Suicidio. Cada día, más de 10 personas se quitan la vida en España

El pasado 9 de septiembre se presentó el futuro Plan de Acción para la Prevención del Suicidio 2025-2027 del Ministerio de Sanidad en un acto que sirvió para conmemorar el Día Mundial por la Prevención del Suicidio, que se celebró el 10 de septiembre. Asistió la ministra Mónica García, la comisionada de Salud Mental, Belén González, y el secretario de Estado de Justicia, Manuel Olmedo.

De momento este proyecto de Plan de Acción que según el ministerio va a estar terminado a lo largo de 2025 ni está redactado ni tiene ningún presupuesto asignado. También se ha dicho que para su elaboración se contará con la participación de las comunidades autónomas, pero, por el momento, ni conocen el contenido del documento ni han colaborado en la elaboración de las líneas maestras que se presentan ahora.

El Plan se centrará en los determinantes sociales de la conducta suicida para poder comprender las causas (factores sociales, económicos y “de género”) y así poder diseñar medidas efectivas.

El objetivo del plan de acción es mejorar la rapidez en la respuesta ante situaciones de riesgo y la garantía asistencial para que cualquier persona que necesite ayuda reciba la atención adecuada de manera oportuna.

Según los datos de suicidios recogidos por el INE el número total de suicidios en España durante el año 2023 fue de 3.952 personas, 2.952 hombres y 1.000 mujeres. Esto supone un descenso del 6,5% con respecto a 2022. Se trata del primer descenso en la cifra de personas fallecidas por suicidio en los últimos 5 años.

El año pasado se alcanzó la cifra de 700.000 fallecidos por suicidio a nivel mundial.

Valoración bioética

Según los últimos datos conocidos sobre suicidios en España correspondientes al ejercicio 2023, más de 10 personas se suicidan diariamente en nuestro país, más del doble de varones que de mujeres.


Aunque las cifras de suicidio en este año han descendido ligeramente respecto de los datos del año anterior, la alarmante prevalencia de conductas autolíticas que se dan en los países desarrollados constituye un gravísimo problema de salud pública. Se han realizado declaraciones por parte del gobierno de España sobre la necesidad de implementar acciones de prevención y abordaje de las conductas suicidas, pero la realidad es que es muy poco lo que se está avanzando en esta dirección.

Sorprende paradójicamente que, junto a la preocupación de los países desarrollados por este problema, se constata una tolerancia creciente frente a las conductas eutanásicas y los suicidios asistidos.

Los cuidados que, como todos reconocen, se deben suministrar a las personas que presentan una tendencia autolítica, se tornan en todo lo contrario, es decir facilitan todos los medios para que la persona con deseo autolítico lo culmine, en el caso de la eutanasia o el suicidio asistido.

En los países en los que se ha legalizado la eutanasia, padecer una enfermedad incurable o limitante que comporta sufrimiento y que mueve al que la sufre a pedir que se le ayude a morir, facilita a los implicados el ejecutar su intención suicida a través de la eutanasia o el suicidio asistido.

El valor de la vida del que ha dejado de querer seguir viviendo, porque padece una enfermedad orgánica o un trastorno psicológico, o una falta de sentido existencial, no mengua por las circunstancias, aun penosas, por la que pueda atravesar la vida de alguien. Las situaciones de sufrimiento, depresión, dependencia, o incapacidad no restan en el que las sufre un ápice al valor de su vida, que debe ser protegida, acompañada y acogida.

La preocupación que suscitan las conductas suicidas y que movilizan a la población en su prevención o reducción, debería ser la misma en el caso de los solicitantes de eutanasia, dado que tratándose también de conductas suicidas requieren de la atención terapéutica o paliativa que les devuelva el deseo de seguir viviendo hasta la llegada de su muerte natural.

Son estas medidas paliativas pluridisciplinares de calidad, las que deben implementarse en todos los casos para evitar efectivamente que las personas que sufren terminen deseando la muerte.

Julio Tudela – Ester Bosch – Observatorio de Bioética – Instituto Ciencias de la Vida – Universidad Católica de Valencia