El centro de la misión de Jesús fue su padre. Para Jesús su padre lo fue todo. Sin embargo, la imagen que nos muestra el Antiguo Testamento de Dios Padre es una imagen parcialmente distorsionada. No nos describe a Dios Padre en su verdadera dimensión; no nos lo muestra tal cual es, tal como Jesús quiere que lo conozcamos. Por eso, el deseo de Jesús es presentarnos la nueva y extraordinaria imagen de Dios Padre; quiso que descubramos que su padre es infinitamente clemente, compasivo, perdonador, lleno solo de amor y de ternura, preocupado por cada uno de nosotros, y quiso que conozcamos a este padre amante y que tengamos una confianza total en Él.
Por eso, la primera enseñanza del camino de Jesús es su padre, el Dios verdadero, un Dios que es sobre todo papá y, además, actúa como papá. Jesús va a querer que nosotros descubramos a este Dios que es papá; por eso, se preocupó por ser papá, preferencialmente de aquellos que tienen más necesidad, es decir, de los pobres, de los enfermos, de los que son discriminados, de los excluidos, de los pecadores de la sociedad.
Desde su experiencia, Jesús nos enseña que su padre corrige, porque todo buen padre corrige, pero no castiga. Lo que hace es acoger, lo que hace es perdonar. No nos exige ni nos obliga ni nos condiciona. Nos deja en total libertad para que nosotros podamos elegir lo que pensamos que es mejor. No nos pone pruebas, no nos envía el infierno, ni siquiera nos juzga; como dice Juan, el padre no juzga a nadie, sino que todo juicio se lo ha entregado a su hijo y su hijo dice: no piensen que los voy a acusar delante del padre. Su acusador es Moises. Más bien Jesús nos deja en libertad y respeta absolutamente las decisiones que tomemos, para que, sin presiones, sin obligaciones, ni amenazas, ejerzamos esa libertad, busquemos a Dios y lo elijamos.
Jesús estuvo enamorado de este padre amante, y lo convertirá en su primera y única preferencia. Su padre fue lo único que le interesó a Jesús, lo único que busco, lo único que quiso en la vida. Lo amó sin medida, lo buscó apasionadamente y eligió siempre hacer la voluntad de su padre. El deseo de Jesús es que nosotros también descubramos a este padre bueno, amante cariñoso, perdonador, preocupado, enormemente sensible, tierno y delicado. Lo que él quiso es que descubramos el verdadero rostro de Dios, que lo conozcamos tal cual es y que, al descubrirlo, también nos enamoremos incondicionalmente de Él, pues, una vez enamorados, lo vamos a buscar, lo convertiremos en el centro de nuestra vida, y haremos de Él nuestra única y absoluta prioridad. El centro de la misión de Jesús es que conozcamos a su padre y a esta tarea va a dedicar toda su vida. Si hacemos de Dios nuestro único amor y hacemos de Él la razón de nuestro existir, entonces lo vamos a elegir y lo vamos a hacer a cualquier precio y, si lo hacemos, encontraremos la felicidad y la vida, es decir, volveremos a ver.
Material de ayuda para catequistas: http://conocetufe.org/descargas/Ayudas.pdf
Gerardo Aste SJ