Esta francesa, nacida en las inmediaciones de París hacia el año 422 o 423, dedicó su vida al servicio de Dios y del prójimo desde niña con la tutela del obispo san Germán, que había suscitado gran conmoción en la pequeña cuando tenía 7 años al escucharle predicar un sermón. El prelado fue quien advirtió en ella los rasgos de una santa, y vaticinó a sus padres que llegaría a los altares. No parece que su madre compartiera ese anhelo. Pero Genoveva, decidida a ser de Cristo, rogó al santo que le diese su bendición para ello, hecho que tuvo inmediata respuesta en presencia de todo el pueblo que acompañó en procesión a la niña hacia la Iglesia. En jornadas sucesivas ratificó ante el obispo esta temprana determinación, y recibió de sus manos una cruz como obsequio y memoria del momento de su consagración.
A los 15 años confirmó esta vocación ante el obispo de París en el momento de recibir el velo. Sus profundas convicciones amasadas en la oración y la ascesis —durante los 40 días de la Cuaresma solamente salía para ir al templo y a socorrer a los necesitados— le hicieron unirse a un grupo de mujeres dedicadas al apostolado y a ayudar a los pobres. Sus padres no vivían, y amparada por su madrina con la que convivía en la capital gala pudo recorrer apostólicamente Tours, Orleáns y otras ciudades en las que fue dejando huella de su fe, lugares bendecidos con los milagros que iba realizando a su paso. Voces malintencionadas la acusaron gravemente poniendo en duda su honestidad espiritual. Ponían en solfa sus visiones, la tachaban de hipócrita y atentaron contra su vida sin éxito.
Su gran fortaleza se puso de manifiesto ante la presencia del bárbaro Atila, que se propuso destruir París con sus feroces guerreros. Cuando la gente emprendía la huida, Genoveva les instó a volver al templo y hacer oración. La mayoría acogió de buen grado esta religiosa idea, y la ciudad se libró del ataque. De forma imprevista, Atila modificó el rumbo de sus tropas y se dirigió a Orleáns. Allí sería derrotado por los ejércitos cristianos en la terrible batalla de los Campos Cataláunicos. El anuncio de Genoveva, fundamentado en la fe, se cumplió. Venerada por sus virtudes, arrebató de los reyes Childerico y Clodoveo el perdón para muchos presos políticos que iban a ser ajusticiados. A ella se debe la construcción de la Iglesia parisina de san Dionisio, y pudo influir en la edificación de la Iglesia de san Pedro y san Pablo mandada erigir por Clodoveo, un lugar donde serían sepultados los restos de Genoveva, que murió siendo una anciana entre el año 500 y el 512.
© Isabel Orellana Vilches, 2024
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