D. Alejandro Vázquez-Dodero comparte con los lectores de Exaudi un artículo sobre la solemnidad de San Pedro y San Pablo de hoy, 29 de junio, analizando el significado de la fiesta y la imposición de palios.
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Cada 29 de junio celebramos solemnemente a los santos Pedro y Pablo, denominados tradicionalmente “columnas de la Iglesia”, auténtico testimonio de cumplimiento de una misión con la que se indentificaron y a la que consagraron sus vidas hasta el martirio.
En palabras del Papa Francisco, “son nuestros compañeros de viaje en la búsqueda de Dios, son nuestra guía en el camino de la fe y de la santidad; ellos nos empujan hacia Jesús, para hacer todo aquello que Él nos pide”.
Benedicto XVI los proclamó “patronos principales de la Iglesia de Roma”, y subrayó que ambos concentran el mensaje del santo Evangelio.
San Pedro
Natural de Betsaida, nació a finales del siglo I a.C., y falleció en el año 67. Conocido también como Cefas. Pescador de oficio en el mar de Galilea. Es el discípulo más citado del Nuevo Testamento en general, y de los cuatro Evangelios y los Hechos de los Apóstoles en particular.
Conocido como el “príncipe de los apóstoles”, la Iglesia lo identifica como el primer Pontífice, basándose para ello en las palabras que Cristo le dirigió: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del reino de los cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo” (Mateo 16, 18-19). A san Pedro se le encomienda la función o ministerio petrino.
Pedro, el amigo frágil y apasionado de Jesús –le negaría por tres veces antes de ser crucificado– es el hombre elegido por Cristo para ser “la roca” de la Iglesia. Aceptó con humildad su misión hasta el final de su vida. Sus restos mortales reposan en la Basílica de San Pedro en el Vaticano, meta de millones de peregrinos llegados de todo el mundo.
Se le atribuye el contenido del Evangelio de san Marcos, en cuanto que pudo éste recoger lo predicado por el príncipe de los apóstoles y reflejarlo en su Evangelio. Además, se le atribuyen dos epístolas. San Pedro acabaría sus días en Roma, donde fue obispo, y allí moriría martirizado. Fue sepultado a poca distancia de su martirio, lugar ése de su sepultura que resultaría elegido para la construcción de la basílica que hoy podemos disfrutar en la Ciudad Eterna.
San Pablo
Pablo de Tarso, de nombre judío Saulo de Tarso o Saulo Pablo, conocido como san Pablo. Nació en Tarso, Cilicia, entre el 5 y 10 d.C., y murió en Roma entre el 58 y 67. Llamado el “Apóstol de los gentiles”, el “Apóstol de las naciones”, o simplemente “el Apóstol”.
Fundó varias comunidades cristianas y evangelizó en los más importantes centros urbanos del imperio romano, tales como Antioquía, Corinto, Éfeso y Roma. Pablo, que comenzó persiguiendo cristianos, se convertiría, como decíamos, en el apóstol de los gentiles. Modelo de evangelizador para todos los católicos.
Redactó algunos de los primeros escritos canónicos cristianos, incluyendo el más antiguo conocido, la Primera epístola a los tesalonicenses. Autor de las llamadas epístolas paulinas, dirigidas a: romanos, la primera y la segunda a los corintios, gálatas, filipenses, tesalonicenses, y a Filemón.
Parece que murió mártir, decapitado, según se extrae del texto apócrifo escrito en el año 160 conocido bajo el título de Hechos de Pablo.
Imposición de palios arzobispales
La función o ministerio petrino que se le encomendó a san Pedro como romano pontífice necesita unos colaboradores. Ello para la eficacia del gobierno de la Iglesia, máxime en una organización, la eclesial, de ámbito universal.
Parte esencial de esa colaboración la prestan los arzobispos –obispos al frente de diócesis particularmente importantes–. Entre ellos hay algunos denominados “arzobispos metropolitanos” por estar al cargo de la provincia eclesiástica en la que se encuentran sus archidiócesis.
Pues bien, cada 29 de junio, por ser la solemnidad de los apóstoles Pedro y Pablo, el Papa bendice los “palios” destinados a los arzobispos metropolitanos.
¿Qué es un palio arzobispal? Es un ornamento de lana blanca con forma de faja circular que carga sobre los hombros, de la cual penden ante el pecho y en la espalda dos tiras rectangulares con cruces negras o rojas de seda. Simboliza la potestad que tienen los arzobispos en su ámbito, y también el lazo de comunión con el Romano Pontífice.
Hasta san Juan Pablo II, tras bendecirlo, el Papa enviaba un palio a cada uno de los arzobispos metropolitanos nombrados en el año inmediato anterior, a quienes se les imponía en sus archidiócesis.
Con el Papa polaco se inició un nuevo período, al invitar a los nuevos metropolitanos a concelebrar con él en la basílica de San Pedro, e imponerles el palio durante la Misa. Esta costumbre permaneció también durante el pontificado de Benedicto XVI y los dos primeros años del papa Francisco.
Desde 2015 los nuevos metropolitanos estarían en Roma, concelebrarían la Eucaristía con el Santo Padre y participarían en el rito de bendición de los palios, pero no habría imposición: simplemente recibirían el palio designado para ellos de parte del Santo Padre de forma más sencilla y privada, queriendo de ese modo significar su comunión jerárquica.
La imposición, así, a fecha de hoy se efectúa en las respectivas archidiócesis por parte de los nuncios apostólicos –representantes de la Santa Sede en cada Estado–, para reforzar la relación de los metropolitanos con su iglesia local y posibilitar a sus fieles participar en la ceremonia.