En un mensaje para el simposio ecuménico que se celebra en la abadía húngara de Pannonhalma, el Papa recuerda a san Benito y su visión de la armonía: la guerra perjudica a todos, pero la humanidad puede superar las disputas y las discordias con la ayuda de Dios
Publicamos a continuación el Mensaje que el Papa Francisco ha enviado a los participantes en el Simposio Ecuménico de la Abadía de Pannonhalma (Hungría):
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Mensaje del Santo Padre
Su Santidad, querido Hermano Bartolomé,
Reverendísimo Arzobispo Cirill,
estimada comunidad monástica de Pannonhalma,
queridos participantes del Simposio.
«Gracia a vosotros y paz del que es, del que era y del que ha de venir» (Ap 1,4).
Os habéis reunido, queridos hermanos y hermanas, en este Simposio ecuménico para considerar y profundizar, en la atmósfera de oración de la histórica abadía de Pannonhalma, el tema de la paz en sus múltiples aspectos.
Lo hacéis mientras, por desgracia, la humanidad globalizada está herida y amenazada por una guerra mundial a pedazos, que, combatida directamente en algunas regiones del planeta, tiene consecuencias que dañan la vida de todos, especialmente de los más pobres.
Os habéis reunido en un lugar que recuerda eminentemente la «pax benedictina». Cuando el santo Papa Pablo VI declaró a San Benito patrón de Europa, lo describió como «mensajero de paz, portador de unión, maestro de civilización» (Lett. Ap. Pacis nuntius, 24 de octubre de 1964).
«Buscad la paz y seguidla» (Sal 34,15; Regla de San Benito [RB], Prol., 17): San Benito recomienda calurosamente estas palabras del salmo a sus monjes desde el prólogo de su Regla. Los que buscan constantemente la paz deben convertirse ellos mismos en mensajeros de paz con sus palabras y acciones.
La Regla de Benito no contiene un tratado sobre la paz, sino que puede adoptarse como una excelente guía para un compromiso consciente y práctico en favor de la paz. El Santo Abad la escribió pensando en los monjes, pero su mensaje va mucho más allá de los muros de los monasterios. Muestra cómo la convivencia humana, con la gracia de Dios, puede superar los peligros de las disputas y la discordia.
La mirada de Benedicto es muy clara sobre las diferencias y desigualdades que existen entre los miembros de la comunidad. Es consciente de la complejidad de las huellas lingüísticas, étnicas y culturales, que es a la vez una riqueza y un potencial de conflicto. Sin embargo, tiene una visión serena y pacífica, porque está plenamente convencido de la igual dignidad y valor de todos los seres humanos.
Incluso los hospitalarios, es decir, los extranjeros, deben ser acogidos según este principio (cf. RB, 53, 1). «Honrar a todas las personas» (ibid., 4, 8) es el fundamento de la paz en la comunidad monástica, así como en las relaciones interpersonales, sociales e internacionales. «Que se prevengan unos a otros en honrarse mutuamente» (ibid., 72,4); y esto significa también saber dar el primer paso en ciertas situaciones difíciles.
La visión de la paz de San Benito no es utópica, sino que señala un camino que la amistad de Dios hacia los hombres ya ha trazado y que, sin embargo, debe ser recorrido por cada persona y por la comunidad paso a paso.
La discordia no debe convertirse en un estado permanente. «En caso de disputa con un hermano, establece la paz antes de la puesta del sol» (ibíd., 4.73). Antes de la puesta del sol’: ésta es la medida de la prontitud del deseo de paz. Ciertamente, Benito advierte contra «un falso saludo de paz» (ibid. 4,25), precipitado y poco sincero, pero la búsqueda de la paz en la justicia no admite demora, debe proseguirse sin vacilaciones.
Repito, por tanto, lo que dije a principios de este año dirigiéndome a los miembros del Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede: «Construir la paz exige que se busque la justicia. […] No se trata, pues, de construir bloques de alianzas, sino de crear ocasiones de diálogo para todos» (9 de enero de 2023).
Queridos hermanos y hermanas, mantengámonos en el camino de la paz; convirtámonos en mensajeros y servidores de la paz en el lugar donde vivimos y trabajamos. Pero, sobre todo, ¡oremos por la paz! En este momento, la guerra en Ucrania nos ha llamado dramáticamente a abrir los ojos y el corazón a tantos pueblos que sufren a causa de la guerra, recordando las palabras del Concilio Vaticano II: «Todo acto de guerra, que tiene por objeto la destrucción indiscriminada de ciudades enteras o de vastas regiones y de sus habitantes, es un crimen contra Dios y contra la humanidad misma, y debe ser condenado con firmeza y sin vacilaciones» (Constitución pastoral Gaudium et spes, 80).
Por intercesión de San Benito pedimos a Dios Uno y Trino que el mundo se libere del flagelo de la guerra y que «crezca un entendimiento entre los pueblos que asegure para todos los continentes la justicia y el pan, la libertad y la paz» (C.M. Martini, Oración por Europa).
Deseando los mejores frutos para vuestro Simposio, os renuevo mi saludo a todos, queridos hermanos y hermanas, y agradeciéndoos vuestras oraciones, os bendigo cordialmente.
Desde el Vaticano, 24 de agosto de 2023
FRANCISCO