda de lo que le están diciendo todos sus compañeros, que le cuesta creer aunque ve los cambios de otros y no acepta el mensaje de la resurrección, porque también se quedó encerrado en el Viernes Santo.
Con el Apóstol Pedro, cabeza de la Iglesia, que había negado tres veces al Señor y luego es reconfirmado y pasa más de 30 años predicando. Pero, cuando llegó el miedo, huyó y necesitó volver a encontrarse con Jesús.
Te invito a que no te dejes robar la esperanza ni la paz. La Pascua no solamente el Viernes Santo. Éste tal vez es el penúltimo escalón. Muchos de nuestros pueblos celebran mucho el Viernes Santo, tal vez por la identificación con el dolor de Cristo, pero vemos menos participación de la Alegría Pascual el Domingo de Resurrección. Te deseo que puedas dejar las cosas que te impidan llegar al encuentro con Jesús Resucitado, que no dudes, que no pidas explicaciones, ni milagros. El Señor está vivo, y te quiere vivo.