El sacerdote Alejandro Vázquez- Dodero ofrece este artículo sobre el origen de la Epifanía, Día de los Reyes Magos y algunas ideas para vivirla mejor.
***
Significado y origen de la festividad. Día de los Reyes Magos
Etimológicamente “epifanía” significa manifestación, y es un hecho religioso que para muchas culturas se corresponde con apariciones o revelaciones en las que quienes corresponda –profetas, médicos, chamanes, etc.– interpretan visiones de hechos que traspasan este mundo.
Pero ese término también se identifica con una fiesta cristiana en la que Jesús se hace hombre y aparece en la Tierra, o sea, se da a conocer, se manifiesta.
En cuanto a sus orígenes la Epifanía es una celebración muy antigua, instituida a finales del siglo III en las iglesias orientales, aunque desde mucho antes venía celebrándose con ese nombre por parte de diversos cultos paganos, como el griego y alejandrino.
La Epifanía católica viene recogida en el Evangelio de san Mateo 2, 1-12:
“Jesús nació en Belén de Judá en tiempos de Herodes. Entonces unos Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: ‘¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?’ (…) Entonces Herodes llamó en secreto a los Magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén diciéndoles: ‘Id y averiguad cuidadosamente qué hay del Niño, y cuando lo encontréis, avisadme para ir yo también a adorarlo’. Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el Niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al Niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra”.
Según la tradición, Melchor, Gaspar y Baltasar, tres sabios llegados de Oriente que representarían a Asia, Europa y África, se presentaron ante Jesús recién nacido y le entregaron unos regalos: oro, incienso y mirra. Estos regalos simbolizarían la majestad, la sacralidad y la eternidad ante la muerte. Según esa tradición, católica, los restos mortales de esos sabios o reyes reposarían en la catedral de Colonia, Alemania.
En ciertos países el 6 de enero se hacen regalos a los niños, en conmemoración de esos presentes que los sabios llevaron a Jesús.
Ideas para vivir la Epifanía
Los magos, al llegar a Belén, “cayendo de rodillas, lo adoraron”. Así, una primera lección, francamente sugerente para ese gran día, es esa actitud de adoración; algo que, por cierto, hay que proponerse, pues no nos sale espontáneamente.
Antes levantarían la vista, descubriendo la estrella que les guiaría al portal de Belén. ¿Sé levantar la vista, mirar al cielo, como primer paso para adorar a ese Dios con el que se encontrarán los ojos de mi alma, de mi corazón? Para levantar la vista, aso sí lo sé, ante todo debo despojarme de mí mismo y de mis preocupaciones; o, mejor dicho, abandonarme en ese Niño, ¡que es Dios! Cuando elevo los ojos al Señor los problemas no desaparecen, pero sé que Él me dará la fuerza necesaria –producto de su inmenso amor por mí– para afrontarlos.
De otro lado, como relata el evangelista, los magos “se pusieron en camino”, o sea optaron por transformarse, por avanzar. Se decidieron a cambiar, pero esforzándose, pues ese camino sería pesaroso y les fatigaría. Lo harían convencidos de que sería para bien de sus almas, y que ese esfuerzo reportaría purificación para sus corazones y honra a ese Niño al que se disponían a adorar.
Además, se dirigirían hacia ese recién nacido con la humildad de quien sabe que la vida es reconocimiento de nuestra debilidad y de la fortaleza de esa criatura divina, constatación de nuestros egoísmos a la vez que de la generosidad e infinito amor del Salvador.
Por último, señala el evangelista que los Reyes “vieron” al Niño. Pero vieron más allá de lo que veían, trascendiendo eso que observaban, pues detrás de esa criaturita, o, mejor dicho, a través de ella, contemplaban la invitación a una vida de humilde entrega, donación y, en definitiva, auténtica caridad.
Démosle hoy nuestro regalo al Niño, el de nuestra vida, con la seguridad de que Él nos regalará más, porque nos entregará su amor en plenitud, como lo entregó en Belén al nacer y como lo entrega cada día al cuidar de nosotros desde el Cielo.