Sólo la religión puede garantizar la paz

La Transformación del Mundo: Desde el Caos a la Armonía

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Si uno quiere reír, que mire a los proyectos humanos que se ha forjado, en vez de fijarse en los planes de Dios sobre él. Los diseños humanos son risibles en comparación con los divinos. La obra de Dios supera a la obra humana.

Aquellas personas humanas que se presentan como los salvadores, suelen ser fatales. Hitler y Stalin son un botón de muestra. La religión supera a los designios de la humanidad en que ésta es impotente para salvarse, mientras que Cristo sí que es salvador, es el Salvador, la salvación llega por la religión. En este sentido, Cristo ha transformado el desierto del mundo en un jardín de flores.

En el mundo occidental, tan secularizado, a pesar del constante sucederse de fracasos políticos y financieros, se concede importancia creciente a lo político y a lo económico, como si sólo de esto pudiera esperarse la solución, o la salvación de las problemáticas, personales y sociales. La viejecita, llena de amor cristiano, parece impotente, mientras se cree que políticos y economistas pueden comerse el mundo.

Por ley de optimización entiendo la consecución de los máximos beneficios con el mínimo coste. Esta regla parece lógica, pero no resiste el mínimo análisis. En efecto: esta norma, tomada absolutamente, la eficacia como ley suprema, no tiene en consideración ni lo humano, ni lo espiritual, resultando, pues, una expresión de capitalismo salvaje, de materialismo capitalista y de inhumanidad. Debe, pues, superarse el nivel meramente matemático, procurando una economía con rostro humano, abierta al humanismo y a su dimensión espiritual. Pero, la más importante de las economías, ¿qué puede? Sobre ella se cierne, como águila pronta a lanzarse sobre ella en raudo vuelo, una pregunta capital: ¿de qué serviría una montaña de oro si no hubiera paz para poder disfrutarla?

Paralelamente, no es infrecuente que el discurso político mirando sólo al bienestar, entendiendo por tal no el bien personal, sino la comodidad material y poco más. Quedan así relegadas las dimensiones más elevadas. No falta, pero, la llamada insistente a la ética. Pero, entendiendo por ética, no la ética del bien, sino la ética del partido político. Actuar éticamente significa entonces seguir la propuesta partidista, aún si ésta contradice al buen obrar. De modo parecido hacen uso de palabras como regeneración moral y progreso. Sin embargo, en muchas propuestas políticas queda aún la siguiente nota de cordura, o de sensatez: ha de procurarse la seguridad mundial, ha de evitarse la destrucción de todo el planeta. Así pues, cae en picado sobre la política una pregunta decisiva: ¿puede la política asegurar algo tan incandescentemente actual como la paz mundial?


En definitiva, economía y política desembocan en algo de extrema relevancia, que haya paz. Pero ¿pueden ellas garantizar la paz?

La respuesta a esta pregunta es como un alfiler que desinfla el hinchado globo de la política y de la economía. Pretender que ellas pueden resolverlo es la tentación diabólica del seréis como dioses. Sería como querer que Ícaro se acercara al sol con alas pegadas con cera, que el astro derretiría. No vale la solución de aquel chiste de astronautas que decían que irían al sol, y al ver que sus colegas les criticaron, respondieron, riéndose: ¡Ja, se creen que iremos al sol de día! El hecho es que sólo la religión puede asegurar la paz. En efecto: el inteligentísimo Papa Benedicto XVI, sentenció: el mundo, sin el Dios concreto, manifestado en el rostro de Jesucristo, que ha sufrido por nosotros, se autodestruye. Santa Faustina, transmitiendo fielmente el mensaje de la divina misericordia que le había dado Cristo, afirma: Jesucristo ha dicho que la humanidad no conocerá la paz hasta que no se dirija a la fuente de la Sagrada Pasión del Señor.

La religión no sólo es la única que puede garantizar que haya paz, sino que, además, vivir según la religión católica es vivir la mayor buena nueva, es vivir en lo maravilloso, es el arte de la alegría y de la felicidad.

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