Tiene igual mérito el trabajo de un barrendero que el de un gobernante

Todo trabajo es hermoso a los ojos de Dios si se hace con amor y se termina con esmero

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Siempre me llamó la atención la siguiente frase: “todo trabajo es hermoso a los ojos de Dios si se hace con amor y se termina con esmero. (…) Ante Dios tiene igual mérito el trabajo de un barrendero que el de un gobernante si esos trabajos se hacen bien, con amor, con finura en los detalles, con afán de servir”.

Sin duda, quien las pronuncia tiene una visión trascendente de la vida; y precisamente por esto, es capaz de reconocer el alcance que puede tener una actividad humana por sencilla y humilde que sea. Vamos a llegar a lo mismo, pero partiendo de un plano más vivencial. De paso, comprobaremos cómo los hombres santos pueden otear con facilidad lo que nos supone razonamiento y esfuerzo a quienes no tenemos esos niveles de intimidad con Dios.

Una sentencia que suelo proponer en las sesiones que doy y que ordinariamente sorprende al auditorio -directivos de empresas- es la afirmación de que el ser humano no es un consumidor, sino un ser que aporta. En las empresas, cuando se piensa en las población de una localidad, siempre se analiza su realidad desde el enfoque de consumidores: un sujeto con necesidades no satisfechas y que siempre está buscando satisfacerse.

Indudablemente, toda persona tiene necesidades y estas, ordinariamente, lo mueven a resolverlas; pero él no solo es necesidades; o dicho de otro modo, a él no solo le importa satisfacer sus necesidades. Hago una aclaración: al hablar de sus necesidades, pienso también en las necesidades de sus seres queridos: a fin de cuentas, cuando alguien quiere a otro, lo identifica consigo mismo; y por eso cabe comprender las necesidades de los seres queridos dentro de las necesidades propias.

Retomando el hilo, el ser humano es más que necesidades. Es un sujeto con intimidad; y por tanto, único, irrepetible e insustituible; y tener intimidad significa biografía y reflexión. Pero además, es un ser capaz de auto-movimiento, y un auto-movimiento que dirige su intimidad fuera de sí. Por eso es posible la vida social, el bien común y la capacidad de construir con otros lo que no podría construir solo. Es decir, por esta característica de su naturaleza, las necesidades de unos seres humanos con los que no tenía ningún vínculo se convierten en reto que debe asumir; en aporte al que se siente invitado a participar.


Ahora bien, si trasladamos este análisis al ámbito laboral, podemos entonces comprender que el oficio, la profesión o el trabajo es mucho más que medio para una relación solo contractual. Desde la perspectiva personal: es una tarea que procede de alguien único, irrepetible e insustituible; pero además, es el aporte singular de ese alguien a un conjunto de otros seres humanos. Algo, por tanto, invalorable. Pero como para que esta tarea sirva realmente, tiene que ser bien hecha y pendiente de los detalles, entonces, como decía nuestra cita inicial: “tiene igual mérito la labor de un barrendero que el de un gobernante si esos trabajos se hacen bien, con amor, con finura en los detalles, con afán de servir”.

Desde aquí quiero expresar un agradecimiento muy especial y sincero a todas las personas que cada mañana nos limpian las calles y las veredas de nuestras ciudades. A todos aquellos que cada día o cada noche hacen posible que nuestra ciudad no esté llena de basura, y por tanto, de todos los problemas que eso generaría. El trabajo que Ustedes hacen es sumamente importante y valioso para todos los demás que vivimos en la ciudad; y que muchas veces no sabemos agradecer como deberíamos. Son Ustedes, que con su trabajo nos cuidan de modo muy especial.

No es un trabajo para nada prescindible; es sumamente necesario, y es el aporte personal que Ustedes nos hacen.  ¡El regalo que nos brindan! ¡Gracias por su trabajo!

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