El sábado estallaron combates entre el Ejército sudanés y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés), un grupo paramilitar legalizado en Sudán. El Ejército actúa bajo el mando del actual presidente, el general Abdel Fattah al Burhan, mientras que las RSF están dirigidas por el vicepresidente Mohamed Hamdan Dagalo, alias Hemedti.
Ya en el primer día del conflicto, las RSF aseguraron haber tomado el control del palacio presidencial y de tres aeropuertos, entre ellos, el de Jartum. No obstante, hasta la fecha no puede afirmarse que estén ganando. Al contrario, la lucha se extiende y según varios medios de comunicación ya se ha cobrado cerca de 300 vidas y más de 3000 heridos.
¿Qué dicen sus contactos sobre la situación en la capital?
Acabo de hablar por teléfono con un socio de proyectos que está en el norte de Jartum, no lejos de un lugar donde se han atrincherado las Fuerzas de Apoyo Rápido. Durante la llamada pude oír disparos de fondo. Mi contacto dice que las calles están vacías, como en una ciudad fantasma: no circulan coches, no se ve a nadie y no se oye ni una voz en todo el vecindario.
La gente no puede salir de casa o, más bien, no se atreve a hacerlo. Pero como nadie estaba preparado para esto, no han hecho acopio de alimentos; aunque tampoco sería de gran ayuda porque la red eléctrica se ha colapsado y, por tanto, el frigorífico sólo funciona cuando encienden el generador, para el que sólo disponen de poco gasóleo para poco tiempo. Pero peor que la falta de comida es la falta de agua. Como ya no hay agua corriente, tienen que sacar de un pozo un agua que en realidad sólo se utiliza para regar el jardín y que hay que hervirla antes de consumir. Actualmente, durante el día se alcanzan más de 40°C a la sombra.
Una y otra vez, aviones militares sobrevuelan la zona para atacar a las RSF atrincheradas, por lo que temen que las bombas también les alcancen accidentalmente a ellos.
¿Cuáles son los objetivos del golpe de Estado?
Es un intento de Hemedti de derrocar a Al Burhan y, al mismo tiempo, el estallido de la tensión latente desde el golpe de Estado de octubre de 2021. En dicho golpe, ambos derrocaron al Gobierno de transición establecido tras la caída del dictador Omar al Bashir en abril de 2019.
En el fondo no se trata de ideologías, sino de cómo y con quién gobernar; de intereses, poder, riqueza y la integración de las RSF. Hemedti considera que sus RSF son cruciales para la seguridad del país y exige más poder. Las negociaciones sobre la inclusión de este grupo paramilitar en el Ejército son un escollo entre ambos, y la decisión de Al Burhan de transferir las tropas de las RSF a distintas zonas del país —que Hemedti advirtió como intento de socavar su poder— ha sido la chispa que ha provocado el estallido del golpe.
Sin embargo, hay otro motivo importante. Sudán es el tercer productor de oro de África, y Hemedti posee minas de oro en el norte del país. Hasta 16.000 millones de dólares al año salen de allí con destino a los Emiratos Árabes Unidos. Hemedti ha hecho del oro su negocio; el oro es su poder y uno de sus intereses.
Al mismo tiempo, el Ejército también posee una gran cantidad de bienes inmuebles y negocios de todo tipo, y se resiste a cederlos a un Gobierno civil.
¿Se limitan las batallas a la capital o amenazan con extenderse a una guerra civil por todo el país?
Aparte de la capital, donde los combates son actualmente más intensos, también hay enfrentamientos en Merowe, El Obeid y la zona de Darfur. En El Obeid se están produciendo fuertes combates, enfrentamientos callejeros y tiroteos. También la catedral se ha convertido en un campo de batalla. Dos grandes artefactos explosivos cayeron el jueves 20 de abril en el recinto de la iglesia: uno ha hecho añicos las vidrieras la iglesia y el otro, la casa sacerdotal. Gracias a Dios no ha habido pérdidas humanas.
El peligro de que el conflicto se expanda está siempre presente porque se trata de una lucha de poder y ambas partes están atrincheradas en sus posiciones. He hablado con uno de nuestros socios de proyectos en Kosti, en el sur del país, en la frontera con Sudán del Sur, donde la situación sigue tranquila por el momento.
¿Cuál es la situación de la Iglesia católica? ¿Está también afectada y ve restringida de alguna manera su labor?
La Iglesia católica sudanesa es muy pequeña, pues cerca del 95% de la población es musulmana, pero como no se trata de un conflicto ideológico o religioso, todos los ciudadanos se ven afectados por igual. Los creyentes, sacerdotes y religiosos no pueden salir de sus casas. La misa dominical se canceló y los sacerdotes no pueden celebran la misa diaria en las iglesias. La vida de fe en las zonas de crisis sólo tiene lugar en las casas.
¿Cuáles son las consecuencias más previsibles?
Uno de nuestros socios de proyectos lo ha formulado así: “Tengo la sensación de que la situación en Sudán está cada vez más tenebrosa”. El país ya estaba antes en una situación económica desesperada, con una enorme inflación y falta de liquidez. El conflicto hace que los precios suban aún más y la gente carece de dinero.
A menudo, estos conflictos provocan oleadas de desplazados. ¿Hay ya indicios de algo así?
Mucha gente está abandonando los barrios de las ciudades donde hay tiroteos. Además, en algunas no tienen ni electricidad ni el agua necesaria para sobrevivir, por lo que huyen a casa de aquellos familiares o conocidos que viven fuera de la ciudad. Todavía no tenemos noticias de grandes oleadas de desplazados o campos de desplazados, pero, sin duda, hay una huida de las ciudades.
¿Existe todavía alguna posibilidad de contener este conflicto, y quién podría influir en este sentido?
En estos momentos, las posturas de ambas partes son terriblemente obstinadas. Nuestros contactos afirman que si ninguna de las partes cede o gana, no va a haber un final rápido del conflicto. Así que sólo podemos esperar que prevalezca el sentido común y, por supuesto, rezar. Debemos rezar por que en Sudán llegue al poder un Gobierno que busque la justicia y la paz. Eso es lo que nos piden todos nuestros contactos, pues indican que, de momento, no se les puede socorrer con ayuda material. “Lo único que ahora puede darnos fuerza es saber que nos apoyáis en la oración”, me han asegurado.