Tenemos lo que nos merecemos

El día 28 de diciembre celebramos el día de los Santos Inocentes

(C) Pexels
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Perdón. Nada me molesta más que alguien que ni conozco ni le he pedido opinión me venga con una charlita moralizante o culpabilizante, y mi intención no es esa, solo deseo quejarme.

El día 28 de diciembre celebramos el día de los Santos Inocentes, es decir conmemoramos la matanza de niños que Herodes perpetró a comienzos de nuestra era con el objetivo de lograr la muerte del Niño Dios.

Desde hace años ese día se ha asociado al día de la defensa de la Vida, pensando muy especialmente en los niños que mueren en el vientre materno en los abortorios del mundo.

Veamos las últimas estadísticas publicadas. Según el Ministerio de Sanidad del Gobierno de España en el año 2021 murieron abortados 90.189 bebés (una media de 247 bebés muertos diariamente en abortorios). Hay que aclarar que esta estadística no incluye los abortos provocados por el procedimiento de la fecundación in vitro. No hay estadísticas de esa atrocidad.

Si tenemos en cuenta que en ese mismo año hubo 337.380 nacimientos, podemos hacer el cálculo (aunque no es exacto) de que en 2021 se abortaron conscientemente el 21,09% de los niños gestados en España.

1 de cada 5 niños concebidos en España es abortado. Esta estadística se mantiene estable desde hace más de 20 años.

El 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, hubo una concentración, convocada por varias entidades provida frente al monumento a la Constitución Española para reclamar la defensa de la vida del nonato. En el momento de máxima afluencia llegamos a ser 40 personas.

No nos vamos a extrañar. Viene siendo una constante de los últimos años. Cada vez menos personas se manifiestan públicamente en contra del aborto.

El aborto – la cultura de la muerte – ha sido asumida completamente por las personas que integramos esta sociedad. Así de enfermos estamos. Yo el primero.

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La prueba de que yo también he asumido el aborto como algo “normal” en nuestra vida es que sigo vivo, cuando ya debería haberme quemado a lo bonzo en la puerta del Tribunal Constitucional de España porque han pasado más de 11 años sin que resuelva el recurso de inconstitucionalidad de la maldita ley del aborto. O debería, quizá, haber pegado mi cuerpo al asfalto de una autovía o al menos pegar mi mano junto al cuadro de La Maja Desnuda en el museo del Prado de Madrid, reclamando al menos 1 minuto de atención en los telediarios. Solo un minuto.

Pero no. 247 niños son abortados diariamente en España y todos seguimos como si nada.

Bueno, quizá usted sea de esos que se rasgan las vestiduras porque el presidente del gobierno de España utiliza el avión Falcon para ir a Barcelona a escuchar el último concierto de Joan Manuel Serrat. Si a usted eso le altera permítame decirle, sin acritud: ¡¡váyase a la mierda!!

O quizá es usted de los que le escandaliza el “maltrato” animal en las granjas donde se crían los pollos, los cerdos y los terneros que nos comemos y cree que es inmoral comer carne, comer huevos o beber leche de vaca …, bueno, si así lo considera, allá usted, si hace de ello una lucha sin cuartel: ¡¡váyase a la mierda!!

Y podría seguir enumerando causas estúpidas que movilizan a miles de personas que son capaces de escuchar impertérritos las estadísticas de abortos.

La gente es capaz de salir en tromba a celebrar una victoria de su equipo de fútbol, pero ante la muerte de miles de bebés en el vientre materno no mover ni un dedo.


Llevo años convencido de que la aprobación del aborto en el mundo (por primera vez en 1920 en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), pero claramente desde que se aprobara en el Reino Unido en 1967 y en 1973 en los Estados Unidos de América, es el origen de la decadencia moral en la que estamos sumidos.

No se me ocurre una aberración moral más grande que aprobar que sea legal matar a un bebé en el vientre materno.

Si esto no provoca a las personas que constituimos una sociedad y que consideramos que es una atrocidad a movilizarnos, ¿entonces qué?

Entonces, nada. Sencillamente, nada.

Estamos moralmente muertos.

¿Y qué me dice de la escusa con la que prácticamente todos los países comienzan a legislar a favor del aborto?: habitualmente se legista inicialmente para los casos en los que el bebé puede sufrir alguna alteración genética.

Solo escribirlo me produce arcadas.

¿No fue así como comenzó Adolf Hitler su famosa “Solución Final”? El 1 de septiembre de 1939 firmó la orden de eliminar a los “inútiles”.

Así comenzó el holocausto, exactamente igual que las leyes de legalización del aborto.

Y hay quien cree que eso es moralmente (más) «aceptable».

¿Le asusta que un niño de 15 años pueda “cambiarse de sexo”?, ¿le preocupa la pandemia de adicción a la pornografía?, ¿cree que el independentismo está destruyendo España?.

¡Pamplinas!, todo eso son pamplinas. Estamos muertos moralmente.

Aceptamos que se mate a bebés en el vientre de sus madres y nadie dice nada.

¡¡Váyase «muy lejos»!!

Por cierto, yo me voy con usted. Nos vamos todos.