Sufrir con el Otro

La Verdadera Compasión

Pexels . Paul Groom

La palabra «compasión» es muy conocida, pero rara vez reflexionamos sobre su verdadero significado. No se trata solo de un gesto de simpatía o un simple «ay, qué lástima». La raíz de esta palabra proviene del latín cum pati, donde pati significa sufrir o gozar, y cum indica «con». Así, compadecerse significa literalmente «sufrir con» otra persona.

¿Y qué implica sufrir con los demás? No se trata de una reacción superficial ante el sufrimiento ajeno, como decir «pobre, qué triste». La verdadera compasión es intentar entender y compartir el dolor de la otra persona, como si lo viviéramos nosotros mismos.

Imagina ver a alguien tirado en la calle, cubierto con cobertores, mientras la nieve o la lluvia caen sobre él. La compasión no se limita a decir «qué pobre», sino que nos debería llevar a actuar. ¿Qué podemos hacer por esa persona? Tal vez no tengamos una solución definitiva, pero al menos podemos ofrecerle un gesto de solidaridad. En muchas ocasiones, las personas no quieren ayuda, pero nuestra responsabilidad está en ofrecerla: en brindar opciones, en poner a disposición lo que podamos.

La compasión también se extiende a las personas cercanas: un amigo que atraviesa una crisis matrimonial, o un hijo que enfrenta dificultades emocionales. No basta con sentir pena; debemos estar dispuestos a acompañar, a ofrecer alternativas, a «sufrir con» de manera activa, aunque a veces la ayuda no sea recibida de inmediato.


Es fácil mirar hacia otro lado cuando nos enfrentamos a situaciones difíciles. Cuando alguien nos pide ayuda en la calle, a menudo preferimos ignorarlo, buscando no involucrarnos. Sin embargo, un simple gesto, como dar una moneda o un poco de comida, puede ofrecer esperanza. No solucionará todos sus problemas, pero les recordará que no están solos.

Compadecerse es, en última instancia, una forma de amar. Si no podemos ayudar de manera tangible, siempre podemos ofrecer nuestra oración, pidiendo a Dios que actúe donde nosotros no podemos. La oración es una poderosa herramienta para transformar nuestro amor en acción, incluso cuando nuestras manos no tienen recursos materiales.

Así que, queridos amigos, recordemos que la verdadera compasión es más que una muestra de lástima; es un llamado a sufrir con el otro y a hacer lo que esté en nuestras manos para aliviar su dolor. Que cada uno de nosotros se esfuerce por hacer todo el bien que pueda, y que Dios nos bendiga siempre.

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