En un emotivo encuentro celebrado en la Catedral de Notre-Dame, la Comunidad de Sant’Egidio reunió a hombres y mujeres de fe para reflexionar sobre la paz y la fraternidad. Este evento, lleno de esperanza y compromiso, fue un recordatorio de la importancia de seguir construyendo puentes de entendimiento y reconciliación en un mundo marcado por conflictos.
Un testimonio de esperanza
Laurent Ulrich, arzobispo de París, dio inicio a la ceremonia recordando el dolor que causó el incendio de Notre-Dame, un símbolo de la espiritualidad que une a millones. La catedral, que se erige como un lugar de oración, también se convirtió en un emblema de la resiliencia humana. «En esta ciudad, los Juegos Olímpicos han mostrado las virtudes de la competencia y han sembrado una alegría contagiosa», afirmó Ulrich, instando a todos a unirse en el camino hacia la paz.
Durante el evento, se escucharon las voces de quienes han sufrido las consecuencias de la guerra. Gilberte Fournier, una sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial, compartió su experiencia: “La guerra destruye todo. No debemos olvidar el gran mal que es la guerra. Es nuestro deber transmitir la memoria a las generaciones más jóvenes.” Su testimonio resonó con fuerza, recordándonos que la paz no debe ser un ideal lejano, sino un esfuerzo colectivo.
Un mensaje del Papa Francisco
En su mensaje, el Papa Francisco instó a todos los participantes a ser “artesanos de paz”. Subrayó que las religiones deben alejarse de ser instrumentos de conflicto y convertirse en motores de diálogo y amistad. “La paz espera a sus artífices”, proclamó el Santo Padre, enfatizando que en tiempos de guerra, la tarea de construir la paz es más urgente que nunca.
El Papa también hizo un llamado a los líderes políticos: “¡Detengan la guerra! Estamos destruyendo el mundo. Es hora de actuar con sabiduría y determinación para fomentar la fraternidad entre los pueblos”. Su mensaje resonó en el corazón de quienes buscan un futuro donde la paz sea una realidad, no solo un deseo.
La comunidad en acción
Marco Impagliazzo, presidente de la Comunidad de Sant’Egidio, cerró el encuentro con un llamado a la acción. “La paz es nuestra victoria, no contra los demás, sino con los demás”, afirmó. Subrayó la importancia de transmitir el legado de la paz de una generación a otra, instando a todos a imaginar un futuro libre de conflictos.
El espíritu de unidad y esperanza que permeó el encuentro en Notre-Dame es un testimonio del compromiso de las comunidades religiosas y de buena voluntad en la lucha por la paz. En este lugar sagrado, se renovó el compromiso de todos los presentes: seguir siendo constructores de paz, incansables en su trabajo de reconciliación y fraternidad.
El encuentro en Notre-Dame fue un poderoso recordatorio de que, incluso en tiempos de incertidumbre, el diálogo, la escucha y el entendimiento son esenciales para construir un futuro mejor. Sigamos imaginando la paz y trabajando juntos para hacerla realidad.