Jaime Millás, licenciado en Ciencias Biológicas y Ciencias de la Educación, experto en Dirección de Instituciones Educativas y doctor en Bioética, ofrece este artículo sobre la secuenciación del genoma humano.
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Se acaban de publicar en las páginas de Science seis estudios en los que cerca de 100 investigadores unidos al consorcio Telomere-to-Telomere (T2T), dirigido por Adam Phillippy, del Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano y Karen Miga, de la Universidad de California en Santa Cruz, han obtenido la secuencia completa de un genoma humano. Esta investigación constituye un acontecimiento de gran relieve.
Recordemos que hace 21 años se hizo pública la secuenciación del genoma humano en dos versiones: la del consorcio público “Proyecto Genoma Humano” (PGH) y la de la compañía privada “Celera Genomics”. Aunque ciertamente supuso un gran logro, quedaba por conocer una parte no despreciable del ADN.
La versión que hoy utilizan laboratorios del mundo entero es la GRCh38, que parte de la secuenciación inicial del PGH. Esta versión tiene millones de bases (las letras del ADN) que no se han secuenciado, es decir se desconoce qué bases se encuentran en esas posiciones.
Además, hay importantes regiones, como los centrómeros (la parte central de los cromosomas) con fragmentos secuenciados muy repetidos que no se han terminado de ensamblar correctamente. Todo esto supone alrededor de un 8% del genoma. Ahora el consorcio T2T las ha secuenciado, lo que añade 200 millones de nucleótidos, casi un cromosoma completo, a la nueva versión del genoma humano, que han denominado T2T-CHM13.
Adam Phillippy, codirector del proyecto declara que estamos ante “un nuevo cofre del tesoro de variantes que podemos estudiar para ver si tienen un significado funcional. En el futuro, cuando se secuencie el genoma de alguien, podremos identificar todas las variantes en su ADN y usar esa información para guiar mejor la atención médica”. También la codirectora Karen Miga contempla expectante “la próxima década de descubrimientos sobre estas regiones que se acaban de revelar”.
El genoma secuenciado ahora, y que servirá como referente, tiene su procedencia en lo que se denomina mola hidatiforme, que aparece cuando el óvulo pierde su núcleo y es fecundado por el espermatozoide. Esto hace que no se dé lugar a un nuevo ser humano y que las células cuenten con dos copias idénticas de cada cromosoma al provenir sólo del padre.
A partir del nuevo descubrimiento se han identificado secuencias que podrían estar relacionadas con proteínas hasta ahora desconocidas. También servirá para avanzar en los estudios sobre evolución y para encontrar las causas de diversas patologías.
Este tipo de avances científicos es algo muy positivo, pero conviene, al mismo tiempo, no olvidar las cuestiones bioéticas que de ellos se derivan. Recordemos que, en 1990, cuando comenzó el PGH, el NHGRI (National Human Genome Research Institute) de los EE. UU. tomó la decisión de crear un programa que se encargara de estudiar los aspectos beneficiosos y los potenciales riesgos de la información obtenida. Lo que dio lugar a un proyecto paralelo llamado ELSI (Ethical, Legal and Social Implications): esto constituyó una iniciativa sin precedentes en las investigaciones biomédicas para examinar, evaluar y hacer uso efectivo y ético del conocimiento obtenido sobre nuestro genoma[1].
Como puntos concretos, el Programa E.L.S.I. se refiere a lo siguiente:
– La privacidad y confidencialidad de la información genética.
– La imparcialidad en el uso de la información genética por parte de compañías de seguros, contratos de empresas, jueces, escuelas, agencias de adopción, militares, …
– El impacto psicopatológico, estigmatización y discriminación debido a las diferencias genéticas individuales.
– Las implicaciones en aspectos reproductivos, incluyendo el consentimiento informado y el uso de la información genética relacionada con la reproducción.
– Las implicaciones clínicas, incluyendo la educación de los médicos y personal comprometido en la salud, la identificación de personas con determinada condición genética, y en general sobre las capacidades, limitaciones y riesgos sociales e implementación de medidas de control.
En lo que se refiere al uso y las implicaciones del conocimiento del genoma humano, se han emitido varias declaraciones y documentos que, de alguna manera, pueden considerarse como una guía ética. Son éstos:
– El Convenio sobre Derechos Humanos y Biomedicina, o Convenio de Oviedo, aprobado a instancias del Consejo de Europa en Oviedo el 4 de abril de 1997, en cuyo Apartado IV se trata el genoma humano.
– La Declaración Universal sobre el Genoma y Derechos Humanos de la UNESCO, aprobada en París del 11 de noviembre de 1997.
– La Declaración Internacional sobre los datos genéticos humanos, aprobada en París del 16 de octubre de 2003.
El componente común de reflexión de todas estas declaraciones es el valor de la vida humana, para la que se recomienda el respeto inherente a su dignidad.
En los dos primeros Artículos de la Declaración Universal sobre el Genoma y Derechos Humanos se hace un buen resumen:
Art.1.- “El genoma humano es la base de la unidad fundamental de todos los miembros de la familia humana y del reconocimiento de su dignidad intrínseca y su diversidad. En sentido simbólico, el genoma humano es el patrimonio de la humanidad”.
Art. 2.- (a) “Cada individuo tiene derecho al respeto de su dignidad y derechos, cualesquiera que sean sus características genéticas”. (b) “Esta dignidad impone que no se reduzca a los individuos a sus características genéticas y que se respete el carácter único de cada uno y su diversidad”.
Posteriormente, en la misma Declaración se insiste en esta idea: Art.10.-
“Ninguna investigación relativa al genoma humano ni sus aplicaciones, en particular en las esferas de la biología, la genética y la medicina, podrán prevalecer sobre el respeto de los derechos humanos, de las libertades fundamentales y de la dignidad humana de los individuos o, si procede, de los grupos humanos”.
Ahora que incluso se llega a introducir la edición genética en células germinales pretendiendo “mejorar” la propia naturaleza humana, conviene repasar estos documentos y poner de relieve el respeto a la persona, a su naturaleza y a su dignidad.
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[1] J. E. McEwen y otros, «The Ethical, Legal, and Social Implications Program of the National
Human Genome Research Institute: Reflections on an Ongoing Experiment», Ann. Rev. Genomics
Hum. Genet.15 (2014) 481-505.