El padre Jorge Miró comparte con los lectores de Exaudi su comentario sobre el Evangelio de hoy, 25 de septiembre de 2022 titulado “Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”.
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El domingo pasado la Palabra den Dios nos hablaba de que no podemos servir a Dios y al dinero, y de lo peligroso que es, para nuestra salud espiritual, vivir pegados al dinero.
Hoy, el Evangelio nos muestra a dos personas: un rico, que ha vivido sirviendo al dinero: se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un pobre, Lázaro.
Y nos muestra también, las consecuencias de elegir servir a Dios o servir al dinero.
La idolatría ha llevado al rico a la muerte. Se encuentra en el infierno. Ha ganado mucho dinero, pero ha perdido el combate de la fe. Y es que de nada le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde su alma.
Dios quiere que todos los hombres se salven, escuchábamos el domingo pasado. Pero Dios, que te ama, te ha creado libre, y por eso, como dice san Agustín: Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti.
La idolatría va endureciendo el corazón. Esta Palabra nos llama seriamente a la conversión: Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto No es cuestión de milagros, sino de confianza.
La idolatría va llevando al orgullo, a la autosuficiencia, a la arrogancia, a poner la confianza en uno mismo, en las propias fuerzas, y va cerrando el corazón a la acción del Espíritu Santo.
En cambio, Lázaro se ha fiado del Señor, ha combatido el buen combate de la fe, ha conquistado la vida eterna a la que fue llamado.
Y es que al cielo se sube, bajando.
El rico quiere recorrer el camino de Adán, quiere trepar al cielo para robarle a Dios su soberanía. Ese camino lleva a la muerte.
El pobre ha recorrido el camino de Jesucristo que, siendo rico se hizo pobre para enriquecernos a todos. Ese camino lleva al cielo, a la vida eterna.
Esta Palabra es una invitación seria a la conversión. A tu conversión. A que te tomes la vida en serio: de nada te sirve ganar el mundo entero si, al final, se pierde tu alma.
¿Cómo está tu corazón? ¿Quién es el Señor de tu vida?
¡Ven, Espíritu Santo!