Sensibilidad en clave directiva: el músculo olvidado del liderazgo con sentido
Cómo gestionar los instintos para tomar decisiones con propósito y autocontrol

La sensibilidad humana se manifiesta en el juego de nuestros instintos en las decisiones que tomamos. La naturaleza humana ha sido dotada de un aparato sensible que vela por la subsistencia tanto del individuo como de la especie. Contamos con un conjunto de mecanismos —físicos y emocionales— orientados a la supervivencia individual y colectiva: el dolor nos alerta frente al peligro; el miedo activa respuestas ante amenazas; el hambre y el sueño garantizan el mantenimiento corporal; y el afecto y la empatía favorecen la cohesión social y la continuidad de la vida.
Por ejemplo, sentimos hambre, y esta sensación resulta tan crucial para la subsistencia del individuo que su desaparición prolongada genera consecuencias serias. La pérdida de apetito sostenida en el tiempo puede desencadenar desnutrición, pérdida de peso, debilidad muscular, deterioro del sistema inmunológico, e incluso afectar negativamente el estado de ánimo, la concentración y la vida social.
Lo mismo ocurre con la falta de sueño. Cuando se vuelve crónica, afecta profundamente la salud física, mental y emocional. Dificulta la concentración, la memoria y el rendimiento cognitivo, y aumenta el riesgo de accidentes. También debilita el sistema inmunológico, altera el metabolismo y está asociada a enfermedades. En el plano emocional, incrementa la irritabilidad, la ansiedad y la posibilidad de desarrollar depresión.
Sin embargo, estos mecanismos no actúan en el ser humano como lo hacen en los animales. En el mundo animal, el instinto es imperativo; en cambio, en la persona humana, se presenta con una arquitectura más débil. El animal, ante la comida, no puede evitar comer. El ser humano, en cambio, aun teniendo hambre, puede elegir no comer, o hacerlo en menor medida.
Esto queda de manifiesto, por ejemplo, en las prácticas de ayuno. Según la Harvard Medical School y la Mayo Clinic, el ayuno intermitente o prolongado —cuando se lleva a cabo de forma adecuada— puede mejorar el metabolismo, reducir la inflamación y regular los niveles de insulina, favoreciendo la pérdida de peso sin comprometer la masa muscular. Un artículo del New England Journal of Medicine (Mattson et al., 2019) señala que el ayuno también mejora la salud cardiovascular, incrementa la sensibilidad a la insulina y protege el cerebro mediante la activación de procesos como la autofagia y la neurogénesis, que podrían tener efectos preventivos frente a enfermedades neurodegenerativas.
Ahora bien, en el desarrollo de la personalidad humana —especialmente en los más jóvenes—, lo habitual no es que se confronte a estos mecanismos sensibles, sino que se los siga sin mayor reflexión. Cada uno de ellos se presenta acompañado de una sensación placentera, con la fuerza de un bien inmediato, pretendiendo convertirse en imperativo. Después de un buen almuerzo, por ejemplo, la somnolencia se impone como la opción más atractiva.
Pero como estos instintos no son fuertes en sí mismos, el ser humano puede optar por seguirlos o por resistirse a ellos en nombre de criterios más elevados que el placer sensible. Cumplir con un compromiso o respetar a otra persona son ejemplos de bienes mayores que pueden orientar nuestras decisiones más allá del impulso inmediato.
Y es importante advertir, que cada vez que una persona elige no confrontar un instinto que se opone a un bien superior, este instinto se fortalece. Con el tiempo, puede adquirir tal fuerza que termine por dominar la voluntad, al punto que la persona ya no pueda hacer otra cosa que seguirlo. Es decir, pierda la capacidad de decidir libremente.
Por ello, en el proceso de maduración de la personalidad humana —y muy especialmente en la etapa formativa—, es fundamental entender que estos mecanismos sensibles cumplen una función, pero no pueden ser gestionados como fines en sí mismos. El riesgo más grande al que se enfrenta el ser humano es dejarse arrastrar únicamente por la búsqueda del placer sensible, perdiendo así su capacidad de dominio sobre sí mismo.
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