Desde Exaudi ofrecemos a los lectores el vídeo semanal del canal de evangelización católico Se buscan Rebeldes, en el que M.Olga María del Redentor, Carmelita Samaritana del Corazón de Jesús reflexiona lo que hay detrás de la frase “Hago lo que me da la gana”, explica cómo escapar de la dictadura del egoísmo para ser libre viviendo la vida que tú has decidido vivir.
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¿Eres de los que vas por el mundo diciendo que tu vida es tuya y haces lo que te da la gana? ¿De verdad te crees que es así? En este video te enseñamos la otra cara de esa moneda.
¡Pienso hacer lo que me dé la gana! Con frecuencia se escucha decir eso en cualquier sitio, a cualquier persona y en cualquier circunstancia. Y claro… yo me pregunto de qué va la cosa y si realmente cuando decimos eso hacemos de verdad lo que queremos o solamente lo que nuestro capricho nos dicta, que casi nunca es lo que realmente deseamos, sino lo que nos empuja a hacer una fuerza que a veces emerge de nuestro interior y no es precisamente lo mejor ni más noble de nosotros mismos, y que se llama egoísmo.
¡Lo que me da la gana! Como si eso fuera la meta más excelsa o el ideal más elevado al que un ser humano puede aspirar. Lo que tengo ganas, lo que me apetece… no lo más noble y hermoso, ni tampoco lo que me haga crecer más como persona, ni lo que acarree el mayor bien para todos, sino solamente lo que me venga en gana. Si lo pensamos despacio es bastante irracional y poco civilizado. En una sociedad como la nuestra, en que presumimos de racionales y respetuosos con las libertades colectivas e individuales… imponer lo que a mí me venga en gana como norma suprema de conducta… me parece un contrasentido
Hace poco me encontré con una persona que me decía que mi vida de religiosa le parecía tremenda -además de un desperdicio- y que era una lástima que hoy en día, cuando todo el mundo hace lo que le da la gana, yo me empeñe en ser monja y atarme de esta manera. Después me soltó un rollete sobre lo importante que es desinhibirse y liberarse… un discurso de esos… estilo “mayo del 68”, que es uno de los engaños más grandes que circulan por el planeta Tierra.
La dictadura del egoísmo
Escuché pacientemente y después traté de contestar sin herirla, pero con mucha claridad. Traté de explicarle mi punto de vista y de decirle que soy muy libre viviendo la vida que yo he decidido vivir -aunque a ella le parezca un desperdicio- porque ninguna persona ni ninguna circunstancia me la ha impuesto, sino que yo he optado por ella. Y después también traté de explicarle que cuando una persona pierde el autodominio, pierde automáticamente la libertad, no se libera, sino que se esclaviza. Esa es la verdad.
Cuando uno se lanza a hacer “lo que le da la gana”, en realidad no hace lo que le da la gana, sino lo que “la gana” le manda. Y “la gana” es una dictadora sumamente inflexible e insobornable. Y entonces… esa persona se vuelve un esclavo de “la gana” y no puede hacer otra cosa que obedecerla, y arrastra a la persona adonde muchas veces no querría ir, pero ya no es libre… Ya está colocado -por la gana- bajo el yugo de unos intereses y unas apetencias que le tienen enganchado y bien controlado.
Nos asustamos mucho cuando sale el tema de las adicciones: ¡uffff! nos preocupa, nos espeluzna, nos pone en guardia… Nos aterra ver cómo las adicciones destruyen a la persona dejándola sin voluntad, sin capacidad de decidir… y lo cierto es que eso mismo le sucede a la persona que -de manera habitual- se deja arrastrar por sus apetencias: que se engancha a lo que ella cree que es lo que le da la gana y no se da cuenta cómo poco a poco va perdiendo su capacidad de hacer lo contrario de lo que “le da la gana”.
Deje totalmente k.o. a mi interlocutora superprogre y liberal cuando le pregunté con toda intención, lo reconozco, si -con la misma celeridad con que hace “lo que le da la gana”- hace alguna vez “lo que no le da la gana”, o si solo es capaz de moverse por apetencias y nunca por decisiones libres. Le expliqué que yo nunca hago lo que me da la gana, sino que procuro tomar decisiones ponderadas y serenas para hacer lo que tengo que hacer en cada momento, lo que considero correcto y acertado, y que a veces tengo la “suerte” de que coincide con “lo que me da la gana”, con mis apetencias. Pero muchas otras veces no es precisamente “lo que me da la gana” o me apetece, pero aún así y todo… lo hago si considero que es lo más adecuado y lo mejor. Gracias a Dios aún no soy adicta a “lo que me da la gana” y puedo decidir libremente, porque mi voluntad es más fuerte que mis ganas o apetitos. Vosotros, los que me estáis viendo, ¿cómo lo lleváis?
Si hay algo que nos asemeja a los animales y nos hace inhumanos y nos bestializa… es movernos por las ganas, por “lo que nos pide el cuerpo” como se suele decir. Y todos entendemos que -si a mí me da la gana de darle un bofetón a una persona según pasa por mi lado- evidentemente no puedo ni debo hacerlo, porque si hiciéramos eso… ¡la jungla sería un juego de niños al lado de la que se podría liar! Este ejemplo que acabo de poner lo entendemos todos muy bien: no puedes ir por la calle y darle un guantazo al que pasa por tu lado así porque sí… a la primera de cambio y sobre la marcha; pero no entendemos que en cosas más pequeñas tenemos que actuar igual: no podemos hacer lo que se nos ocurre porque sí, sin pensar en nadie y atropellando a todo el mundo.
Esa manera de actuar indica que nos anteponemos a nosotros mismos a los demás, y eso significa una estrepitosa victoria de nuestro egoísmo sobre el amor a los demás ¡No podemos permitir que esto suceda! ¡¡No!! Lucha sin cuartel a nuestro ego y a “lo que nos dé la gana”. Nuestro leitmotiv ha de ser “voy a hacer lo que haga más felices a todos”, lo que sea mejor, lo que nos traiga el mayor bien y arrincone nuestro egoísmo.
La auténtica libertad
Aquí entramos en el delicado pero fundamental tema de la libertad . Es un terreno apasionante, pero arriesgado… un tema que cuestiona mucho y que frecuentemente se plantea y se enfoca mal.
Cierto que es vital y si hay algo que yo valoro y por lo que lucho en mi vida es por la libertad auténtica, porque creo que es la base sobre la que se sustenta cualquier principio de dignidad humana. Distingue al ser humano del resto de seres creados y si se limita -o se elimina de alguna manera- la libertad de la persona, eliminamos aquello que la constituye esencialmente y nos quedamos con un ser racional no libre, una especie de “animalito superior”. Esto que acabo de afirmar… es muy gordo y a mí me pone los pelos de punta, pero es una triste y frecuente realidad. Lo que nos hace personas, creadas a imagen y semejanza de Dios, es que tenemos inteligencia, voluntad y libertad. sí, libertad. Y el peligro es disminuir nuestra potencialidad como persona porque somos esclavos, no libres… Y el reto es ser cada día más persona porque somos cada día más libres.
Por eso hemos de luchar con valor y coraje contra todo aquello que aliena y limita la libertad de las personas y las robotiza y esclaviza, pero luchar eficazmente, no con slogans absurdos, campañas y pancartas en plan reivindicativo. Eso no sirve para nada por una sencilla razón: la libertad verdadera, la que nace y se sustenta en una conciencia recta, sólo se puede conquistar desde el interior de la persona . ¿Y cómo? Pues… lo primero para dar en la diana con cualquier asunto es centrar bien el tiro: nada de fuera -ninguna persona, ideología o circunstancia- pueden quitarme la libertad, eso para empezar.
Desde el exterior podrán oprimirme, hacerme daño, pisotear los derechos humanos más básicos… pero nunca nada ni nadie podrá penetrar en el santuario íntimo que es mi conciencia, donde se guarda mi capacidad de optar entre el bien y el mal, entre el amor y el odio, el perdón y la venganza… Seamos realistas: si no soy libre es porque no me lo he propuesto y no me lo he tomado en serio. Lo exterior puede influir y dificultarlo, pero no hace imposible mi libertad.
La libertad consiste en ser capaces de decidir y optar sin condicionamientos. Para esto hay que luchar por salvaguardar el propio interior y protegerlo de las múltiples agresiones externas que atentan contra la libertad de nuestra conciencia. La libertad implica -entre otras cosas- coherencia de vida y… ¡eso sí que es una planta exótica en la selva social en que nos movemos! Me preocupa mucho el miedo a no atreverse a tener un criterio recto por el “qué dirán o al qué pensarán de mí”. Conozco personas que por ser fieles a sus principios son juzgadas negativamente y dejadas de lado cuando intentan salvaguardar su libertad de conciencia y ser coherentes con lo que libremente han decidido en su interior. ¿Dónde está el respeto hacia la libertad del otro que tanto se cacarea?
Hace poco me encontré con una chica que trabaja en el ámbito de la sanidad y con el tema del aborto no se atrevía a ejercer su derecho a la objeción de conciencia “para que no se mosqueara su jefe”. Y después me decía muy angustiada y con lágrimas en los ojos: “creo que me estoy convirtiendo en una asesina en serie…” La insté a que fuera fuerte y actuara según lo que su conciencia le estaba dictando y me reconoció que tenía miedo a la reacción de sus compañeros de trabajo, que no era libre.
La libertad no es algo superfluo y externo, sino íntimo. Y supone lucha sí, pero no en la calle con pancartas ni manifestaciones, sino pelear por conquistarse uno a sí mismo cada día siendo dueño de sus impulsos, sentimientos y decisiones.
Y ahora… aterrizo en el punto álgido de la cuestión. Como seguidores de Jesús, tenemos que tomar muchas decisiones en la vida al margen de “lo que nos de la gana”. Como dijo Jesús: «La verdad os hará libres» (Jn 8, 32).
Creo que ya hemos dejado claro que eso no es criterio. A lo mejor lo que tenemos que hacer es decidir ser libres de verdad, vivir no de lo que me apetece en cada momento, sino vivir para hacer lo que debo en cada momento, vivir para amar a Dios y a los demás, porque me da la gana. La verdadera libertad no es hacer lo que me da la gana de forma superficial, sino ser libre es vivir de amor, entregando la vida, porque me da la gana.
En medio de esta sociedad convulsa, mi corazón ha sido escogido para Dios, para seguir anunciando Su nombre, para ser testigo de Su amor, para extender el reinado de su Corazón por el mundo entero. Esa es mi preocupación, esa es mi empresa, mi decisión, eso es “lo que me da la gana”. En eso me tengo que gastar y desgastar, no en lamentarme ni criticar lo que otros hacen o dejan de hacer. ¡No vale camuflarnos detrás de los errores de los demás! O echar balones fuera diciendo que este gobierno, que la pandemia, que la sociedad…
Dios me ha hecho reina de mi vida, me ha dado una voluntad libre (capaz para la libertad aunque tengamos que currárnoslas) me ha hecho reina y gobernanta de mi corazón y mi conciencia. ¿Cuál es mi programa de gobierno? ¿Qué estoy haciendo con él? ¿Reina en mi corazón el Evangelio? ¿Reina Jesús, su Voluntad, su Amor? Os dejo esa pregunta en el aire para que cada uno examine su vida y su libertad y -si es necesario- se redireccionen cuanto antes.
Conclusión
Hazte esta pregunta con paz, sin angustias, pero con mucha sinceridad y honestidad. Es importante detenerse a examinar tu vida delante de Dios y de tu conciencia. Pero cuando lo hagas… hazlo con mucha paz, sin agobios, porque no debes olvidar que dios te quiere y te quiere feliz.