El P. Jorge Miró comparte con los lectores de Exaudi su comentario sobre el Evangelio de hoy 17 de setiembre de 2023, titulado “Setenta veces siete”.
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La Palabra hoy nos habla del perdón, especialmente dentro de la comunidad cristiana: ha de ser ilimitado: Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces? Jesús le contesta: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Si es verdad que has experimentado la misericordia del Padre contigo, no podrás andar calculando los límites del perdón y de la acogida al hermano.
En la medida en que tú experimentes el perdón gratuito de Dios, comenzarás a perdonar de corazón a los demás, porque podrás mirarlos como Dios los ve: Dios también ama a tu hermano pecador y no le rechaza por sus pecados, como tampoco te rechaza a ti por los tuyos.
Porque esa esa la experiencia del que vive la fe. Como hemos cantado en el Salmo: El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia… Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades… te colma de gracia y de ternura.
Perdonar no significa minimizar un pecado cometido contra nosotros o “enterrarlo”.
El perdón significa que yo reconozco haber sido ofendido, pero que elijo poner esta ofensa en las manos de Dios para que Él sea el juez, y pido, para mí y para mi hermano, un corazón nuevo. Elijo renunciar a mi derecho a retener eso en mi corazón contra la otra persona.
El perdón no es una negación del mal, sino una participación (no una simple imitación) en el amor salvador y transformador de Dios que reconcilia y sana.
El perdón no significa someterse a una situación de peligro o de injusticia. No está reñido con el derecho a defenderse ni con el deber de proteger a los inocentes.
Sólo el Espíritu Santo puede hacer que tengamos los mismos sentimientos que tuvo en Cristo Jesús. Así, la unidad del perdón se hace posible, «perdonándonos mutuamente “como” nos perdonó Dios en Cristo» (cf. Ef 4, 32).
No está en nuestra mano no sentir ya la ofensa y olvidarla; pero el corazón que se ofrece al Espíritu Santo cambia la herida en compasión y purifica la memoria transformando la ofensa en intercesión (cf. Catecismo 2842s).
¡Ven Espíritu Santo! (cf. _Lc_ 11, 13).