Scott Borgman, converso de la Iglesia Pentecostal, hoy sacerdote católico

A través del conocimiento de las Escrituras llegaron al catolicismo

La vida del padre Scott Borgman es realmente apasionante, digna de ser contada en un libro. Nació y fue educado en una familia misionera pentecostal, lo que hizo que viviera en África durante buena parte de su infancia y adolescencia. A los 17 años la familia se estableció en California y él empezó a trabajar en Hollywood. Pero la llamada de Dios tocó a toda su familia y acabarían convirtiéndose al catolicismo. Una llamada que en Scott fue aún mayor, pues le llevó hacia el sacerdocio.

El padre de Scott, misionero pentecostal, solía recordar que Dios les amaba y que tenía un plan para sus vidas. Un plan que entenderían a través de una relación personal con Jesucristo y del conocimiento de las Sagradas Escrituras. De hecho, los niños de la familia Borgman memorizaban versículos de las Escrituras desde muy pequeños, lo que ha sido de gran ayuda a Scott en su comprensión de Dios y de su diseño de la salvación.

Fue a través de las Escrituras como llegaron a comprender un concepto muy revolucionario para ellos como protestantes y miembros de la Iglesia Pentecostal: la idea de que la Iglesia Católica había sido fundada por Jesucristo y de que, contrariamente a lo que les habían enseñado en la Iglesia Pentecostal, hoy era fiel a todas las enseñanzas que Cristo le había confiado. Aunque  tenían un conocimiento muy profundo de las Escrituras, se dieron cuenta de que les faltaba la comprensión esencial sobre el origen de la Biblia y sobre quién estaba cualificado para interpretarla.

«Me enamoré de la Eucaristía»

Las Sagradas Escrituras, insertas en el contexto de las celebraciones litúrgicas católicas, les dio la claridad que tanto habían buscado. Supuso un auténtico alivio para ellos descubrir la interpretación magisterial de la Iglesia que garantiza el auténtico significado de las Escrituras, tal como las entendían los Padres de la Iglesia. Estas respuestas les abrieron al mar de plenitud de la fe cristiana que es la Iglesia Católica. Scott empezó a asistir a Misa y, aunque nunca comulgaba consciente de las advertencias de san Pablo, se enamoró perdidamente de la Eucaristía. Empezó a asistir diariamente durante dos años antes de recibir el sacramento.

Al principio no sabía cuándo ponerse de pie o qué estaba pasando en el altar, pero cada vez que salía, tenía una profunda sensación de paz. Recibió la Primera Comunión en 2003, a la edad de 32 años, y tenía tanta hambre de la Eucaristía que incluso ¡mordió los dedos del obispo que se la dio!

¿Qué le dio la Iglesia Católica que no tuviera la Iglesia Pentecostal?

Una vez en la Iglesia Católica, sus horizontes se ampliaron, dirigiéndole hacia una verdadera intimidad con Dios, a una santidad más allá de sus prejuicios, felicidad a pesar de los obstáculos y las alegría a través de la cruz. Le dio a su alma y a su mente un lugar para expandirse y crecer. Pronto descubrió que la Iglesia Católica contiene las respuestas a cada interrogante de la condición humana, a cada pregunta que hay en los corazones de protestantes, judíos, musulmanes, hindúes e incluso ateos y de la multitud woke. A través de la Iglesia Católica, Dios ha proporcionado las respuestas a la pérdida de un familiar, al sufrimiento en este mundo, a las familias rotas, a las guerras, a las inundaciones, incluso a la riqueza desmesurada, a la alarmante falta de cultura… a cada pregunta que surge en el alma humana.

La llamada al sacerdocio

Antes de convertirse al catolicismo, Scott nunca había oído hablar del celibato en la Iglesia Pentecostal, de la posibilidad de una entrega total de sí mismo a Dios y a la Iglesia. Ni siquiera sabía que existían sacerdotes, monjas y monjes.

A partir de su conversión desde la Iglesia Pentecostal fue conociendo a sacerdotes y monjas completamente entregados a Dios y felices con sus vocaciones. Esto le intrigó hasta el punto que se puso a estudiar vidas y enseñanzas de santos. Aprendió que el designio de amor que la Santísima Trinidad tiene sobre cada uno de nosotros implica una intimidad con Cristo que abarca cada momento del día y llena nuestros corazones del amor para el que fuimos creados.

Su experiencia con los sacramentos fue tan profunda que quería poder brindar estos mismos gozos y gracias para llevar muchas almas a Cristo, y de esta forma sintió su llamada al sacerdocio. Así que decidió mudarse a Francia para ingresar en el seminario de Toulon, diócesis en la que fue ordenado.

En el movimiento provida

Estando en Roma, donde estudió varios años gracias a una beca de la Fundación CARF, todavía como diácono, la Iglesia le encomendó una misión: ser el secretario coordinador de la Academia Pontificia para la Vida, desarrollando especialmente su labor en el mundo de habla inglesa y francesa. Ocupó el cargo durante seis años. Unos años que fueron clave para desarrollar su sentido de la belleza de la vida desde la concepción hasta la muerte natural. Los cientos de académicos y de almas comprometidas que luchan en todo el mundo por la protección y promoción de la vida le llevaron a una nueva apreciación de la importancia de las leyes que defienden la vida, de la provisión de apoyo a las madres necesitadas y de la formación de conciencias a nivel mundial.

Regreso a EE. UU.

Con una formación humana y espiritual de primer orden, Scott volvió a su país, donde actualmente ejerce como vicario judicial de la diócesis de Orange. Además, es responsable diocesano de las causas filantrópicas, capellán de un departamento de Policía y ostenta varios cargos más que le hacen ser imprescindible en esta diócesis californiana.

Universalidad de la Iglesia

La universalidad y unidad de la fe católica no tiene igual en ninguna institución en la tierra. Como converso pentecostal ha sido interesante observar los diversos enfoques de la fe y descubrir, incluso dentro de la formación de un seminario internacional, cómo el cristianismo, específicamente desde una perspectiva católica, tiene una profunda relevancia para todas las culturas. Sorprendentemente, el catolicismo atrae a todas las culturas y todos los grupos lingüísticos. La universalidad de los dogmas católicos con la unidad en torno al Santo Padre es un anhelo tan hermoso como necesario de Nuestro Señor.


Cada país y cultura trae su propia expresión única y preciosa del rostro de Dios en la creación. Aunque es imposible generalizar, hay particularidades. Como en Francia, donde es importante dibujar las almas a través de su intelecto. En los EEUU, quieren más un sentimiento de pertenencia. África, donde creció, es viva, apasionada y piadosa, mientras que en Italia tienen el desafío de desarrollar un rico contexto histórico cultural en una relación personal con Nuestro Señor.

“Me encanta ser sacerdote”

Poco tiempo después de su ordenación, en una iglesia en París se asombraba del hecho de poder escuchar confesiones donde perfectos extraños, pero con una gran confianza en Dios y en la Iglesia Católica, llegaban a recibir la gracia de la absolución. Esta es la increíble historia de la misericordia de Dios vivida cada día. Cada experiencia de la unción de los enfermos, cada bautismo, cada funeral se convierte en parte esencial de la experiencia humana de lo divino. Dios ha provisto alimento para nuestras almas en la Eucaristía y esta maravillosa experiencia de su Crucifixión vivida en cada altar en todo el mundo es una expresión del eterno amor de Dios.

«Me encanta ser sacerdote, no puedo imaginarme haciendo otra cosa. Llevar adelante esta obra del Corazón de Nuestro Señor Jesús en este mundo para la redención de las almas es un don divino».

Scott Borgman, converso de la Iglesia Pentecostal, hoy sacerdote.

Hay que convertir a los sacerdotes en caballeros, no en solterones

Como vicario judicial de la diócesis de Orange, en California, a menudo tiene que afrontar asuntos complicados de la vida de la de la Iglesia, como atender a víctimas de mala conducta o defender a sacerdotes que han sido acusados, mientras protege los derechos de todos los involucrados. Para Scott, en los casos de sacerdotes, es evidente que a menudo ha habido falta de formación ya desde el seminario.

A menudo, en los seminarios y en la formación continua de los sacerdotes, hay una falta de formación humana. En la mayoría de los casos por falta de recursos, formadores, etc. Para el padre Borgman hay que convertir a los sacerdotes en caballeros, no en solterones. Para responder a este desafío la formación en el seminario tiene que ser eficaz, permanente, sistemática, personalizada y completa. Scott opina que una de las condiciones para que este don divino de la formación del seminario fructifique es que los mejores sacerdotes de la diócesis salgan a formarse en los mejores lugares para que luego se conviertan en formadores en sus seminarios. Porque los seminaristas llegarán a ser como quienes los forman.

«Por supuesto, el desafío del orgullo está detrás de cada pecado, y no somos inmunes a la secularización que sufre el mundo moderno. La oración es el principal sistema de apoyo, porque cuando un sacerdote deja de orar se pone en grave peligro. La madre Teresa decía que la principal tentación para los sacerdotes no es la sensualidad, sino el dinero. Por eso, crecer en santidad sólo es posible con la virtud del desapego».

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