Para nuestros parlamentarios europeos, abortar es un derecho constitucional; matar es signo de desarrollo, tal y como han dejado claro en la votación del pasado 11 de abril.
La Unión Europea que soñaron sus fundadores partía de nuestras raíces cristianas, siendo solo así posible una Europa unida y reconciliada.
Recordamos la tenacidad de San Juan Pablo II porque se mencionara siempre la “herencia cristiana” de Europa, ya que el cristianismo es esa realidad histórica que fundamenta el origen de la identidad común europea. E igualmente el Papa Benedicto XVI insistía en la necesidad de no olvidar los valores éticos y espirituales compartidos para la construcción de un orden social justo y pacífico, a nivel nacional e internacional ( Jornada Mundial de la Paz, 1 de enero de 2011).
Reconocer esas raíces es edificar con cimientos sólidos, construir a partir de la identidad y el origen común de Europa, pero en ningún caso supone ir contra la libertad religiosa, la neutralidad del Estado, o asumir una religión de Estado, falaces razones esgrimidas por algunos europarlamentarios para no mencionar en el Preámbulo de la Constitución Europea nuestra herencia cristiana, la que es verdaderamente custodia nuestros comunes valores, ideales, símbolos, nuestra política y la defensa de nuestros derechos. Por ello, certeramente, el inglés Christopher Dawson aseguraba que únicamente podemos comprender a Europa, en su desarrollo histórico, por medio del estudio de la cultura cristiana, pues ella forma el centro de todo proceso y fue bajo el signo de la Cristiandad como Europa tuvo por primera vez conciencia de sí misma en cuanto comunidad de pueblos poseedores de valores morales y objetivos espirituales coparticipados.
Qué lejos de Dawson, las palabras del socialista francés Pierre Moscovici Comisario Europeo de Asuntos Económicos y Financieros, Fiscalidad y Aduanas, a la sazón, cuando afirmó con empecinamiento en 2016 que Europa no es cristiana. No creo en las raíces cristianas de Europa.
Lamentablemente, triunfó la ambigüedad, la secularización, la cobardía de Europa y se obvió la herencia cristiana, merced a los votos de países como Francia, Bélgica, Suecia, Finlandia y Dinamarca…
¿Y ahora nos asombra que esos estados hayan aprobado la resolución que defiende el derecho de las mujeres al aborto y que llama a los gobiernos a dar los pasos necesarios para que un aborto seguro y legal quede consagrado en la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea?… ¡Si son los que olvidaron las raíces cristianas y siguen con ciega obediencia la Agenda 2030!…
No le demos más vueltas, cualquier edificio sin cimientos se derrumba y ese es el futuro de Europa que edifica en el aire, sobre sus quimeras laicistas y bajo los postulados de Gramsci y su marxismo cultural, negando el humanismo cristiano que la hizo grande.
Así las cosas, Europa está condenada a morir y no en paz; Occidente en general se extingue porque padece una enorme crisis de identidad y valores.
Quiero concluir haciendo una confesión personal y es que me cuesta mucho, mucho perdonar a estos parlamentarios que quieren ocupar el lugar de Dios y que piensan que todo lo legal es moral; por eso me lo repito para convencerme: para ser cristianos, debemos perdonar lo inexcusable, porque así procede Dios con nosotros.
Gracia María Pellicer de Juan – Colaboradora de Enraizados