La Audiencia General de esta mañana tuvo lugar a las 9:00 horas en la Plaza de San Pedro, donde el Santo Padre Francisco se reunió con grupos de peregrinos y fieles de Italia y de todo el mundo.
En su discurso en italiano, el Papa, continuando el nuevo ciclo de catequesis «El Espíritu y la Esposa. El Espíritu Santo guía al pueblo de Dios hacia Jesús, nuestra esperanza», centró su reflexión en el tema El Espíritu enseña a rezar a la Esposa. Los Salmos, una sinfonía de oración en la Biblia (Lectura: Col 3,16-17).
Tras resumir su catequesis en las distintas lenguas, el Santo Padre dirigió expresiones especiales de saludo a los fieles presentes. A continuación hizo un llamamiento con ocasión de la Jornada Mundial del Refugiado, promovida por las Naciones Unidas, que se celebrará mañana.
La Audiencia General concluyó con el rezo del Pater Noster y la Bendición Apostólica.
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[El siguiente texto también incorpora partes no leídas que se consideran pronunciadas]
Catequesis. El Espíritu y la Esposa. El Espíritu Santo guía al Pueblo de Dios al encuentro con Jesús, nuestra esperanza. 4. El Espíritu enseña a la Esposa a rezar. Los Salmos, una sinfonía de oración en la Biblia
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En preparación del próximo Jubileo, les he invitado a dedicar el año 2024 «a una gran “sinfonía” de oración» [1]. Con la catequesis de hoy, quisiera recordarles que la Iglesia ya tiene una sinfonía de oración cuyo compositor es el Espíritu Santo, y es el Libro de los Salmos.
Como en toda sinfonía, en ella hay varios “movimientos”, es decir, varios tipos de oración: alabanza, acción de gracias, súplica, lamento, narración, reflexión sapiencial y otros, tanto en forma personal como en forma coral de todo el pueblo. Estos son los cantos que el Espíritu mismo ha puesto en labios de la Esposa, su Iglesia. Todos los libros de la Biblia, como recordé la vez pasada, están inspirados por el Espíritu Santo, pero el Libro de los Salmos también lo está en el sentido de que está lleno de inspiración poética.
Los salmos han ocupado un lugar privilegiado en el Nuevo Testamento. De hecho, ha habido y sigue habiendo ediciones que contienen el Nuevo Testamento y los Salmos juntos. Tengo sobre mi mesa una edición ucraniana, que me enviaron, de este Nuevo Testamento con los Salmos; era de un soldado que murió en la guerra. Y él rezaba en el frente con este libro.
No todos los salmos – y no todo de cada salmo – puede ser repetido y hecho propio por los cristianos y menos aún por el ser humano moderno. Reflejan, a veces, una situación histórica y una mentalidad religiosa que ya no son las nuestras. Esto no significa que no sean inspirados, sino que en ciertos aspectos están ligados a una época y a una etapa provisional de la revelación, como ocurre también con gran parte de la legislación antigua.
Lo que más recomienda los salmos a nuestra acogida es que fueron la oración de Jesús, de María, de los Apóstoles y de todas las generaciones cristianas que nos precedieron. Cuando los recitamos, Dios los escucha con esa gran “orquestación” que es la comunión de los santos. Jesús, según la Carta a los Hebreos, entra en el mundo con un versículo de un salmo en el corazón: “He aquí que vengo, oh Dios, a hacer tu voluntad” (cf. Hb 10,7; Sal 40,9); y deja el mundo, según el Evangelio de Lucas, con otro verso en los labios: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46; cf. Sal 31,6).
El uso de los salmos en el Nuevo Testamento es seguido por el de los Padres y de toda la Iglesia, que hace de ellos un elemento fijo en la celebración de la Misa y la Liturgia de las Horas. «Toda la Sagrada Escritura divina exhala la bondad de Dios– escribe San Ambrosio –, pero sobre todo lo hace el dulce libro de los salmos» [2]. El dulce libro de los salmos. Me pregunto: ¿rezan a veces con salmos? Tomen la Biblia o el Nuevo Testamento y recen un salmo. Por ejemplo, cuando están un poco tristes porque han pecado, ¿rezan el salmo 51? Hay muchos salmos que nos ayudan a seguir adelante. Tomen la costumbre de rezar los salmos. Les aseguro que al final serán felices.
Pero no podemos únicamente vivir del legado del pasado: es necesario que hagamos de los salmos nuestra oración. Se ha escrito que, en cierto sentido, debemos convertirnos nosotros mismos en ‘autores’ de los salmos, haciéndolos nuestros y rezando con ellos [3]. Si hay algunos salmos, o simplemente versículos, que hablan a nuestro corazón, es bueno repetirlos y rezarlos durante el día. Los salmos son oraciones «para todas las estaciones»: no hay estado de ánimo o necesidad que no encuentre en ellos las mejores palabras para convertirlos en oración. A diferencia de todas las demás oraciones, los salmos no pierden su eficacia a fuerza de repetirlos; al contrario, la aumentan. ¿Por qué? Porque están inspirados por Dios y «espiran» Dios, cada vez que se leen con fe.
Si nos sentimos oprimidos por el remordimiento y la culpa, porque somos pecadores, podemos repetir con David: «Ten piedad de mí, oh Dios, en tu amor; / en tu gran misericordia» (Sal 51,3), el salmo 51. Si queremos expresar un fuerte vínculo personal con Dios, decimos: «Oh Dios, tú eres mi Dios, / desde el alba te busco, / mi alma tiene sed de ti, / mi carne te anhela / en una tierra seca, sedienta y sin agua», salmo 63 (Sal 63,2). No es por casualidad que la liturgia ha incluido este salmo en las laudes de los domingos y de las solemnidades. Y si nos asaltan el miedo y la angustia, esas maravillosas palabras del salmo 23 vienen en nuestro socorro: «El Señor es mi pastor […]. Aunque pase por valle tenebroso, / no temo ningún mal» (Sal 23,1.4).
Los salmos nos permiten no empobrecer nuestra oración reduciéndola sólo a peticiones, a un continuo “dame, danos…”. Aprendemos del Padre Nuestro, que antes de pedir “el pan de cada día” dice: “Santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad”. Los salmos nos ayudan a abrirnos a una oración menos egocéntrica: una oración de alabanza, de bendición, de acción de gracias; y también nos ayudan a convertirnos en la voz de toda la creación, haciéndola partícipe de nuestra alabanza.
Hermanos y hermanas, que el Espíritu Santo, que dio a la Iglesia Esposa las palabras para rezar a su divino Esposo, nos ayude a hacerlas resonar hoy en la Iglesia y a hacer de este año preparatorio del Jubileo una verdadera sinfonía de oración. ¡Gracias!
[1] Carta a S.E. Mons. Fisichella para el Jubileo 2025 (11 de febrero de 2022).
[2] Comentarios sobre los Salmos I, 4, 7: CSEL 64,4-7.
[3] Giovanni Cassiano, Conlationes, X,11: SCh 54, 92-93.
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Saludos
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Veo que hay argentinos aquí, los saludo. Pidámosle al Espíritu Santo que nos enseñe a orar con los salmos, que son una bella sinfonía de oración. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.
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Resumen leído en español por el Santo Padre Francisco
Queridos hermanos y hermanas:
En nuestra catequesis de hoy presentamos al Espíritu Santo como el “compositor” de una sinfonía de oración que ha sido donada a la Iglesia. Esta bella sinfonía son los salmos, con los que nos dirigimos al Señor para alabarlo, agradecerle, suplicarle y compartirle nuestro sufrimiento; en una palabra, con ellos rezamos, a veces en comunidad, otras en la intimidad. Los salmos han sido la oración de Jesús y María, de los apóstoles y de todos los cristianos que nos han precedido. Esto, y el hecho de que tengan un lugar privilegiado en la liturgia, nos habla de la importancia que tienen para nosotros los creyentes.
Los salmos no son algo del pasado, se actualizan cuando los hacemos nuestra propia oración. Les aconsejo que cuando un salmo, o un versículo de un salmo, les llegue al corazón, lo conserven, lo repitan durante un día. Para cada una de las situaciones que nos tocan experimentar en la vida, encontraremos siempre un salmo que nos dará una respuesta.
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Llamamiento
Mañana se celebra el Día Mundial del Refugiado, promovido por las Naciones Unidad. Que sea una oportunidad para dirigir una mirada atenta y fraternal a todos aquellos que están obligados a huir de sus hogares en busca de paz y de seguridad. Todos estamos llamados a acoger, promover, acompañar e integrar a quienes llaman a nuestras puertas. Rezo para que los Estados trabajen para garantizar condiciones humanas a los refugiados, y a facilitar los procesos de integración.