Singularidad, imprevisibilidad y política
La libertad y la imprevisibilidad humana en el contexto político

Un domingo cualquiera, un plan que suele aparecer, no como un póker de ases, sino con cierta -aunque espaciada -frecuencia, es ir de paseo. Pero si se decide permanecer en la ciudad, el lugar para dar una vuelta que aglutina las preferencias familiares es el centro comercial. No obstante, como su nombre lo sugiere, el empeño de los responsables de cada establecimiento es que el paseo de los visitantes no sea circular, sino que tenga en su recorrido muchos altos que les permita establecer vínculos personales con la gran variedad de bienes antes de convertirse en el titular de estos. Como puede deducirse, tal escenario dista de ser real en todos los casos. El comprar es un componente más dentro de la jerarquía de inspiraciones que mueven a una persona o una familia a desplazarse para estarse unas buenas horas en un centro comercial.
En honor a la naturaleza de las cosas, me atrevo a decir que la disposición de los espacios y de los muebles facilita el consumo. Por tanto, en el supuesto caso de que se decidiera con antelación no comprar, no gastar, el paseo trocaría en caminata sin reposo o en una suerte de mirador de las experiencias humanas, siempre y cuando uno se apropie de un asiento (sardinel que rodea los minúsculos jardines).
Cómodamente apostado – es un decir retórico – atento a la dinámica y a los movimientos que suelen caracterizar a estos grandes conglomerados, uno no puede menos que asombrarse ante la imprevisibilidad y la singularidad del ser humano. Aun habiendo una ruta y estímulos comunes, las personas se desplazan con un estilo propio: unos más rápido, otros más lento, unos deteniéndose en cada escaparate, otros conversando, no pocos pensando, etc. Los modos de ser irrepetibles se expresan, a veces abiertamente opuestos y otras con matices variados, ante la realización de una similar acción hecha por personas distintas. La uniformidad, el pensamiento único, banderas que izan los progresistas de la izquierda, atentan contra la exquisita realidad y dignidad de la persona. Entre otras razones porque con el nacimiento de cada persona se agota el modelo, esta condición de irrepetible no es solamente corporal sino que a través de su cuerpo manifiesta lo íntimo, lo propio guardado en su espíritu, en su corazón. Además, porque el ser humano es capaz de autodeterminarse, llevarse a la derecha o al centro. De tomar esta o la otra decisión. En virtud de ese gran regalo que es la libertad, el hombre es imprevisible: frente a un mismo estímulo, no se tiene no se tiene la certeza de qué tipo de conducta emitirá. Esto no gusta a los gobiernos de turno a nivel mundial. El modo para reducir la imprevisibilidad del ciudadano no sería a través de la ascensión de gobiernos tiránicos; se puede lograr en sistemas democráticos. Básicamente reemplazando al ciudadano en sus responsabilidades más directas, el estado bienestar o el populismo apuntan a infantilizar a sus súbditos. Conclusión: ¡Cuánto se aprende observando! Y ¡el reconocimiento a la naturaleza de las cosas debe primar en las próximas elecciones!
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