Con alegría y agradecidos con Dios celebraremos el décimo aniversario del pontificado del Papa Francisco.
El Papa jesuita que es el primero en escoger el nombre del Santo de Asís.
El maestro de jesuitas, el arzobispo que se movilizaba en transporte público y atendía personalmente las villas pobres de Buenos Aires.
El Cardenal que en sintonía con el Papa Benedicto XVI presidio la redacción de la histórica declaración de los obispos latinoamericanos en Aparecida.
El Papa que siempre ha sido pastor de su feligresía.
El magisterio de Francisco
Con el título de su encíclica Fratelli Tutti el Papa Francisco honró a San Francisco de Asís en cuya fiesta y sobre su tumba la emitió. Señala el Papa: “Este santo del amor fraterno, de la sencillez y de la alegría, que me inspiró a escribir la encíclica Laudato si’, vuelve a motivarme para dedicar esta nueva encíclica a la fraternidad y a la amistad social”
La encíclica tiene un muy claro eje central: el mandato del amor, que nos llama a todos en nuestra actividad personal a ser “prójimo”, como el samaritano de la parábola, pero que igualmente nos convoca a todos a procurar el bien común en nuestra participación en sociedad. Y claramente este mandato de manera muy especial se aplica a políticos, dirigentes y formadores de opinión.
Esas pocas líneas introductorias y el contenido de esa Encíclica resultan de la vocación a amar y a cuidar a sus feligreses que se manifiesta en todas las acciones de la vida de nuestro Papa, y que son para mí la más destacada de sus características.
En la introducción a la Encíclica sobre la fe, Lumen Fidei, que había sido iniciada por el Papa Benedicto XVI nos dice el Papa Francisco: “En la fe, don de Dios, virtud sobrenatural infusa por él, reconocemos que se nos ha dado un gran Amor, que se nos ha dirigido una Palabra buena, y que, si acogemos esta Palabra, que es Jesucristo, Palabra encarnada, el Espíritu Santo nos transforma, ilumina nuestro camino hacia el futuro, y da alas a nuestra esperanza para recorrerlo con alegría.”
El Papa Francisco en esta su primera Epístola nos manifiesta la centralidad de vivir para el amor a Dios y al prójimo, y que la esencia de ese amor es trasmitirlo a todas las personas, es el apostolado, es ser pastor: “Quien se ha abierto al amor de Dios, ha escuchado su voz y ha recibido su luz, no puede retener este don para sí”.
Por eso Francisco es el Papa de la Iglesia en salida, de la Iglesia que busca la oveja pérdida, de la Iglesia que atiende a todos, que lleva el mensaje de amor de nuestro Salvador Jesús a todas las personas.
La fraternidad, como resultado del mandato cristiano del amor, está presente desde la primera encíclica social. En Rerum Novarum el Papa León XIII refiriéndose a la lucha de clases, en el acápite “f. Engendrando la verdadera fraternidad” nos indica: “42. Estas dos clases, si a los preceptos de Cristo obedecieren, no sólo en amistad, sino en verdadero amor de hermanos, se unirían. Porque sentirán y entenderán que todos los hombres sin distinción alguna han sido creados por Dios, Padre común de todos”
Ahora el Papa Francisco ha refrescado la doctrina social de la Iglesia resaltando la primacía de la fraternidad en las relaciones interpersonales.
No se trata solo del mandato que en conciencia nos impone la fe cristiana de amar a las demás personas como a nosotros mismos.
Se trata, además, de la amistad social sobre la que deben erigirse las instituciones de la vida social.
En Fratelli Tutti el Papa Pastor parte de que: “61…En el Nuevo Testamento resuena con fuerza el llamado al amor fraterno: «Toda la Ley alcanza su plenitud en un solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo». «Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. Pero quien aborrece a su hermano está y camina en las tinieblas». «Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. Quien no ama permanece en la muerte». «Quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve».”
Vivir el amor y no retenerlo solo para uno mismo, es la clave que el Papa Francisco con su vida y con sus enseñanzas nos da para la vida en paz, para que prive la dignidad de cada uno y de todos, para que el diálogo logre construir un progreso inclusivo. “221…Es el auténtico reconocimiento del otro, que sólo el amor hace posible, y que significa colocarse en el lugar del otro para descubrir qué hay de auténtico, o al menos de comprensible, en medio de sus motivaciones e intereses.”
Es un bálsamo, una guía, una motivación maravillosa la prédica de fraternidad, de amistad social y el ejemplo de vivir intensamente el amor al prójimo que nos regala cada día el Papa Francisco.
Miguel Ángel Rodríguez, Expresidente de Costa Rica y miembro de la Academia Latinoamericana de Líderes Católicos