El sacerdote Eugenio Bujalance ofrece este artículo sobre los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael cuya fiesta se celebra hoy, 29 de septiembre.
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Dice el Credo que Dios es creador de lo visible y de lo invisible. En una sociedad donde el hombre se sitúa en el centro de todo el universo, en vez de tener una visión teocéntrica, la sociedad actual, nos lleva a pensar que estamos solos. Esto no es así, porque en el plan creador de Dios, no nos crea solos. Esta manera de pensar choca con las preguntas que el hombre de hoy se pregunta muchas veces, ¿estamos solos en el universo? ¿habrá otras formas de vida?, existe esa curiosidad por explorar otras partes del universo para saciar ese deseo de infinito, que en el fondo se esconde en nuestro corazón. Sin embargo, el hombre no se abre a Dios, a esa visión teocéntrica, donde Dios es creador de lo que vemos y de lo que no, de ahí que no estemos solos. Los Ángeles son criaturas de Dios, como lo somos nosotros, forman parte de su plan creador. Que importantes es abrirnos a la revelación de Dios, en su totalidad.
Esta fiesta se celebra el 29 de septiembre porque tal día como hoy se produjo, la dedicación de la basílica dedicada a san Miguel construida en la antigua Roma, en la Vía Salaria. Recordamos juntos a los tres arcángeles, pues solamente conocemos estos tres nombres, que aparecen en la Biblia, donde se nos revela también la misión especial que cada uno recibe de Dios, sirviéndole, día y noche, contemplando su rostro y glorificándolo siempre.
La etimología de Arcángel proviene de dos palabras. Arc “el principal” y ángel, es decir el “principal entre los ángeles”. Con sus nombres, Miguel, Gabriel y Rafael nos recuerdan las misiones que han recibido por parte de Dios.
Miguel, que significa “¿Quién como Dios?”, aparece tres veces en la Biblia. Primero en el capítulo 12 del libro de Daniel: “Al final de los tiempos aparecerá Miguel, al gran Príncipe que defiende a los hijos del pueblo de Dios. Y entonces los muertos resucitarán. Los que hicieron el bien, para la Vida Eterna, y los que hicieron el mal, para el horror eterno”. En el capítulo 12 del Libro del Apocalipsis se cuenta lo siguiente: “Hubo una gran batalla en el cielo. Miguel y sus ángeles combatieron contra Satanás y los suyos, que fueron derrotados, y no hubo lugar para ellos en el cielo, y fue arrojada la Serpiente antigua, el diablo, el seductor del mundo. Ay de la tierra y del mar, porque el diablo ha bajado a vosotros con gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo” y en la Carta de San Judas: “El arcángel san Miguel cuando se le enfrentó al diablo le dijo: ‘Que te castigue el Señor”.
Por eso a san Miguel en el arte siempre se le ha representado atacando a la serpiente, símbolo del Demonio y del mal. Esa batalla entre el dragón y el hombre, el que expulsa a satanás del cielo, nos recuerda que nuestra lucha en la vida no es entre la carne y la sangre, sino que luchamos contra el enemigo del cielo, el demonio, y no podemos luchar contra él, con nuestras fuerzas solamente, sino que necesitamos a los ángeles. Sabiendo que esa batalla se libra en nuestro interior, que cada uno tenemos nuestra lucha, somos reflejo de esa batalla del cielo, y que de la misma manera que Dios envía a esos santos Ángeles para expulsar al mal del cielo, estos son puestos en nuestro camino para asistirnos también a nosotros en nuestras batallas diarias, no estamos solos.
A Gabriel que significa “fortaleza de Dios” le encomienda el anuncio más importante de todos, lleva a María la alegría de ser la Madre del Salvador, y por consecuencia, que Dios estaría siempre con nosotros, en la persona de Jesús. También aparece tres veces en las Sagradas Escrituras, él fue el que le anunció al profeta Daniel el tiempo en el que iba a llegar el Redentor, “Se me apareció Gabriel de parte de Dios y me dijo: dentro de setenta semanas de años aparecerá el Santo de los Santos”. Lucas lo nombra dos veces, una cuando se le apareció a Zacarías para anunciarle que iba a tener por hijo a Juan el Bautista (“Yo soy Gabriel, el que está en la presencia de Dios”) y en el momento de la Anunciación (“Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo’”) Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús».
San Rafael quiere decir “Medicina de Dios” y el recibió la tarea de ser sanador y custodio, el que nos acompaña. En su promesa Dios nos promete que no nos dejará solos. Día y noche van tus ángeles conmigo, hemos acudido desde nuestra infancia, porque Dios ha querido incluir también a los ángeles, en el plan de salvación. En el libro de Tobías él mismo arcángel se describe como “uno de los siete que están en la presencia del Señor”
El Papa Francisco siempre ha manifestado una especial devoción hacia los santos arcángeles, especialmente a san Miguel. En su homilía del 29 de septiembre del año 2017, pidió que acudiésemos diariamente a ellos. “Somos, por decir así, ‘hermanos’ en la vocación. Y ellos están ante el Señor para servirlo, para alabarlo y también para contemplar la gloria de rostro del Señor. Los ángeles son grandes contemplativos. Ellos contemplan al Señor; sirven y contemplan. Pero, también, el Señor los envía para acompañarnos por el camino de la vida”. Estos son nuestros compañeros de camino a los que el Santo Padre nos enseña a rezar:
“Miguel, ayúdanos en la lucha: cada uno sabe cuál lucha tiene en su propia vida hoy. Cada uno de nosotros conoce su lucha principal, aquella que pone en riesgo su salvación. Ayúdanos. Gabriel, tráenos noticias, tráenos la Buena Noticia de la salvación, que Jesús está con nosotros, que Jesús nos ha salvado y danos esperanza. Rafael, tómanos de la mano y ayúdanos en el camino para no equivocarnos de camino, para no quedarnos parados. Siempre caminar, pero ayudados por ti”.