Nació en la localidad francesa de La Mure d’Isere el 4 de febrero de 1811, perteneciente a una diócesis bendecida por María que se había aparecido en La Salette. Era fruto del segundo matrimonio que su padre, afilador ambulante, había contraído cuando ya tenía dos hijos anteriores. Creció misteriosamente atraído por la Sagrada Eucaristía. Una vez se perdió y lo hallaron embobado ante el Santísimo. Se había subido en una escalera para «hablar con Jesús», respondió cuando le preguntaron. Su futuro estaba trazado en su corazón con letras indelebles: sería religioso. Pero no le pusieron las cosas fáciles. Su padre, con una economía venida a menos, le necesitaba para trabajar, y él estudiaba latín a escondidas; los ejercicios se los corregían en el estío los seminaristas. Cuando obtuvo una beca, las trabas vinieron de manos de su director, que no le ayudó y lo relegaba imponiéndole ocupaciones diversas que nunca hubiese encomendado a otros. Fracasó su intento de recibir formación por un sacerdote de Grenoble y volvió a Le Mure. Entonces se cruzó en su camino el oblato, P. Guibert, futuro cardenal arzobispo de París, quien convenció a su padre, y se llevó al joven a Marsella. Ingresó en el noviciado en 1829. Su afán por no ser gravoso y llevar el ritmo de los demás le costó caro: minó su salud y le puso al borde de la muerte. No quería abandonar este mundo sin oficiar una misa y cuando la gente aguardaba su deceso, sanó milagrosamente.
Las puertas del convento de los oblatos no se abrieron para él, pero su Fundador, Mazenod, no lo abandonó, sino que medió para que fuese acogido en Grenoble. Y allí sería ordenado sacerdote en 1834. Durante cinco años fue coadjutor de Chatte y luego párroco de Monteynard. El Cura de Ars, al que conoció y con el que trabó amistad, diría de él cuando ya era Fundador: «Es un santo. El mundo se opone a su obra porque no la conoce, pero se trata de una empresa que logrará grandes cosas por la gloria de Dios. ¡Adoración Sacerdotal, que maravilla! … Decid al P. Eymard que pediré diariamente por su obra». En esa época los dos santos sacerdotes habían elegido la vía del holocausto personal por la santidad de su grey.
Con la aprobación de su obispo, el P. Eymard ingresó en la Congregación de los Maristas. El prelado lo conceptuaba altamente: «La mejor prueba de estima que puedo dar a esa congregación es permitir a un sacerdote como vos ingresar en ella». El pueblo reclamó su presencia, pero ya no hubo vuelta atrás. Por él se hubiera ido a misiones, pero después de ser director del Seminario Menor de Belley, en 1845 fue elegido provincial de Lyon, y posteriormente director de la Tercera Orden de María en Marsella, donde, junto a sus fieles, se dedicó a asistir a obreros y reclusos. En enero de 1851 peregrinó al Santuario de Fourvière. En su oración tenía presente la escasísima devoción que merecía el Santísimo entre sacerdotes y fieles. Y cuando llevaba la Custodia en procesión, se prometió que se dedicaría a fomentar la adoración y difusión de la Eucaristía, sentimiento que vinculó a María. Entonces comenzó a pensar en la fundación de una Tercera Orden que tendría ese objetivo. Y es que la devoción al Santísimo le quemaba las entrañas: «Sin Él, decía, perdería yo mi alma». Para fundar, tuvo que abandonar a los maristas, lo cual le costó no pocos sufrimientos y críticas: «No comprenden la obra—decía— y creen que hacen bien en oponerse a ella. Ya sabía yo que la obra iba a ser perseguida. ¿Acaso el Señor no fue perseguido durante su vida?». Pero en 1856, hallándose en París, erigió el nuevo Instituto, que fue aprobado de inmediato por Mons. Sibour y sería bendecido en 1863 por Pío IX.
En 1857 se instaló junto a los PP. De Cuers y Champion en una casa cedida por el prelado, y se expuso por vez primera el Santísimo. Al año siguiente se instalaron en el suburbio de Saint-Jacques y ya exponían el Santísimo tres veces a la semana. Luego abrieron otras fundaciones en Marsella y Angers. El P. Eymard fundó las Siervas del Santísimo Sacramento, la Liga Eucarística Sacerdotal y la Obra de Adultos. Además, organizó la Archicofradía del Santísimo Sacramento. Escribió diversas obras sobre la Eucaristía. Murió el 1 de agosto de 1868. Fue beatificado por Pío XI el 3 de agosto de 1925, y canonizado por Juan XXIII el 9 de diciembre de 1962.
© Isabel Orellana Vilches, 2024
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